Ver fotos
Un dolor heredado de padres a hijos
Hallazgo ·
Tras décadas de búsqueda, las familias acuden a la fosa de La Garba para cotejar su ADN con los restos de las seis personas ya aparecidasMÓNICA RIVERO
Jueves, 11 de agosto 2022, 03:32
El asesinato de un ser querido es «un dolor que se transmite de generación en generación», explica Pilar González Suárez. Ella recuerda con nitidez a su padre sentado en la escalera y gritando por su «hermano del alma». Lloraba a Jovino González, una de las cinco personas ejecutadas por la represión franquista que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) busca en la fosa común de La Garba, en Grado, desde el pasado lunes.
«Mi madre vino aquí cuando lo mataron con una vecina y un pariente, él tenía un brazo fuera... lo reconocieron por los gemelos», detalla la sobrina y ahijada de González. La investigación les ha devuelto la esperanza de poder darle una despedida digna y cerrar heridas.
De momento son seis los cuerpos que han aparecido en la que fuera una trinchera de la guerra civil, situada en el paraje Canto la Piedra. Aunque la asociación no descarta que puedan aparecer «hasta nueve o diez» víctimas. Junto a ellos una hebilla, una llave, una cuchara, un peine, gafas... Retales de una vida que serán restaurados y devueltos a las familias. Han dado con ellos gracias a las historias que, como la tristeza, se han heredado.
«Si hubiera sabido que servirían para algo habría apuntado todo», se reprocha Dolores Menéndez Arias, nieta de José Arias de la Roza. Su madre, Alicia Arias, era la hija mayor de este labrador y lo perdió con 19 años, por lo que durante toda su vida recordó lo sucedido. A pesar del tiempo y de una enfermedad que afectó a su memoria: «A veces se ponía triste, igual no se acordaba de mí pero sí de que a su padre se lo habían matado».
«Las guerras civiles son lo peor que puede existir y la peor de las guerras, entre hermanos, familias, vecinos...», afirma compungida Josefa Díaz junto a su hermano Gustavo, nietos de María Concepción García Álvarez y Enrique Rodríguez Siñeriz, vecinos de Vigaña. Al igual que Arias de la Roza y su mujer, de quienes eran vecinos y amigos. «Ella dijo que si se llevaban a su marido iba ella también», recuerdan los que conocen la historia sobre el trágico asesinato del matrimonio.
No siempre fue fácil contarlo. Aquilino García Arias y Francisco Arias García, también nietos de José Arias de la Roza, recuerdan que al principio «no se hablaba de ello», era «un tema tabú». «Yo me enteré cuando ya era mayor de edad», rememora García. Años más tarde fue un vecino que vivía en la zona cuando era niño quien le indicó dónde estaba la fosa. Una década después y casi con la certeza de que recuperarán a su abuelo ya no hay tanta prisa. «Igual tenemos que esperar dos años a que nos puedan dar los restos, pero no pasa nada, ya hemos esperado cuarenta», afirman esperanzados.
Antonio Sánchez, hijo de Pilar González Suárez, la sobrina de Jovino González, apunta más a los medios que al tiempo: «Lo tenía que hacer el Estado español, tenía que resolver estos temas tan denigrantes, pero ya empezó y ahora no tiene parada; tardarán pero nos los entregarán cuando puedan».
Tras cotejar el ADN de los familiares que por allí pasaron durante la mañana de ayer, la ARMH, espera cerrar hoy mismo la trinchera, donde prevén hallar los restos de Erundina González López, casada y madre de dos hijos, la quinta de las víctimas identificadas, pero no la última.