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Revivir la Asturias más vacía

El concejo de Ponga, que llegó a tener 3.500 habitantes a principios del siglo pasado, ha conseguido el repunte de su población tras la pandemia, superando ya los 600

GLORIA POMARADA

Domingo, 18 de julio 2021, 00:20

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Ponga es el concejo con menor densidad de población desde principios del siglo XX.

En un siglo ha pasado de superar los 3.500 habitantes a rondar los 600, pero tras la pandemia empieza a recuperar la senda del crecimiento y experimenta además un descenso en la media de edad. El acceso a la vivienda, las telecomunicaciones, las trabas burocráticas o el empleo son los escollos que los propios habitantes detectan en un concejo que lucha por aumentar servicios para atraer nuevos vecinos, pero también para mantener a los oriundos.

Su abrupto relieve de montañas calizas, profundas hoces y valles angostos impone a la vida una dureza que ni siquiera carreteras y telecomunicaciones han conseguido aliviar plenamente avanzado el siglo XXI. Ponga, con sus 206 kilómetros cuadrados de compleja orografía, es el concejo asturiano con menor densidad de población, indicador que hoy se mantiene por debajo de los tres habitantes por kilómetro cuadrado, pero que ya a principios del pasado siglo arrojaba los valores más bajos de toda la región. En estos más de cien años, la dispersión de sus habitantes ha permanecido inalterable mientras la población ha sufrido un retroceso abultado: de los más de 3.500 habitantes de los años 20 y 30, actualmente el censo se sitúa en 612. En esa cifra existen, no obstante, mimbres para la esperanza. Ponga vuelve a superar los 600 vecinos y experimenta además cierto rejuvenecimiento, pues la media de edad se sitúa por debajo de los 55 años. «Subimos población a pesar de las personas que fallecieron, hay más gente y de menos edad», celebra la alcaldesa, Marta Alonso, dispuesta buscar soluciones al reto demográfico abriéndose a la innovación y manteniendo la apuesta por los servicios.

Sanidad, educación, recursos para los mayores, carreteras, telecomunicaciones, empleo y vivienda integran el listado de necesidades confeccionado por los propios ponguetos, que añaden a la relación otra tan etérea como la «dignidad». Una dignidad que, como en tantas zonas rurales, sienten perdida por las carencias materiales, pero también porque en una sociedad dominada por las ciudades, los habitantes de los pueblos perciben que su opinión ni tan siquiera cuenta para legislar los aspectos que rigen su día a día. En el problema de la despoblación, reivindica la alcaldesa, es necesario escuchar a los «verdaderos expertos, la gente que vive en el territorio».

María Ángeles Dolera

María Ángeles Dolera, hostelera de Beleño.
María Ángeles Dolera, hostelera de Beleño. XUAN CUETO

Ponga es, en toda su extensión, un espacio protegido. En 2003 fue declarado Parque Natural y en 2018 recibió el título de Reserva de la Biosfera, concedido por la Unesco. Al primer golpe de vista, el concejo abruma por su belleza. No en vano, su eslogan turístico es 'Llave del paraíso'. La murciana María Ángeles Dolera abrió la puerta de ese edén mientras recorría en «en furgo» Asturias. Junto a su pareja, ambos con trabajo fijo en Murcia, cambiaron hace tres años esa ciudad por el pueblo pongueto de Taranes. Una vez en el paraíso, la llave que les costó encontrar fue la de una vivienda. «Vivimos de alquiler porque el acceso a una vivienda aquí es complicado, hay pocas casas en venta y las que hay son precios desorbitados, igual te vale menos un piso en Oviedo. Puede gente de segunda residencia que tenga dinero, para una persona que viva aquí es muy difícil acceder a esos precios», cuenta.

