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p Sobre ruedas. Un joven pasa en bicicleta junto a las Letronas minutos después del final del estado de alarma.

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p Sobre ruedas. Un joven pasa en bicicleta junto a las Letronas minutos después del final del estado de alarma. FOTOS: CAROLINA SANTOS

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Contraste. La primera noche sin toque de queda en Gijón se vivió con tranquilidad en el centro, aunque hubo intervenciones policiales en la zona periurbana y rural

IVÁN VILLAR

Lunes, 10 de mayo 2021, 00:59

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A las 23.59, Lola Menéndez, de 11 años, miraba nerviosa en su casa el reloj. «Hasta grabamos un vídeo contando el último minuto», cuenta. Llevaba toda la jornada emocionada, esperando lo que para ella era «algo histórico». Y cuando dieron la medianoche, vio cómo algunos de sus vecinos de la Plazuela salían a aplaudir al balcón. Su plan era bajar a la calle con su tía, Luján Fombella, «para ver si había gente, comer unas pipas y tomar una coca-cola». Y tras un breve paseo por el Muro, donde se cruzaron ya con los primeros corredores, ciclistas y patinadores nocturnos, lo hicieron sentadas en las escaleras del Palacio Revillagigedo. «Hay que celebrar que, aunque no se haya acabo esto, al menos ganamos un poco de libertad, hacía falta. Se echaba de menos», apuntaba Luján.

En Gijón, el final del estado de alarma no produjo aglomeraciones, aunque sí un goteo de gente que quería disfrutar por el entorno de la playa de una noche primaveral, tras haberlas tenido vetadas desde el otoño. «Salí de trabajar y la verdad es que no hemos ido a casa. Nos cogimos una 'calzone' y fuimos a comerla frente al mar», admitía Clara Cardon, francesa residente en Gijón, que apuraba las últimas horas antes de que su amigo Niels Bent regresara hoy a París. Porque sí, hubo quien no llegó a regresar a casa durante los 60 minutos, que muchos denominaba «fantasma», en los que la vía pública seguía vetada por el toque de queda, aun cuando las restricciones a la movilidad estaban a punto de desaparecer. Uno era Javier Rey, de paso en bicicleta junto a las Letronas cuando apenas se cumplían los primeros minutos del domingo. «Sí hemos aprovechado también de once a doce, pero me crucé con un par de patrullas y no pasó nada. Tampoco es que estuviese en una macrofiesta, sino dando una vuelta, sin más».

No eran pocas las bicicletas que se podían ver pasar por el Muro en esos primeros momentos de 'nueva normalidad'. También algún monopatín por el 'cascayu'. «Nunca nos dejaban salir con él más allá de las diez de la noche, pero hoy sí. Pero media hora y ya», contaba una adolescente ya de regreso a su casa. Para otros, una buena excusa era el perro. «Es un lujo poder sacarlo ya con normalidad. Hasta ahora tenía que organizarme bien antes. Y alguna vez me quedaba traspuesta en el sofá y tenía que salir apurada porque me pillaba el toque de queda», explicaba Cristina Ramos, de paseo con Gus y dos amigos, Rocío Montilla y Nicolai Dugan. «Con la disculpa del perro, pues ya paseamos también todos, que nos hacía ilusión», decía Rocío, extrañada de la poca gente que se había encontrado hasta ese momento por la calle. «Lo cierto es que esperaba que hubiera más movimiento, pero parece que la gente no tiene ganas de salir. Igual les ha dado pereza después de retirarse a las once».

Con otro perro, Koda, paseaban por la arena de San Lorenzo Sara Blanco y Saúl de Dios. Vecinos de Roces, no dudaron en bajar hasta la playa en cuanto dieron la medianoche. «Estábamos mirando el reloj para salir ahora, que se puede. Y ya que nosotros teníamos libertad para hacerlo, que la tuviera también él». Destacaba la buena noche con la que pudieron salir -14 grados y cielo estrellado- y también se mostraba extrañado por la escasa presencia de gente en la calle. «Estábamos viendo en la tele que Madrid estaba a tope, pero así se está genial». Por el arenal, apenas se contaba una veintena de personas. Una pareja acaramelada sobre una toalla, algunos paseantes y un par de pescadores.

Uno de ellos, Juan Luis Fanjul. Hostelero en ERTE, celebraba poder tirar de nuevo la caña toda la noche, después de una larga temporada durante la cual «en cuanto veíamos que eran las once menos cinco ya teníamos que retirar». La madrugada del sábado al domingo se la tomaba al fin sin prisa, «porque además el Sporting no juega hasta el lunes». Para él «esta es la libertad. Venir, y si pica algo, que pique. Pero estar en paz y tranquilidad y quitarnos todo esto de la cabeza, porque ya es mucha presión».

Ocio nocturno cerrado

En el Náutico, un grupo de jóvenes en corrillo saltaba de alegría cuando un compañero llegaba para decirles que una tienda de 24 horas del centro estaba abierta. Porque con el ocio nocturno aún cerrado, quien quería regar con alcohol el fin de semana tenía que buscar otras fórmulas. Muchos optaron por reunirse en viviendas particulares, en ocasiones ignorando la ordenanza municipal de convivencia. Pasada la medianoche, de hecho, la Policía Local de Gijón interpuso en base a dicha norma denuncias a los organizadores de tres fiestas celebradas dentro de pisos.

En lo que respecta a la vía pública, en contraste con la tranquilidad del centro urbano, hubo zonas más apartadas que se convirtieron en punto de encuentro para los participantes en los primeros botellones de la nueva normalidad, una actividad que sigue prohibida pese a la flexibilización de otras normas. La intervención más destacada por parte del Cuerpo Nacional de Policía fue la propuesta de sanción a 25 jóvenes de entre 19 y 21 años que, previa denuncia vecinal por las molestias que suponía el elevado volumen de la música que escuchaban con altavoces, fueron sorprendidos bebiendo, sin respetar la distancia de seguridad y sin usar mascarilla en la carbayera del parque fluvial. También la Policía Local puso sanciones por botellón, en concreto a seis jóvenes que bebían en el entorno de la fuente de Isabel II, en Cabueñes. Y pasada la noche, algunos puntos de parques como el de Moreda amanecieron con latas y botellas de plástico vacías, restos de una celebración que en algunos casos estuvo acompañada de «bastante ruido y gente cantando».

Dispositivo reforzado

En la zona de Dionisio Cifuentes, en Somió, aún con los bares abiertos ya hubo en la calle algún altercado que también obligó a intervenir a la Policía, lo que según denuncian vecinos de la zona «se ha convertido ya en algo habitual». Y pasada ya la medianoche, «había en la calle tanta gente como si no siguiéramos en pandemia». Dada la peculiaridad de la jornada, hubo un refuerzo de la vigilancia en las principales zonas de ocio, como el entorno de Marqués de San Esteban y Cladio Alvargonzález. Fuentes de la Comisaría de Gijón destacan no obstante que la noche fue «bastante tranquila, incluso más que otros fines de semana» y su labor fue más «disuasoria, pedagógica y didáctica, sin incidentes por resistencia ni nada gravoso».

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