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t Cientos de grandes rocas cayeron en la carretera, a 500 metros de Soto de la Barca. J. M. PARDO

«Lo más duro fue tener que dejar a mi madre allí»

AS-15. Que su historia se conozca para que no se repita. Eso desea la familia allandesa Álvarez Mon, atrapada por un letal argayo en Tineo, cuando volvían a casa. Lusci Mon falleció en el accidente

ÁNGELA RODRÍGUEZ

Domingo, 12 de diciembre 2021, 00:48

Le parecía que si ella hablaba «la gente sacaría más fuerzas». Y no se equivocó. Quince días después, Laura Álvarez Mon tiene la valentía de revivir y relatar el trágico accidente que sufrió junto a su familia, con un único objetivo: «luchar para que esto no le vuelva a pasar a ninguna otra persona».

En solo unos segundos, la tranquilidad y hasta la costumbre con la que uno va pensando qué cenar se tornó en un escenario, por trágico, inimaginable. «Íbamos charlando después de un día de compras. Ni siquiera íbamos rápido. Cayeron unas piedras muy pequeñas en la zona del capó. Y a partir de ahí todo ocurrió en décimas de segundo», recuerda Laura. El pasado veintisiete de noviembre un tremendo argayo alcanzó el coche en el que viajaba la familia allandesa, en la AS-15, a unos 500 metros de la localidad de Soto de La Barca. «¿Nos merecemos jugarnos la vida por llegar a casa?», inquiere Laura.

Piedras más pesadas sucedieron a las pequeñas, unos obstáculos que el conductor, el padre de Laura, intentó esquivar. «Le grité que tuviera cuidado porque estábamos bordeando el embalse. Y en ese momento el coche se nubló, ya no veíamos la carretera, solo tierra cayendo». Laura confiesa que pensó que se quedarían enterrados. «Empezamos a sentir que la tierra entraba dentro del coche, y la luna reventó». Cuando parecía que el derrumbe había cesado, Laura y su hermana comprobaron que estaban vivas. «Mi hermana abrió, como pudo, la puerta de atrás. Tenía una piedra enorme en las piernas. Cuando miró hacia los asientos delanteros, donde iban mis padres, gritó horrorizada, y mi padre, que le había saltado el airbag, reaccionó», recuerda Laura.

Las jóvenes esperaron de su madre la misma reacción, pero Lusci, como los suyos la llamaban, no respondió. «Mi hermana ayudaba a mi tía e intentaban sacar a mi padre. Yo quería llamar al 112, pero no encontraba mi móvil, que estaba hecho pedazos. En eso vi las luces de los faros de un coche y lo intenté parar. Le golpeé en la ventanilla, era un señor mayor, le dije que llamara al 112».

Sin luz natural y en medio de una carretera, como otras muchas en el suroccidente, poco cuidada, los vecinos acudieron a ayudar. «Empezaron a venir un montón de chicos que estaban en un bar cercano. Intentaron tirar de la puerta de mi madre», relata Laura. El agradecimiento sincero se percibe en su voz, que a ratos aun tiembla. «Uno de los chicos me dijo que teníamos que irnos de allí, que podrían volver a caer piedras en cualquier momento. Pero nosotras no éramos conscientes».

Laura consiguió apartar a su hermana del coche, aunque ella misma tampoco quería alejarse. «Lo peor de todo fue tener que dejar allí a mi madre. Era como darse por vencida y asumir que estaba muerta. Cuando llegaron los médicos les pedí si podían ir a comprobar si estaba inconsciente», confiesa Laura, que añade que pensaba que «ojalá mamá no haya muerto, que todo siga igual».

«Quería ir a Santo Domingo»

Desde el hospital, donde acompaña a su padre, Laura se emociona hablando de la faceta más luchadora de su madre. «Se había jubilado hace poco, estábamos a punto de hacer un viaje a Santo Domingo, un lugar al que siempre había querido ir. Ella era feliz con cualquier cosa, no necesitaba dinero». La familia pasaba por un momento de especial estabilidad, tras superar otros episodios «más duros, por ejemplo, económicamente», cuando las dos jóvenes estudiaban lejos de casa. «Ahora las dos tenemos trabajo, y ella estaba más animada y empezaba a hacer cosas». Como los suyos recuerdan, Lusci sembró siempre para los demás y, a todas luces, no parece justo que no haya podido quedarse a recoger los frutos.

«Se podría haber evitado»

«Esto se podría haber evitado» sentencia Laura. «Se podría haber evitado, si no tuviéramos que jugarnos la vida entre rocas y pegados al embalse con carreteras dignas de hace cien años. Es triste que el único bloqueo que veo para solucionarlo sea el dinero». La joven no habla «de partidos políticos», sino de «garantizar la seguridad de todas las personas».

«No queremos excusas ni palabras, queremos soluciones y la ansiada autovía. El corredor del Narcea está agotado» asevera Laura. «Llevamos veinte años esperando por el proyecto de la A-63. En España siempre hubo y habrá crisis, todos estamos viendo que Asturias no es una comunidad autónoma de primera».

La familia ha sacado fuerzas para apoyar el importante movimiento vecinal que germina en el Suroccidente, donde más de 7.000 personas ya han firmado para exigir unas carreteras dignas y seguras. «La A-63 es nuestra única solución para evitar que a nadie más le caigan esas rocas encima. Me da rabia que hagan creer a mucha gente que conseguirla es algo imposible cuando en el resto de Asturias es algo normal», afirma Laura.

Aunque no quiere que su historia se olvide, la joven confiesa que todo lo que ahora necesita es estar con su familia. «Solo quiero que estemos juntos, aunque a nosotras ya nadie nos va a devolver a nuestra madre. Mi felicidad se acabó aquel día».

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«Lo más duro fue tener que dejar a mi madre allí»