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Jaime Espolita atiende a una clienta en su farmacia de Santillán. E. C.

Las boticas se resisten a desaparecer

Impulso demográfico. Las farmacias en las zonas rurales son un servicio esencial, pero también negocios privados que necesitan rentabilidad. Mantenerlas abiertas en las zonas en proceso de despoblamiento va más allá del deber de los farmacéuticos

ICÍAR PRIETO

Domingo, 6 de agosto 2023, 01:37

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La intensa despoblación de buena parte del entorno rural asturiano y su elevadísimo envejecimiento (hay concejos en los que la media de edad de toda la población alcanza ya los 58 años) ha llegado ya hace años al primer plano de la política, con frases y términos como 'reto demográfico', 'Asturias vaciada' o, últimamente y más en positivo, 'impulso demográfico'.

Pero para que la Asturias rural se revivifique hace falta mucho más que la simple decisión de algunos emprendedores de volver al campo y establecerse allí. Hacen falta infraestructuras de comunicación, buena cobertura de telefonía móvil y de internet y hacen falta, mucha falta, buenos servicios públicos de educación y de sanidad. Es una receta que en la teoría todos los partidos políticos tienen bien clara, asumida en sus programas electorales.

En la práctica, la cosa cambia bastante y en uno de los servicios públicos que más se nota es en el del suministro de fármacos, precisamente porque la forma de cubrir ese servicio esencial -máxime cuando la población está tan envejecida como en los muy vaciados concejos del suroccidente y de la montaña oriental asturianos- es mediante negocios privados, las farmacias rurales, la mayoría de cuyos propietarios ejercen hoy su labor con más vocación que beneficio, conscientes de que, sin ellos, los pueblos tendrían muchas más dificultades para seguir adelante.

Así lo atestigua, por ejemplo Jaime Espolita, el farmacéutico de Santillán, en Amieva. Su oficina de farmacia está, y no es ninguna exageración, en pleno centro del paraíso, pero sus clientes son cada vez menos, en un municipio que apenas llega a los 600 habitantes y que cada año pierde casi un 5% de ellos.

Imagine usted que tiene un comercio cualquiera, que le ha costado muchos millones de pesetas (la mayoría de las farmacias rurales se compraron o vendieron por última vez en el siglo XX) y que cuando lo adquirió tenía usted un público objetivo de varios miles de personas. Y que hoy no llegan ni a mil, pero que usted tiene que seguir pagando una hipoteca por aquella compra, tiene que seguir abriendo durante todas las guardias obligatorias y, en el caso de que su agotamiento no le deje hacerlo, tendrá que contratar a alguien para afrontar esa labor, con el consiguiente sobrecoste. Y que cada vez tiene menos clientes. ¿Seguiría con el negocio abierto?

Es el caso, por ejemplo, que afrontan decenas de farmacéuticos como Jaime Espolita en Amieva; Ana María Rodríguez en Pola de Allande; Hada Abad en Turón (Mieres), o incluso en un lugar tan cercano a una de las tres grandes ciudades como Illas, casi un barrio rural de Avilés, Lucía Castán, la farmacéutica titular más joven de Asturias. Todos ellos se enfrentan diariamente a un futuro incierto a pesar de desarrollar, «el trabajo más bonito que existe».

Gracias a la colaboración entre el panadero y el farmacéutico de Santillán, vecinos que viven en los pueblos enriscados de los montes de un concejo de los más empinados de Asturias y que no tienen medios para desplazarse, pueden tener su medicación siempre que la necesitan. Esta es una de las muchas acciones que refleja como los boticarios rurales realizan un trabajo que va más allá de su rigurosa labor y en el caso de esta farmacia de Santillán, su farmacéutico Jaime Espolita hace con especial cariño por sus vecinos. Sus clientes son, en su mayoría, personas mayores polimedicadas y pluripatológicas, y debido a las dificultades médicas de muchos de ellos, y la falta de comunicaciones que hay en el pueblo, acudir a sus casas es algo necesario. Lo que sí reclama este farmacéutico de Santillán, al igual que muchos otros que se encuentran en situaciones similares, es un cambio en el modelo retributivo, porque ante la situación que se vive en los pueblos, «no es lo mismo lo que vende una farmacia rural que una que se encuentra en la ciudad. Solo se remunera el medicamento que despensas y nada por los servicios que realizamos». Su vocación y entrega le llevan, además, a revisar el botiquín de sus pacientes cuando acude a sus domicilios: «Comprobamos si hay algún medicamento caducado para poder reponerlo y miramos también si pudiesen necesitar algo más». Y cuando acudir a las muchas casas del concejo y atender a todo el pueblo que lo necesita no es posible, se coordinan con la panadería que hay frente a la farmacia, «nosotros preparamos el medicamento y así, cuando tengan que hacer entrega del pan, se les puede llevar también su medicación».

