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Cascos azules. Reconocimiento del puente sobre el Neretva. Julio Álvarez Feito

El legado de los cascos azules en Bosnia: «Nos volvimos familia»

Misión internacional. Un grupo de 162 militares del Regimiento Príncipe número 3 partieron en 1995 a Mostar para servir en la Guerra de los Balcanes

Soraya Pérez

Gijón

Domingo, 19 de octubre 2025, 02:00

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Hace ya tres décadas un grupo de 162 militares del Regimiento Príncipe número 3, partió en abril de 1995 a Bosnia para participar en su primera misión internacional (96 de ellos constituían la Compañía de Asturias). Lo hacían con el objetivo de servir como unidad de protección en la guerra de los Balcanes, que tuvo lugar desde 1992 hasta 1995 y que consistió en un conflicto étnico que dio la oportunidad al Regimiento de participar en la 'Agrupación Táctica Galicia', cuya misión era humanitaria, bajo bandera de la ONU.

Al cumplirse 30 años de este acontecimiento histórico, el próximo 7 de noviembre habrá una celebración en el Principado donde algunos de sus protagonistas compartirán anécdotas y recordarán aquellos momentos que marcaron su vida. Algunos de ellos son los coroneles Enrique Corominas (Oviedo, 1961), que fue el capitán de la Compañía de Asturias en aquél momento, y Alberto Fernández (Burgos, 1968), que era uno de los jefes de sección de dicha Compañía. Pese al paso de los años, quienes participaron en esta misión internacional retienen en su memoria, como si fuese el primer día, esos seis meses donde la vida giraba alrededor de cada pelotón. Todos ellos se convirtieron «en familia» durante su permanencia en Bosnia y dejaron el histórico 'legado de los cascos azules'.

En Bosnia, el coronel Enrique Corominas recuerda que, como parte de las funciones que desempeñaban, «teníamos puntos de control, puestos de observación, teníamos vigilancia de zonas donde había armamento, vigilancia de puestos de transmisiones, escoltábamos convoyes y recorríamos rutas para asegurar que estaban libres de paso», dijo.

Añadió que «también teníamos que estar pendientes de que no hubiera ningún tipo de problema. Recorríamos rutas dentro de Mostar y vigilábamos que no hubiera enfrentamientos», relató el coronel Enrique Corominas.

Edificio en ruinas como consecuencia de la guerra. Juan Carlos Laria López

Pero, como en toda guerra, hay muchos recuerdos amargos que también son imposibles de olvidar. El coronel Corominas relató que en 1995, a los meses de llegar a Bosnia, «la Compañía Asturias tuvo una baja, la del teniente Alberto Miguel Jiménez, de 27 años, herido de gravedad al recibir su blindado un disparo de un antiaéreo. Jiménez sobrevivió, pero tuvo que dejar el Ejército como consecuencia de sus heridas». Aunque no todos los recuerdos fueron tristes. De hecho, muchos son felices. Ambos coroneles recuerdan a la señora Fátima, una musulmana que, de manera altruista y solidaria, «siempre estaba pendiente de nosotros».

«La señora Fátima vivía en un pueblo perdido de la mano de Dios y a los chavales que estaban en esta misión los trataba con un amor impresionante, estaba continuamente llevándoles comida», recordó Corominas.

También el coronel Jiménez la recuerda con cariño. «La señora Fátima siempre estaba ahí, como lo hace una madre, y siempre nos preparaba café turco. Nosotros nos relacionamos con serbios, bosnios, croatas... porque los españoles tenemos eso, somos amigables y dejamos huella allí donde vamos», relató.

Comunicación con la familia

Jiménez también recuerda lo difícil que era en ese momento el poder comunicarse con la familia. «En el destacamento había un solo teléfono disponible para cientos de personas, que iba vía satélite. Y la forma de llamar a casa era apuntándose en una hoja, seleccionando la hora en que podías estar disponible para llamar porque sólo teníamos cinco minutos para hablar. De hecho, había un encargado para avisar cuando quedaba un minuto», recordó.

El soldado Miguel Ángel Castaño y el entonces capitán Enrique Corominas, en 1995. Miguel Ángel Castaño.

Añadió que «estaba todo súper controlado y era la única forma comunicarte. Así era antes... no como ahora, que hay móviles, wifi, etc. Antes, el ir a una misión internacional implicaba despedirse de la familia, despedirse de verdad», contó.

Ambos coroneles recuerdan con cierto aire de melancolía que, pese a los momentos duros propios de una guerra, «todos nos convertimos en una gran familia. Y todavía hoy mantenemos esos vínculos», aseguraron.

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