La máquina no puede con el 'homo narrans'
Tecnología y literatura siempre han tenido una relación creativa que ahora se torna amenazante con la llegada de la inteligencia artificial
Literatura y tecnología siempre han estado unidas en lo creativo. Las letras han alentado, imaginado y adelantado grandes ingenios que acabarían por llegar al mundo y baste con releer a Julio Verne o a Isaac Asimov para constatarlo. Esta fructífica unión perdura, pero ahora la tecnología además de inspiradora es amenazante. La inteligencia artificial lo es y no por su capacidad para crear, pero sí para copiar con destreza y sin respetar lo más mínimo la propiedad intelectural. La Feria del Libro de Gijón aborda precisamente hoy esa comunión.
Albert Lladó presenta 'Contra la actualidad. Treinta preguntas ante la robotización del presente', un ensayo que en realidad no se adentra en la tecnología, pero en el que la tecnología lo atraviesa todo, para empezar porque su reflexión busca revelar cómo nos hemos convertido en robots antes de la llegada de la inteligencia artificial. Desde la inercia, desde la repetición indeseada, hemos arribado a ese lugar del que Lladó habla en un libro que muestra también la preocupación sobre las narrativas que han surgido en torno a la tecnología y que en los años previos a la pandemia se situaron siempre en la distopía. Atrás quedaron utopías y ucronías para instalarnos en un fin del mundo auspiciado en buena medida por las máquinas.
Hay autores que sostienen que más que 'homos sapiens' u 'homos faber', somos 'homos narrans', es decir, seres narrativos. Y por esa razón Lladó no teme a la inteligencia artificial. «Somos seres narrativos y eso la inteligencia artificial no lo sabe hacer, sabe copiar muy bien los relatos, pero se queda en la frontera del significado y la diferencia entre el significado y el sentido es lo que nos hace humanos», reflexiona. Un ejemplo entendible: la palabra maricón puede ser un insulto homófobo insoportable y un término cariñoso según quién lo diga o cómo lo diga. El sentido que se le dé a esa palabra es algo que una tecnología no podrá discernir, porque aunque se la pueda entrenar para ese discernimiento, el sentido se resignifica continuamente. «Hay que repreguntarse qué quiere decir ser creativo. Si es ser técnicamente bueno, podemos tener problemas, si es abrir nuevos imaginarios, dotar de nuevos sentidos a lo que estábamos haciendo, esto solo lo puede hacer un ser humano», señala el escritor y filósofo catalán. La máquina puede hacerlo casi todo, excepto poner el contexto, entender que el juego cambia continuamente. Puede hacerlo todo o casi todo, salvo, parafraseando a Platón, actuar cono un animal político.
Vicente Luis Mora presenta hoy 'Cúbit', un libro en el que nos presenta a Ibris, el primer ser creado a sí mismo a través de la inteligencia artificial. «Las máquinas llega un momento en que tienen tal capacidad de procesamiento que son capaces de articular un lenguaje propio que en la novela se hace a través de un código binario de subidas y bajadas de la temperatura y con eso van componiendo un mundo virtual paralelo, consiguen dinero con criptomonedas, constuyen bases secretas para mandar una cohete a la Luna para crear allí a Ibris y traerlo de vuelta». Todo nace de su imaginación, pero la imaginación se destapa y bulle alentada por la preocupación. «El otro día leía una noticia sobre que en el Metro de Londres hay una cámara que analiza el estado emocional de los viajeros, y cabe preguntarse con qué fin, esos datos a dónde van, hay que preguntarse estas cosas en voz alta y yo lo hago a través de la literatura», señala el autor.
No hay miedo, en todo caso, a que los libros pierdan la batalla. Claro está que la tecnología actual jamás podría imaginar ni escribir su historia, en la que incluso juega a ser Julio Verne y se inventa un sistema de cine tridimensional interactivo, pero por mucho que se sofisteque en el futuro, hay una evidencia insoslayable: la alta literatura es pura singularidad. «Una gran novela, una novela canónica del tipo el Quijote o Anna Karenina solo lo pueden hacer ocho o diez personas en el mundo, si nosotros casi no podemos, me extrañaría mucho que una máquina pueda».
