El Camino que Alfonso II inició en Oviedo y conectó Europa
Origen. El viaje del Rey Casto al lugar donde apareció el sepulcro de Santiago lo convierte en el primer peregrino jacobeo
C omo los de Roma, todos los caminos van a Santiago, pero el original salió de Oviedo y el primer peregrino en visitar el lugar del sepulcro del apóstol fue Alfonso II el Casto. Así lo recuerda hoy una placa frente a la estatua del también fundador de la ciudad en el Jardín de los Reyes Caudillos de la Catedral. La inscripción marca el kilómetro Cero del Camino Primitivo, un itinerario que discurre por la misma ruta que siguió el segundo de los Alfonsos asturianos para ver con sus propios ojos el hallazgo y atestiguar que los restos óseos aparecidos en un olvidado edículo funerario de origen romano correspondían a los de Santiago el Mayor. Se tiene por aceptada que esa primera peregrinación tuvo lugar en el año 834 o en torno a él. Poco tiempo antes, un eremita de nombre Paio o Pelayo, localizó el sepulcro en un bosque cercano a Iria Flavia (en el municipio actual de Padrón). La noticia no tardó en llegar al prelado de la diócesis Teodomiro, quien tampoco se demoró en enviar un emisario a Oviedo para comunicarle al rey Casto el prodigioso descubrimiento.
Ese fue el origen del Camino que desde entonces y hasta nuestros días recorrerían peregrinos de toda Europa –actualmente de todos los rincones del planeta– a lo largo de los siglos. Al rey Alfonso II el Casto se debe el primer templo construido en el lugar del sepulcro del Apóstol. La pequeña iglesia «de piedra y barro», según una cita medieval sería sustituida cuarenta años después cuando otro monarca asturiano, Alfonso III el Magno, viajó a Compostela y mandó levantar una basílica en el espacio que luego ocuparía la futura Catedral. Del Magno se tiene por cierto que se desplazó allí al menos en dos ocasiones y que en una de ellas lo acompañaba su esposa, Jimena, la primera peregrina identificada.

El flujo de quienes siguieron los mismos pasos de los reyes asturianos desde Oviedo para venerar el sepulcro de Santiago iría poco a poco creciendo, pero el traslado de la corte a León, acabaría desplazando con ella el itinerario utilidado por los peregrinos. Ese sería el origen del llamado Camino Francés que conocería su mayor esplendor a partir del impulso que le dieron, con el auspicio de la Orden de Cluny, los reyes navarros Sancho Garcés III el Mayor y Sancho Ramírez, así como los leoneses Fernando I y Alfonso VI.
Sería Alfonso VI el que, por decirlo con palabras llanas de hoy, volvió a poner Oviedo en el mapa y por todo lo alto. Su solemne visita a la Sancta Ovetensis para presidir la Apertura del Arca Santa en 1075, situó de nuevo a la antigua capital del reino en el centro y destino ineludible de las peregrinaciones jacobeas. Y es que, parafraseando el famoso adagio francés, si en Santiago se custodiaban los restos del discípulo predilecto de Cristo, en el Arca de la Cámara Santa de Oviedo se veneraban el Santo Sudario y el Lignus Crucis de su Señor. El Camino del Salvador que conectaba desde León el Camino Francés con Oviedo, aunque probablemente ya transitado, se convertiría en una de las rutas predilectas de los peregrinos que viajaban a Compostela. Desde Oviedo les permitía además optar por seguir el Camino Primitivo o el de la Costa. Las reliquias para las que Alfonso II el Casto construyó la Cámara Santa volvían a atraer a los viajeros jacobeos al lugar del que partieron el primer Camino y su primer peregrino.
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