Antonio Testón

Antonio Testón, coordinador de la Residencia de Mayores de Ponga.
Antonio Testón, coordinador de la Residencia de Mayores de Ponga. XUAN CUETO

Lo mismo le sucedió a Antonio Testón, coordinador de la residencia de mayores que se mudó desde Gijón por su trabajo. «El 80% están deshabitadas, pero no se alquilan porque están como segunda residencia. Los pocos que las alquilan es a precios desorbitados, en comparación viene a ser como Gijón o Avilés», explica. La respuesta ideada por el Ayuntamiento para hacer frente a la problemática es 'Vivir en Ponga', una web que reúne casas en alquiler y venta por todo el concejo. En un año, detalla la alcaldesa, llevan nueve transacciones. «Vino gente, 27 personas en el último año. Es una buena iniciativa y en eso vamos a seguir trabajando», afirma. A ella se suma otra campaña para atraer a nuevos vecinos con profesiones artísticas, que podrían ejercer desde el concejo.

Porque aunque la de teletrabajar es una opción que, tras la experiencia de la pandemia, se erige como salvadora del medio rural, la realidad en concejos como Ponga, una gran mancha blanca en el mapa de las telecomunicaciones, es otra. A quien quiera que se pregunte por un deseo, bien sean jóvenes, mayores, oriundos o nuevos habitantes, el disponer de cobertura se repite sin excepción. No piden fibra óptica, sino cobertura para sus móviles, ya que la señal va por pueblos. En unos, cuentan, opera una compañía que en otro ya no dispone de servicio. En algunos puntos, es incluso imposible llamar al 112. Lo que puede parecer una exageración para enfatizar las quejas es tan real como un episodio que pudo acabar en desgracia. En noviembre de 2019, un vecino de Sobrefoz se encontraba en Ventaniella cuando sufrió una caída en quad. Tendido en una zona por la que baja el río y en un día de lluvia, trató en varias ocasiones de comunicarse con el 112, sin éxito. La ayuda llegó, por fortuna, de manos de un vecino que pasaba por allí y que pudo dirigirse a un lugar con cobertura para pedir auxilio.

David Alas

David Alas, hostelero de Sellaño.
David Alas, hostelero de Sellaño. XUAN CUETO

Sin llegar a ese extremo, las carencias afectan también a los negocios o en la propia administración. Lo sabe bien el hostelero David Alas, que regenta en Sellaño Casa Ricardo.

En ese pueblo, en la zona baja de Ponga, la cobertura móvil es inexistente. «En las zonas rurales, encima de que la infraestructura es pésima, las tarifas son mucho más caras que en las grandes urbes. Tuvimos que hacer una instalación con nuestro dinero para tener una buena, entre comillas, señal de internet porque los clientes lo demandan. Se puede reír la gente de la ciudad, pero nos están llegando diez megas el día que está escampado, uno malo tres o así. Ya no es solo de cara al turismo, ante todo estamos los que vivimos aquí, que vas al monte y te pasa algo y quedas tirado allí», relata. La de las telecomunicaciones es una más de las muestras de «abandono» que percibe este «superviviente rural», padre de dos niños de 7 y 5 años, los únicos de Sellaño. El futuro para él está rodeado de «incertidumbre». «Los políticos deberían concienciarse de que quieren hacer con la zona rural, quedamos cuatro supervivientes y nos están poniendo muchas pegas», lamenta.

Ana Isabel Ruiz

Ana Isabel Ruiz, secretaria interventora del Ayuntamiento de Ponga.
Ana Isabel Ruiz, secretaria interventora del Ayuntamiento de Ponga. XUAN CUETO

Realizar un trámite telemático llega a ser desesperante en el Ayuntamiento, ubicado en San Juan de Beleño. A ello se enfrenta a diario la secretaria interventora, Ana Isabel Ruiz. «Ahora que es todo vía internet, nos vemos limitadísimas para hacer el trabajo a tiempo. Para enviar documentos tienes que tener suerte, en una mañana a veces no puedes hacerlo y tienes que quedarte por la tarde», explica. Para un concejo de esas características, considera además que las exigencias administrativas no deben ser las mismas que en los grandes ayuntamientos. «No todos los municipios son iguales, en principio ya habría que legislar distinto», apunta. Cita como ejemplo la Ley de Contratación, solo una muestra del laberinto burocrático en el que están inmersos «sin tener los mismos medios, ni humanos ni técnicos».

