Borrar
Maggie (nombre ficticio) camina hacia los psicólogos Miriam Basanta y José Luis Martín en el jardín del CIS de Villabona. Pablo Nosti

«La coca rompió mi vida, quiero una vida nueva y ser un ejemplo»

El Proyecto Odiseo, el pionero programa del CIS de Villabona, busca tanto la rehabilitación como tornar a los 'Odiseos' en referentes positivos para los jóvenes

Octavio Villa

Gijón

Sábado, 16 de noviembre 2024, 01:00

Afloran las lágrimas al rostro curtido por una vida dura, y no son tanto de dolor como de agradecimiento. La que habla es Maggie (un nombre ficticio elegido por ella «porque así firmaba mis escritos cuando era joven»), una mujer mucho más fuerte que las debilidades que la llevaron a vivir hoy en el Centro de Inserción Social del centro penitenciario (CIS Urriellu) de Asturias, en Villabona, y lo admite, «como consecuencia de los errores que cometí y que le causaron demasiado daño a quienes más quiero, mi familia, mi maravillosa pareja y mis 'dos hijos', mis mascotas».

A los errores que se refiere son cuestiones que «tienen que ver con la droga, como en la mayoría inmensa de los casos». En el suyo, «la coca rompió mi vida», aunque, gracias al proyecto social competencial Odiseo que la organización Afesa Salud Mental ha puesto en marcha en el CIS Urriellu con la colaboración de la dirección del centro penitenciario, Maggie tiene un horizonte vital: «Quiero recuperar mi vida. Bueno, en realidad una vida nueva muy sencilla. Quiero un trabajo normal, un sueldo normal, disfrutar de mi pareja y de mi familia y no volver a ese infierno» que en su momento, desde un negocio de hostelería nocturna que regentaba en una ciudad asturiana, la arrastró.

Cuenta que «empecé muy joven con la coca, hacia los 25 años, con las amigas. Fue un 'por probar una raya no pasa nada', pero sí que pasa. Te arrastra. Después le dio un ictus a mi madre y eso ayudó a que perdiese el control. Si hoy me metía cinco rayas, mañana me metía seis. Si eran seis, al día siguiente eran ocho», un círculo vicioso infinito que dio su primer paso para romperse años después, cuando «un buen día me levanté pensando que si Dios no me había llevado todavía era porque tenía algo bueno pensado para mí». Se fue a su centro de salud, donde «la doctora Sanz, una maravilla de mujer con la que se puede hablar de todo, me escuchó y me ayudó con el tratamiento».

Aunque si algo sirve para seguir adelante, eso es, por una parte «la constancia personal» y «el apoyo de estas maravillosas personas», dice Maggie, mirando a los psicólogos Miriam Basanta, Elena Herrero y José Luis Martín, que la acompañan en la biblioteca del CIS, y a Javier Fuertes, subdirector del CIS. «Gracias a su apoyo, llevo cuatro años largos limpia, sin consumir, abstinente. Hoy tengo muy claro lo que quiero y lo que voy a hacer. Y también muy claro lo que nunca volveré a hacer», reafirma Maggie.

La mirada social

El programa Odiseo no se distinguiría de otros muchos de los que los centros penitenciarios españoles llevan a cabo para ayudar a la reinserción si no estuviese volcado hacia la sociedad. Cuenta José Luis Martín que la idea surgió «de la mano de José Antonio García Quintana, cuando era capellán de Villabona. Ya hace unos ocho años, comenzamos a ir entre tres y cuatro veces a hacer salidas con los internos a colegios e institutos».

Poco a poco se fueron dando cuenta de hasta qué punto la actividad es potente en ambos sentidos. Para los internos de Villabona, porque «comienzan a ver que pueden ser muy útiles para los demás, que sus historias sirven de ejemplo y de referente a los jóvenes». Y para éstos, porque «de repente empatizan con personas sobre las que podían tener prejuicios, y comprenden que lo que les ha pasado a esas personas les puede pasar también a ellos. Ese es el momento clave».

Los alumnos del IES de Infiesto, durante el encuentro con Maggie de la semana pasada. Afesa

Vista esa potencialidad, y tras la marcha del padre Quintana a Martutene tras ser nombrado por los obispos el responsable nacional de la Pastoral Penitenciaria, José Luis mantuvo un «encuentro trifásico con Miriam Basanta y Elena Herrero, que llevaban mucho tiempo colaborando como técnicas de empleo en Villabona con el padre Quintana, y de ahí nació la semilla de Odiseo».

Este programa combina dos aspectos fundamentales. Uno, la formación para el empleo, que no es solo laboral, sino también «de reorientación social y personal», explica Miriam Basanta. El otro, el plan de prevención de recaídas en conductas delicuenciales y de dependencia en la droga, un aspecto muy global que incluye actuaciones sobre «los estilos de vida, el consumo, el menudeo, los colegas que viven en una economía sumergida sin trabajo y viviendo de pequeños delitos».

Las exigencias son muchas, de modo que el programa Odiseo «es restrictivo. Buscamos perfiles en los internos que quieran realmente buscar empleo y mejorar su empleabilidad, así como mantener los trabajos. Además, que tengan su problema de consumo ya controlado, que no estén en consumo activo. Y aquí el problema para no tropezar dos veces en la misma piedra es cuando la piedra te gusta», explica José Luis. Subraya que «es mucho más importante la prevención que el tratamiento». Hemos empezado con Maggie y otro chico, y tenemos cinco o seis en reserva, porque cuidamos mucho el mensaje que se da a los jóvenes y la catarsis que esos encuentros suponen para los propios internos», explica Javier Fuertes sonriendo a Maggie, que le expresa un «gracias, Javier» que llega al alma,

El efecto R. A. P.

Una vez convencidos y reafirmados, los internos de Odiseo «generan el efecto R. A. P., consistente en Romper la invisibilidad ante la sociedad que sufren en la cárcel, Afirmar a través de la mirada de quienes les escuchan que son 'referentes positivos' para sus propias vidas, y Prevenir que los jóvenes tengan relación con la droga».

Con la droga y su mundo, y con otros fenómenos. Maggie vivió la semana pasada, en el Instituto de Infiesto, su primer encuentro con los jóvenes (de tercero de secundaria en adelante). Relata que «una niña me preguntó por el peor momento en prisión. Fue cuando entré y se cerraron las puertas. Me dije 'lo hice, he de pagar', pero es muy duro. Al principio no quería que mi padre viniese a verme tras un cristal. Pero luego me fui convenciendo de que yo valgo y yo puedo. A las niñas, yo, que he sido muy maltratada, les dije que no se dejen, que nadie es propiedad de nadie. Acabamos abrazadas, y ellas me dieron muchísimo con ese abrazo», dice Maggie. A esto, Fuertes le anota que «esos alumnos olvidarán la clase de matemáticas de ese miércoles, pero de tí, Maggie, se acordarán toda la vida, del ejemplo que les has dado. Yo, en tu situación, no tendría el valor necesario para ir a un instituto. Sois muy valientes». Y ella sonríe con ojos húmedos: «Es maravilloso poder llevar mi experiencia a los jóvenes». Muchos institutos, la universidad y asociaciones, porque repensar las drogadicciones es una tarea de toda la sociedad, aguardan su turno con Odiseo. Con Maggie y su sonrisa de esperanza.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcomercio «La coca rompió mi vida, quiero una vida nueva y ser un ejemplo»