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La artesana maliaya María Pérez trabaja en uno delos talleres que habitualmenteimparte sobre la talla deazabache.

Azabache, joya negra y amuleto de Asturias

Gema semipreciosa. La cultura generada en torno a ella será próximamente reconocida por el Principado como Bien de Interés Cultural inmaterial

Domingo, 22 de diciembre 2024, 01:00

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El pasado miércoles 18 el Consejo de Patrimonio Cultural del Principado daba el visto bueno a la declaración de la cultura del azabache como Bien de Interés Cultural (BIC) inmaterial, un paso decisivo para su protección que se materializará en decreto del Consejo de Gobierno, previsiblemente en el próximo enero, como informó este diario. Se reconocerá entonces el valor de una tradición y artesanía cuya presencia en Asturias está documentada desde época prehistórica y cuya base material, el azabache autóctono, posee una singular calidad en los yacimientos localizados en la franja de Les Mariñes (desde la costa gijonesa a Tazones), y que sigue siendo una actividad artesanal con relevante demanda comercial en el presente. Su valor antropológico, simbólico e identitario no ha sido menor al de sus cualidades físicas en el contexto histórico de la cultura asturiana. Es, en el sentido más propio, la joya negra de nuestra región.

La historiadora María Fernanda Fernández es autora de la memoria técnica e histórica que ha servido de base al proceso iniciado para su declaración como BIC. En conversación con EL COMERCIO, la experta considera necesario aclarar sobre esta figura de protección legal que «cuando hablamos de patrimonio inmaterial, más allá de su peso histórico y de un interés antropológico, estamos reconociendo una cultura que está viva y que tiene una comunidad portadora de personas que hoy sigan una actividad que se ha venido realizando desde antiguo». Acerca de esto último, en su trabajo, señala numerosos datos que dan fe de ello, desde el hallazgo de piezas talladas en azabache en yacimientos como el prehistórico de Las Caldas o en el romano de Veranes o la cruz procesional del mismo material que custodia el Museo Diocesano de Oviedo del siglo XVI. Un siglo más tarde se documenta en el Archivo de Simancas una concesión de azabache en la zona de Villaviciosa y en 1787 Antonio Carreño recoge la existencia de minas en Oles y otros lugares del concejo maliayo.

La identificación del propio material ocupa un lugar destacado en el estudio de la historiadora, ya que «necesitamos tener claro sobre qué elemento físico se crea esa cultura». En ese sentido cita las investigaciones del INCAR (Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono) y de la Universidad de Oviedo que determinan sobre el azabache que se trata de «un carbón húmico, del rango de los bituminosos (carbón de rango medio) perhidrogenado con propiedades anómalas, derivadas de la incorporación de hidrocarburos en su estructura macromolecular» y que serían los causantes de su excepcional estabilidad: la degradación a largo plazo es prácticamente desdeñable». Su caracterización no es un asunto baladí como subraya Fernández. La prueba de ello y también de la particular calidad y valor del producto autóctono es que ha sido objeto de falsificaciones desde la más remota antigüedad, un asunto, que, recuerda la historiadora: «Actualmente se señala como uno de los principales riesgos, el de la introducción en el mercado de productos que no lo son».

En todo caso, el valor del azabache no solo reside en sus cualidades físicas, sino en las transcendentales o simbólicas que se le atribuyen como elemento protector. La cultura tradicional asturiana es pródiga en muestras que lo evidencian, desde ritos, fórmulas mágicas o religiosas, refranes, o la misma figura de la cigua, común como esas creencias en múltiples culturas.

La industria azabachera asturiana tuvo un notable desarrollo a lo largo del siglo XIX tanto en su producción como en su exportación, principalmente a los emigrantes de América y al Reino Unido, y en su 'Memoria técnica e histórica', Fernández recoge cifras como los 829.335 kilos remitidos a Inglaterra entre 1870 y 1890. En el presente, la situación es muy distinta, a la ausencia de explotaciones se unen otras, tal como advierte la presidenta de la Asociación Azabache Jurásico de Villaviciosa y artesana, María Pérez, para quien la declaración como BIC «es positiva pero hay que ir más allá, creando un sello de calidad que avale qué es realmente azabache evitando el fraude en el que se confunde con lignito. Y es urgente porque en Galicia, donde no hay yacimientos, pretenden implantar su marca de calidad. La protección del Principado debería ser un revulsivo para retomar este objetivo y otros necesarios para asegurar nuestro azabache». Un desvelo al que no parece ajena esta medida de protección.

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