Joaquín Martínez

Joaquín Martínez Arobes, ganadero de Sellaño.
Joaquín Martínez Arobes, ganadero de Sellaño. XUAN CUETO

En la peculiaridad de los municipios rurales insiste también la alcaldesa, partidaria de «flexibilizar» trámites para incentivar la actividad. A Joaquín Martínez Arobes, ganadero de Sellaño, le ocurrió todo lo contrario. Construir una nave en la que guardar sus animales le llevó «8 ó 9 años a cuenta de permisos». El resultado no es ni tan siquiera satisfactorio, pues «tenía que ser mayor para poder meter lo que tengo», una explotación de un centenar de reses de asturiana de los valles. El futuro Plan General de Ordenación (PGO), que acumula 17 años de tramitación, sí contempla mayor superficie de las naves agroganaderas: hasta 400 metros, ampliables en caso de necesidad. La ganadería ha sido tradicionalmente el sustento de la economía social. Su futuro, sin embargo, se augura negro: «Aquí la vida la tiene muy corta, el monte está hecho un matorral y si protegen el lobo tendremos que plegar», resume Martínez, quien se dedica en exclusiva a la ganadería desde 1998.

El pasado año, el cánido mató a dos de sus xatos. «Sigo sin cobrarlos. Yo tengo que vivir y pagar la seguridad social, no puedo tener los animales a disposición del lobo», lamenta. Las ayudas, añade, no las quiere, tan solo «que me paguen los animales por lo que valen». La inclusión del lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre) ha caído en Ponga como un jarro de agua fría. El pasado marzo, tanto ganaderos como miembros del equipo de gobierno local socialista se manifestaron frente al Ayuntamiento para mostrar su rechazo a los planes del Ministerio para la Transición Ecológica. «No va a beneficiar el mantenimiento del mundo rural», afirma la regidora.

Con la ganadería en horas bajas, el turismo se consolida como alternativa y a ese sector se dedican muchos de quienes se han asentado en el concejo, como la murciana María Ángeles Dolera. A las «dos o tres» semanas de llegar a Ponga, consiguió empleo en Casa Luciano, negocio que pasó a regentar tras la jubilación de su antiguo jefe. «Se podría incentivar más el turismo, aquí vivimos de los meses de verano y octubre si viene bueno con la berrea. Los del pueblo son los que en el día a día te van manteniendo», cuenta.

También Ricardo Herrero, madrileño afincado en Abiegos desde hace 18 años, apostó por la hostelería como medio de vida, en su caso mediante un bar tienda. En el pequeño pueblo, él y su mujer han tenido tres hijos.

Laura Martínez Chaso

Laura Martínez Chaso, responsable del Centro de Interpretación del Parque Natural de Ponga.
Laura Martínez Chaso, responsable del Centro de Interpretación del Parque Natural de Ponga. XUAN CUETO

«La única opción de futuro en Ponga es casi el turismo», señala Laura Martínez Chaso, joven de Taranes que desde hace seis años trabaja en el Centro de Interpretación del Parque Natural. Ella es el enlace directo con quienes llegan de visita «totalmente perdidos, esperando encontrar una puerta que les dé acceso a algún parque tipo zoo, donde encuentren los animales atados». «No es así, aquí pueden visitar pueblos, miradores, hacer rutas de senderismo...», aclara. Ponga, sostiene, sigue «siendo muy desconocido» para los turistas, que prefieren «estar cerca de lo más típico, de Covadonga y Cangas de Onís. Aquí suben un poco de rebote, luego el que conoce esto y vive la experiencia ya se queda, pero al principio siempre somos la última opción». Propone por ello un mayor esfuerzo en «promoción e inversión» para que «esté en el lugar que merece».

