El Fuejo, de 500 a 50 niños en medio siglo
Cangas del Narcea. Los primeros guajes del barrio diseñado por el arquitecto Gómez del Collado para albergar a familias numerosas se reencontrarán a finales de abril para evocar aquellos años que supusieron «un salto de calidad de vida»
Carlos Bernal
Domingo, 16 de abril 2023, 03:49
Esta primavera se cumplen cincuenta años de la construcción del barrio de El Fuejo. Una obra de vivienda social pensada para albergar a familias numerosas de mineros, obreros, carteros, telegrafistas... El proyecto fue encargado a Gómez del Collado en 1971. Este arquitecto cangués diseño ocho bloques de hormigón, de 20 viviendas cada uno, divididos en dos alturas e integrados en las faldas del monte al noroeste de Cangas del Narcea, conectando el barrio con el centro de la villa a través de un puente colgante que cruza el río Narcea, permitiendo a sus residentes llegar en un minuto a la plaza de La Oliva y la basílica de Santa María de la Magdalena.
«Gómez del Collado adaptó los ocho bloques a la geometría de la montaña, orientándolos para que captasen la mayor iluminación posible y colocándolos en caída de tal manera que el primero no le quitase la vista al segundo», explica José Ramón Puerto, arquitecto cangués que continuó tres décadas después con el proyecto que no pudo terminar Gómez del Collado, diseñando las instalaciones deportivas del parque de El Fuejo, a inicios de la década de los 2000.
Charo González y Carmen Gómez fueron dos de las niñas que formaron parte de las primeras pandillas que se formaron cuando terminó la construcción de El Fuejo, en 1973. «Yo vine de Santa Catalina con mis padres y mis cinco hermanos, tenía nueve años», dice González. «Y yo tendría cuatro años cuando nos mudamos mis padres, mi hermano y yo de la calle 'Arrastraculos'», dice Gómez. Ambas evocan ahora «aquellos años felices de niñez» en los que pasaron las horas entre los bloques exentos de tráfico y abarrotados de vida: cientos de niños jugando a las canicas o al 'tres marinos', mientras sus madres tejían sentadas en el bordillo y sus padres cuidaban de las zonas ajardinadas. «El Fuejo fue la primera urbanización de Cangas. Imagínate el salto de calidad de vida: pasar de una vivienda con cocina, habitación, y un baño, bueno un váter, y encima fuera del piso, subiendo unas escaleras», explica Gómez. «Las casas de El Fuejo son enormes, de tres y cuatro habitaciones, dos baños, cocina y salón muy amplio», continua González. Estos pisos, de protección oficial, cuentan con hasta 140 metros cuadrados, dispuestos en alquiler a sus primeros residentes, pero dándoles opción a su compra, pocos años más tarde, por tres millones de pesetas, 18.000 euros. «Al principio pagábamos 500 pesetas al mes, y mi padre cobraba 20.000 mil pesetas de aquella», detalla González. En pocos años, El Fuejo se convirtió en una gran familia, en la que sus vecinos se ayudaban unos a otros y hasta se iban juntos de vacaciones. «No hay que olvidar a Maruja 'la panadera' y Anita 'la lechera', que tenían hasta las llaves de los pisos», dicen estas dos mujeres.
En comparación con aquella jauría de hasta quinientos niños que poblaron en los setenta El Fuejo, este barrio hoy apenas suma cincuenta. «Hay mucha vivienda vacía o habitada por un solo familiar de aquella época».
Entre 1950 y 1973, Gómez del Collado transformó el paisaje urbano de la villa de Cangas utilizando las técnicas de construcción más aventajadas de la época y proyectando unos edificios que nunca antes habían visto los habitantes del concejo cangués y que ahora forman parte de Docomomo, archivo que documenta el patrimonio moderno en los territorios ibéricos.
Gómez del Collado realizó un primer boceto de lo que sería El Fuejo que tituló 'con zancos, impermeable y paraguas'. «Con el impermeable se refería a unas placas de uralita, color burdeos, que funcionaban como ventilación entre fachadas. El paraguas era un tejado de doble cubierta que permitía que no se formaran condensaciones. Y los zancos unos elementos que nivelaban las irregularidades del terreno y donde aprovechó para colocar basuras y almacenes », explica Puerto. Unas instalaciones muy avanzadas que todavía hoy sorprenden a quienes las visitan.
Tesoros bajo la uralita
«En la cocina teníamos un cajón desde donde tirábamos la basura sin necesidad de bajar a la calle, aunque eso con el tiempo se quitó, porque el almacén se llenaba de ratas. Ahí empezaron las discusiones con los hermanos para ver quien bajaba a tirar la basura», rememoran Gómez y González. En cambio, de las uralitas burdeos, las dos mujeres tienen recuerdos más dulces. «Entre la chapa solíamos esconder cigarros, y cartas de amor. Si las paredes hablaran...», dicen las dos riendo mientras se intercambian las canicas 'americanas' que han guardado como un tesoro durante todos estos año, símbolo de una niñez que han decidido evocar, reuniendo a aquella primera generación de guajes, el próximo domingo 30 de abril. «Hemos reunido a todos aquellos compañeros de juegos de El Fuejo para recordar aquellos tiempos tan felices. Hay alguno al que hace cuarenta años que no lo vemos».
A la convocatoria han confirmado su asistencia sesenta hombres y mujeres que entre 1973 y 1977 se mudaron con sus familias a El Fuejo. Muchos acudirán al reencuentro desde otros puntos Asturias o de España ya que abandonaron Cangas, en los años ochenta y noventa, en busca de trabajo. «Muchos residen en Oviedo, Gijón, Avilés, Madrid y Barcelona», apunta Carmen.