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María Fernández, psicóloga clínica, en la Unidad de Atención Psicosocial a la Mujer, en La Ería, Oviedo. Jose Vallina

«¿Cómo es posible que chicas de 14 años ya hayan recibido palizas de su novio?»

Salud Mental dispone de un servicio específico para atender las secuelas de las víctimas de violencia de género. En lo que va de año ha atendido a 337

Olga Esteban

Gijón

Miércoles, 24 de noviembre 2021, 22:12

Llegan con ansiedad, depresión, problemas de sueño, pesadillas, trastornos de la alimentación, abuso de sustancias, especialmente de alcohol, aislamiento social, desconfianza, estrés postraumático... Son algunas de las infinitas secuelas psicológicas de las víctimas de violencia de género. Dicen las estadísticas que el 70% de ellas las tiene. Dice quien trabaja con ellas a diario que «el 100%» las sufre, más o menos graves. María Fernández López es psicóloga clínica de la Unidad específica de atención psicosocial a la mujer, un servicio dependiente de Salud Mental, poco conocido, pero que funciona desde 2003. El servicio funciona en Gijón, Avilés y Oviedo, donde se 'reparten' todas las áreas sanitarias de Asturias. Fernández trabaja en la de Oviedo, ubicada en el Centro de Salud de La Ería, desde hace cinco años.

Cinco años en los que su percepción es que cada vez atienden a más víctimas, y las cifras le dan la razón. Este año, hasta el 30 de septiembre, han atendido a 337 mujeres que acudían a su primera consulta. En 2018, por ejemplo, fueron 330 en todo el año. En el mismo periodo han ofrecido ya 3.234 consultas, frente a las 2.164 de todo el ejercicio 2018. María trata de darle una lectura positiva a los números. «Es evidente que no hemos erradicado la violencia de género, parece increíble que sigamos así. Pero también es verdad que las mujeres cada vez se atreven a hablar más, que hay menos tabú, y que todos los servicios funcionan mejor».

A este en concreto, a la Unidad de Atención Psicosocial de la Mujer, llegan víctimas derivadas principalmente desde Atención Primaria, pero también desde numerosos sitios. Para empezar, porque una de sus particularidades es que las mujeres pueden acudir a él directamente. También llegan desde los Centros Asesores de la Mujer, las fuerzas de seguridad, desde Salud Mental... Y también pueden llegar desde Pediatría.

Porque el servicio atiende a mujeres a partir de 14 años. Y, aunque a los adolescentes en general, y a las víctimas de violencia en esta etapa más, les cueste ir al psicólogo, lo cierto es que «cuando llegan, son situaciones muy graves, relaciones de mucha violencia física siendo tan jóvenes». Mientras que en los casos de mujeres adultas, «lo habitual es que nos cuenten que la violencia se ha incrementado con el tiempo, cuando se casaron, cuando se quedaron embarazadas, las adolescentes no. ¿Cómo es posible que una chica de 14 años te cuente que ha recibido palizas? ¿Cómo es posible que un chico de esa edad ya esté en ese punto de violencia?»

Sin duda, lo que María y el resto de compañeras, todas psicólogas clínicas, escuchan, es «muy duro». Por eso se cuestionan cómo se llega a esas situaciones. Alerta esta profesional sobre la publicidad, la letra de determinadas canciones, los videoclips, y sobre el acceso excesivamente temprano al porno, que «fomenta ese rol de macho alfa y mujer sumisa, la cuestión de poder que está en el origen de la violencia de género». Y ahí entra otro de los aspectos, la violencia sexual, algo «espantoso», admite la psicóloga, al recordar «cuántas mujeres nos cuentan abusos y violaciones dentro de la pareja, cuántas nos dicen 'pensaba que esto era lo normal'».

Con todo, la mayoría de sus pacientes llevan años somatizando ese dolor. Años de acudir a las consultas de Primaria con «dolores crónicos, enfermedades autoinmunes... Porque la violencia de género y sexual se instaura en el cuerpo». Y luego está la depresión, la ansiedad, las pesadillas. «Como los niños que sueñan con monstruos. Pero es que estas mujeres viven con sus monstruos». El abuso del alcohol. «Beben en soledad, muchas veces para poder afrontar el día a día». La sobremedicación. Y en los casos más graves el estrés postraumático, «como los combatientes». Un estrés provocado por la violencia y por saber que quien te la infringe «es quien te debería haber dado seguridad». Y la desconfianza, el miedo a salir, la pérdida de atención y de memoria. Y reconstruir una vida después de que la violencia haya «transformado tu relación con el mundo».

Mañana, con EL COMERCIO.

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