24 horas de guardia los 365 días es el tiempo que tiene que estar Ana María Rodríguez en su farmacia de Pola de Allande, un concejo con muy pocos habitantes y en su mayoría personas mayores. Durante los fines de semana apenas acuden pacientes a su farmacia, llegando a vender en ocasiones solo una caja de paracetamol: «Hay veces que en todo el fin de semana gano 1,70 euros», una situación que para esta farmacéutica se ha vuelto ya «insostenible, no doy más de mi». Y es que, a diferencia del resto del personal sanitario, las guardias de los farmacéuticos no son remuneradas, un condicionante que dificulta aún más su trabajo. «Esto va a acabar desapareciendo, cada vez hay menos habitantes pero yo tengo que seguir aquí, ya no tengo ni vacaciones», asegura esta farmacéutica de Pola de Allande.

Con el declive de la minería, el pueblo mierense de Turón -que en los años 70 destacaba en especial por la afluencia de gente que concurría-, dio un giro de 180 grados en su población en los últimos 20 años, teniendo actualmente menos de 300 habitantes. Y es que, en lo que se refiere a cifras, con los habitantes que hay en Asturias y el número de farmacias que hay, se ve como en la región hay una botica poc cada 2.251 ciudadaos, una media correcta en lo algorítmico y falsa en lo geográfico. Reflejo de ello es Turón, donde su población no es ni la mínima parte de los habitantes que corresponden a cada casa de farmacia en Asturias. A pesar de los datos y de las dificultades, su farmaceútica, Hada Abad, afronta con cierto optimismo la situación ya que, como explica, a raíz de la pandemia ha notado un crecimiento del concejo durante la época de verano. Algunos veraneantes incluso se están planteando establecer allí su residencia, lo que supondría para el concejo crecer en demograficamente.

Lucía Cantan es una emprendedora nobel que abrió su farmacia en Illas recientemente con, «mucha ilusión». Es la boticaria titular más joven de Asturias y sus ganas de emprender han sido mayores al problema de despoblación de la región. A pesar de que el municipio donde está la farmacia se encuentra muy cerca de Avilés, la mayor parte de sus pacientes son personas envejecidas polimedicadas. Es por las mañanas cuando la farmacia está más concurrida, y, como asegura Lucía Cantan, «normalmente por las tardes la cosa está mucho más tranquila». Los jueves es cuando nota que acuden a la farmacia la mayoría de sus pacientes ya que es el día que les toca renovar su medicación. Además, esta farmacéutica colabora con el centro de salud de Illas para el tratamiento de los pacientes. Algo que es por tanto Es un reflejo de la colaboración que hay entre los negocios de la zona rural, similar a lo que ocurre en Santillán entre el panadero y el farmacéutico del pueblo. A pesar de la despoblación latente, en Illas notan un leve aumento de la población del concejo a raíz de la pandemia, « está llegando gente a construir casas».

Desde el Colegio de Farmacéuticos consideran que las boticas rurales son, «una garantía de una atención farmacéutica homogénea para todos los ciudadanos que asegura la accesibilidad de la población a los medicamentos en condiciones de calidad, equidad e igualdad efectiva, independientemente de suresidencia». Y aunque desde la institución aseguran no ser ajenos al problema de despoblación de la zona rural, creen que las farmacias en estas zonas son, «un valor muy importante para la población residente ya que aseguran un servicio sanitario imprescindible que trasciende la actividad de adquisición, custodia, conservación y dispensación de los medicamentos». Siendo estos farmacéuticos, según dicen desde el colegio, «los sanitarios con mayor presencia en los municipios de menor tamaño; y las farmacias, el servicio sanitario de interés público de referencia».

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