Las letras se acompañan de imágenes. De ilustraciones que requieren igualmente de esa creatividad que las máquinas difícilmente pueden alcanzar. Lo sabe bien la ilustradora gijonesa Eva Rami, que precisamente hablará hoy a público a partir de nueve años de lo que la inteligencia artificial está significando en su mundo. La preocuación tampoco está aquí en lo creativo, pero sí en lo laboral, en lo prosaico que apunta al delito, al robo, al plagio descarado del que son víctimas ella y sus colegas. «Hay que hacer entender a la gente que esas máquinas de inteligencia artificial generativa están entrenando con derechos de autoría robados», comienza. Se hacen barridos de imágenes, fotografías e ilustraciones, se toman sin permiso y se trabaja a partir de ellas, obviando que en España y en otros muchos países existen leyes de propiedad intelectual. «Ya hay muchas empresas que están empezando a utilizar estas plataformas para prescindir de ilustradores y fotógrafos», asegura Rami, que considera que se pone así en riesgo la creatividad. «El cerebro creativo no se puede imitar, un ilustrador no dibuja literalmente, aporta una creatividad, un talento, hay que darle alma», afirma. «A la legua» advierte cualquier ilustrador si hay un ser humano detrás de cualquier trazo o lo ha hecho una máquina, porque además comete hoy la tecnología muchísimos errores. «Hay dedos mal colocados, personas con seis dedos, personajes al fondo deformados, porque además quienes utilizan estas tecnologías ni siquiera lo revisan», señala. En definitiva y a modo de conclusión: «Canta bastante».
Pero como las leyes siempre llegan más tarde que el delito, a día de hoy incluso las administraciones públicas tiran de inteligencia artificial para ahorrar costes. Hace poco, un ayuntamiento asturiano promocionó una exposición de fotografía con un cartel realizado mediante estas tecnologías. Y ese no parece ser el camino: «Necesitamos que las administraciones ayuden a defender la cultura», concluye Rami.
El viernes en la Feria
17 horas, Carpa Atalaya. Poesía en en llingua asturiana, con Xosé Anxelu Gutiérrez Morán, 'Les hores de lluz'; Diego Solís, 'Volvemos en seis minutos'; María García Díaz, 'Ye capital todo lo que fluye', y Aida Escudero, 'Esti llugar qu'agora ye nuesu: poemariu neanderthal'.
17 h, Carpa Alborá. Felixina, 17 horas. Mónica Rodríguez, 'Más valiente que Napoleón.
18 h, Carpa Alborá. Literatura y tecnología en charla con la ilustradora Eva Rami. Prioridad público de nueve a doce años.
18 h, Escuela de Comercio. Emili Albi presenta la novela 'Esta vana esperanza'.
18 a 20 h, Espacio Joven Escuela de Comercio. Taller sobre periodismo narrativo con
Federico Bianchini.
18.45 h, Carpa Atalaya. Vicente Luis Mora presenta 'Cúbit'.
19 h, Escuela de Comercio. Narrativa africana traducida al asturiano con Marta Mori e Iván Cuevas.
19 h, Carpa Alborá. Mesa redonda 'Las redes sociales en la literatura infantil, juvenil y new adult', con Nilo Gray, Myriam M. Lejardi, Fran Targaryen y Nerea Pantiga.
19.45 h, Carpa Atalaya. Ensayo gallego con Yolanda Castaño.
Escuela de Comercio, 20 h. Presentación de Ediciones Mahali, editorial especializada en danza.
20.15 h, Carpa Alborá. Monty Peiró presenta 'El diablo vino a mí'.
20.30 h, patio del Antiguo Instituto. JRTeatro presenta 'Diálogo entre esposos', versión teatral del poemario de Miguel Rojo. Con los actores Ángel Cuesta y Dulce Victora Pérez y dirección de José Rico
Carpa Atalaya, 20.45 h. Albert Lladó presenta 'Contra la actualidad. Treinta preguntas ante la robotización del presente'.
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