Sergio Fernández

Sergio Fernández, empleado municipal del Ayuntamiento de Ponga.
Sergio Fernández, empleado municipal del Ayuntamiento de Ponga. XUAN CUETO

Más allá del turismo, jóvenes locales como Sergio Fernández, de San Juan de Beleño, defienden también la oportunidad de los recursos naturales para generar empleo. «Habría que aprovechar los recursos que hay en el concejo, podría haber industria maderera como hace años. También quisieron hacer mini central eléctrica y no salió adelante», rememora.Tras pasar por el sector primario y la construcción, cuenta actualmente con un contrato temporal en el Ayuntamiento. Una vez que finalice, volverá la difícil tarea de buscar trabajo en un concejo sin apenas oferta. «Encontrar trabajo estable es muy complicado, tengo la idea de quedarme aquí, lo que pasa es que hay que trabajar bastante para ganar menos que en otros sitios». A él, dice, le «compensa», porque «no es el rollo de la ciudad» y es un auténtico «enamorado de esta tierra».

La «promoción del empleo» figura también entre los planes del Ayuntamiento para lo que resta de legislatura, así como la formación. En marcha tienen un proyecto para acercar cursos sobre montes al concejo.«Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma tendrá que ir a la montaña», sostiene la alcaldesa, una máxima que aplica también a los servicios.

Ricardo Herrero

Ticardo Herrero, presidente de la Asociación de Padres y madres de Alumnos.
Ticardo Herrero, presidente de la Asociación de Padres y madres de Alumnos. XUAN CUETO

Ponga cuenta con centro de salud, residencia de mayores y una de las tres aulas del Colegio Rural Agrupado (CRA) Picos de Europa, que iniciará el próximo curso con doce niños, lo que permitirá el desdoblamiento entre infantil y primaria. A la oferta educativa confían en añadir este año una escuela de 0 a 3. «Es importante que los padres puedan conciliar. Aquí, como en las grandes ciudades, en la mayoría de los casos se necesita el trabajo de los dos padres para el sostenimiento familiar», explica Ricardo Herrero, presidente de la asociación de madres y padres de alumnos (Ampa). Su experiencia como padre de tres hijos que han estudiado en el CRA es que ofrece «una educación personalizada». «La dedicación y el tiempo de un maestro de la escuela rural permite asentar valores que son necesarios, como la conciencia de grupo. En otros coles la amistad está muy estructurada por niveles y por años», afirma.

Matilde Isabel Gallinar

Matilde Gallinar, auxiliar administrativa del centro de salud de San Juan de Beleño.
Matilde Gallinar, auxiliar administrativa del centro de salud de San Juan de Beleño. XUAN CUETO

En esa misma ventaja de la cercanía coincide Matilde Gallinar, auxiliar administrativa en el centro de salud de San Juan de Beleño y vecina del mismo pueblo. Su trabajo tiene en la zona rural el añadido de facilitar los desplazamientos a los pacientes. «La gente no entiende dónde estamos, a veces tienen varias citas en el hospital y bajar a la gente le supone un coste. Intentamos que las citas sean el mismo día y aquí nos adaptamos a la hora que ellos puedan venir con el taxista o con los vecinos para ser varios. Las pensiones no dan para tanto», apunta. La residencia de mayores, con diez plazas, es también «como una casa familiar», relata su coordinador, Antonio Testón. Contar con ese recurso es un alivio para «la gente de la zona que envejece y no quiere desplazarse a una ciudad». «Vendría bien también un centro de día donde puedan estar y hacer actividades», propone. Incluso en la gris administración impera el trato humano. «Te permite hacer una labor pensando siempre en las personas a quien va dirigida, en las ciudades es todo muy abstracto. Por ejemplo ahora estamos con el expediente de la escuela de 0 a 3, que se entiende que es muy necesario que exista para conciliar y atraer población. Lo tomas como algo más personal», explica la secretaria interventora.

Para sacar a Ponga del declive demográfico no basta con dosis de vecindad y trato familiar, sino que a la receta de la repoblación se debe añadir la cuestión económica y en el concejo son conscientes de ello. A nivel local, sostiene la alcaldesa, los impuestos ya «son los justos para fomentar que venga gente». Para zonas rurales como la suya propone por ello «beneficios fiscales» que superan las competencias de su administración. «Si queremos fomentar el retorno rural, hay que dar algún tipo de beneficio. Nos sería malo a nivel fiscal alguna ayuda o garantía», insta la alcaldesa pongueta.

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