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La Virgen procesionó hacia su capilla.

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La Virgen procesionó hacia su capilla. FOTOS: PABLO NOSTI

La Guía se adueña de Llanes

Día grande. Cerca de tres mil personas de llanisca y porruano participan en unos actos de casi veinte horas, con procesión, danza de arcos y Reverencia

GUILLERMO FERNÁNDEZ

Sábado, 9 de septiembre 2023, 00:50

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En una jornada soleada y calurosa los llaniscos que son simpatizantes de la Virgen de la Guía celebraron ayer el día grande de la fiesta con un extenso programa de casi veinte horas sin un momento para el descanso. A las diez de la mañana, acompañados por la banda de gaitas Llacín y cuatro bandas de música, cerca de 3.000 personas vestidas de llanisca y porruano participaron en un desfile folclórico por las arterias centrales de la villa. En la basílica no había lugar disponible en las tres naves del templo para seguir la misa cantada por el coro parroquial. La procesión parecía interminable, hasta el punto de que se necesitaba más de una hora para moverse entre la iglesia y la ermita. Al llegar la tarde, en el campo de la Guía se bailó la danza de arcos, se escenificó el rito de la Reverencia, fueron presentados a la Virgen los niños nacidos en el año y se remató la mañana con un festival folclórico.

El desfile folclórico matinal salió desde la Venta de la Uña en dirección a la avenida de La Paz y marchaba encabezado por el gaitero Santi Galguera y el incombustible tamboritero Luis Alberto González Puente, que cumplía cincuenta años como redoblante y fue galardonado por los simpatizantes con el Nardo de Plata. Ellos abrían paso a las diez parejas de niños de la danza de arcos, dirigidos por el entusiasta Héctor Martínez Echevarría. El dúo cabecero lo formaban Diego Gómez y Alba Lorente y en la cola se movían Mateo Vega y Elena Gutiérrez.

Por detrás aparecían los gaiteros de Balmori, los hermanos Julián y Conchita Herrero, y a su estela se divisaban los ramos de pan que trasladaban los benjamines y alevines de la fiesta. El de los benjamines a hombros de Martín Álvarez, Pablo Miyar, Álvaro Rodríguez y Mario Álvarez, mientras que el de los alevines se movía a hombros de Rodrigo Otero, Mario Díaz, Lucas González y Nicolás Fernández.

A continuación venía la banda de gaitas Llacín, gestionada por Vitor Carbajal y de la que formaban parte 43 intérpretes: 27 gaiteros y 16 percusionistas. Abrían camino al ramo procedente de Pancar, del domicilio de los hermanos Loles y Javier Menéndez, que llegó a la villa trasladado por Óscar Menéndez, Diego Sánchez, los hermanos Nacho y Manuel del Río, y Javier y Pablo Fernández, padre e hijos, respectivamente.

A partir de ese espacio surgía el delirio, la pasión, el sentimiento de pertenencia: cerca de 3.000 personas vestidas de llanisca y porruano e intercaladas en cinco grupos en torno a las bandas de música de Mieres, Laviana, Tineo y Torrelavega, dirigidas por Henry Crespo, Jesús Enrique García Martínez, Miguel Pérez y Alfonso Díaz Casado, respectivamente. Se trataba de 133 músicos profesionales en cuya partitura solo existía una melodía: 'Los Nardos', que representan el símbolo floral de un bando vinculado a los peligros del mar, a los ausentes y a los emigrantes.

Cerraban la comitiva cinco veteranos abanderados: Antonio Dueñas, Nacho Torre, Emilio Carrandi, José Ramón Sánchez del Campo y José Ramón Suárez, enarbolando, respectivamente, las enseñas de La Guía, Llanes, Asturias, España y Europa.

Al término del desfile, aquellos que no encontraron espacio en la basílica, o directamente no lo buscaron, se solazaban en las terrazas y barras de bares refrescando el cuerpo con sidra fresca, la bebida predilecta de los romeros llaniscos.

Sesenta palomas

Al finalizar la misa se formó una nutrida y jubilosa procesión en la que se movían todas las personas que habían participado en el desfile folclórico matinal. Eso sí, de abrir la comitiva sacra se encargó el trabajado estandarte de Virgen de la Guía, una espectacular tela con 113 años de antigüedad, tremolado por Juan Antonio Sotres Dueñas. Por detrás, para delicia del público que abarrotaba las calles de la vila, evolucionaban los niños de la danza de arcos. Lo hacían por delante de las espectaculares andas con la imagen de la Virgen de la Guía, repleta de aromáticas varas de nardos, a hombros de 48 costaleros que se fueron dando relevos en tres turnos.

Al llegar la imagen de la Virgen al puente sobre el río Carrocedo giraron las andas hacia la línea en la que se confunden el mar y el cielo y se escuchó ulular a la vieja sirena de la Lonja de Pescadores, levantada con plano del arquitecto Manuel del Busto, en 1934. La banda de Torrelavega, bajo la batuta de Alfonso Díaz Casado, interpretó la Marcha Real.

En ese momento de sentimiento y emoción se dio suelta a 60 palomas mensajeras propiedad del joven Rubén Fernández Marco y Joaquín de la Vega 'Chocolate', vecinos del pueblo de Barro, quienes cinco minutos más tarde confirmaron que habían regresado al palomar.

Ya en el campo de la Guía, las diez parejas de niños interpretaron la danza de arcos. Al acabar las evoluciones, decenas de padre y abuelos acercaron al manto de la Virgen a los niños nacidos durante el año.

Seguidamente, las mozas escenificaron el rito de la Reverencia. Después, la imagen de la Virgen regresó a la capilla que le sirve de morada a lo largo del año, lugar en el que permanecerá hasta el próximo 7 de septiembre. De vuelta a la pradería llegó el momento para los cantares del ofrecimiento del ramo, un pasaje que hizo posible la supervivencia del traje de llanisca.

Las manecillas del reloj superaban con creces las tres de la tarde al ponerse el broche de oro matinal con un festival folclórico, en el que los simpatizantes bailaron el Fandango de Pendueles, la Jota del Cuera, el Xiringüelu de Naves y un Pericote a la antigua usanza, acompañado a la voz por Elena Rubiera. Para que todo saliera perfecto, de dirigir los ensayos se habían encargado durante tres semanas Marta Gutiérrez, Begoña Valle, Leire Llorente, Marta Outeiral y Alejandro Burgos. Por la tarde, relajados todos los concurrentes en comidas de familia o amistad, tuvo lugar un nuevo pasacalles al ritmo de Los Nardos, romería en la plaza de las Barqueras, danza prima al llegar la noche y verbena con expectativa de alcanzar las seis de la mañana.

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