Belmonte y Grado crean los arqueólogos del futuro
El proyecto ConCiencia Histórica del grupo Llabor-Lands de la Universidad de Oviedo fomenta el interés por la arqueología y la etnografía de casi 150 de los alumnos de los colegios públicos de ambos concejos con excavaciones arqueológicas en las que los propios alumnos han hecho descubrimientos notables y han aprendido a amar más su tierra
Una de las formas más rápidas de que un niño se enamore de su tierra es que conozca su historia y su cultura. Que se empape de ella en contacto con los mayores y sus conocimientos, que entienda el sentido de por qué las cosas se hacen de una determinada forma y por qué en el pasado se hicieron de otra, o por qué se siguen haciendo de la misma con pequeñas variaciones.
Eso es lo que pretende el Grupo Llabor-Lands de la Universidad de Oviedo en colaboración con los colegios públicos de Belmonte de Miranda y de Grado. Una actividad de curso completo en la que han participado este curso «35 nenos de infantil a sexto de Primaria del colegio de Balmonte; siete del colegio moscón de La Mata; casi 60 del colegio de El Fresno y 40 de El Gurdiel», según explica uno de sus responsables, Pablo López, que también forma parte de asociación de divulgación científica y cultural La Ponte, de Santo Adriano, «por una parte queremos despertar vocaciones científicas, pero también revertir esa imagen peyorativa que existe del mundo rural, que los niños lo entiendan bien y lo quieran, y ayudar así a que avance el despoblamiento».
Para ello, practican por una parte «la arqueología agraria, que consiste en combinar todos los conocimientos de la gente de los pueblos, en un diálogo de saberes» que aportan a los pequeños una visión más amplia de su entorno.
Por otra, una serie de actividades de corte científico y práctico muy bien enfocadas. Así, López recuerda que con los alumnos de Grado «fuimos por el Camín Real de la Mesa a que conociesen el santuario de Cabruñana, La Malatería, las brañas y los elementos tumulares», y entendiesen qué son y por qué en ese camino que ya ha cumplido más de 5.000 años se ha mantenido durante tanto tiempo la actividad humana, la carga simbólica para sociedades tan distintas y los modos de producción ganaderos.
También se les aportaron talleres de metodología de investigación científica arqueológica y se les mostraron elementos de la cultura tradicional, explicándoles al detalle su sentido. Y pudieron participar en talleres de zooarqueología, de antropología, «de cerámica con Orlando, un alfarero de Faro», e incluso acudir con el folclorista 'Ambás' a la residencia de ancianos para una explicación sobre la memoria oral de la tradición cultural asturiana que éste va recogiendo de los mayores para fijarla y conservarla.
Lo que los niños arqueólogos descubrieron
Pero no todo fue teoría. Divididos por zonas, los alumnos participantes en este programa también pudieron ejercer como arqueólogos de campo. Los de Grado, en la zona conocida como El Casal, con más éxito del esperado, de hecho.
¿Por qué? Explica Pablo Pérez que «esperábamos que pudieran encontrar evidencias de las casas medievales que suponemos que existieron allí, donde hasta el nombre de la zona remite etimológicamente a esa posibilidad». Con excavaciones guiadas, y en las que los alumnos fueron notablemente cuidadosos, no sólo hallaron restos que avalan ese origen medieval del barrio, como cerámicas, monedas y otros enseres, sino que «en la terraza fluvial también encontraron útiles líticos que demuestran la ocupación de esa zona ya en el Paleolítico». Ahí es nada.
Resucitando el monasterio del que nació Belmonte
Los pequeños belmontinos, por su parte, tuvieron una experiencia, si cabe, aún más interesante. Muy cerca de la actual capital, Belmonte, se levantan apenas unos pequeños restos de lo que fue el Monasterio de Lapedo, fundado en 1032 por los condes Pelayo Froilaz y Aldonza Ordóñez, nieta del rey leonés Vermudo II e hija de Cristina Vermúdez, la a su vez fundadora del Monasterio de Cornellana en 1024. Aún en 1792 estaba el cenobio en uso, y ese año Jovellanos fue investido allí caballero de la orden de Alcántara. Pero con las desamortizaciones del siglo XIX, el monasterio no sólo se clausuró, sino que la práctica totalidad de sus elementos constructivos acabó siendo reutilizada en la edificación de viviendas y casonas de mayor o menor porte en lo que hoy es la capital. Posiblemente, hasta el edificio del Ayuntamiento, de 1869, y otros que exhiben en sus fachadas fechas de construcción del siglo XIX tienen entre sus sillares más distinguidos parte de lo que había sido un imponente monasterio.
Monasterio de Lapedo
Los restos visibles del monasterio dan paso, tras el muro, a la finca de Elena González Álvarez. O. V.
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Hoy, los restos del monasterio son mínimos, como se puede ver en las fotos, y en buena medida comidos por la maleza. La parte con materiales más nobles desapareció completamente, y en su lugar quedó una pradería de vega que hoy pertenece a Elena González Álvarez, significativamente apodada 'la del Convento', una amabilísima anciana que no sólo permitió al grupo Llabor-Lands que los pequeños belmontinos accediesen durante meses a su propiedad, sino que además cuidó de que estuviesen cómodos y no les faltase de nada.
Allí, los pequeños excavaron algo más que una cata, y encontraron no pocas cerámicas y otros elementos de un «monasterio muy arrasado», sino que ellos mismos «recuperaron la memoria de ese lugar», no solo para ellos, sino también para buena parte de los adultos del concejo.
Todos estos logros y algunos más fueron expuestos en los últimos meses en la muestra «ConCiencia Histórica. El Camín Real de La Mesa», que ha pasado por el Museo Arqueológico de Asturias en Oviedo y la Casa de Cultura de Grado, y desde el pasado jueves se encuentra en el Aula del Oro de Belmonte de Miranda. En la inauguración de esta última exposición, los pequeños tuvieron el detallazo de homenajear a Elena González Álvarez 'la del Convento' que ellos han ayudado a recuperar, emocionándola casi hasta las lágrimas.
La muestra, y lo que queda del monasterio, son una buena excusa para una visita a Belmonte, que está mucho más cerca de lo que parece. Los pequeños, por su parte, seguirán adelante con proyectos similares durante el presente curso, en este caso «para valorizar los paisajes de montaña, las memorias de la ganadería, del agua y de la transhumancia». Para entender sus orígenes y recuperar el orgullo de las raíces.