La cultura activa su alerta roja
Protesta. Los profesionales del espectáculo de Asturias reclaman trabajo y ayudas urgentes. El jueves saldrán a la calle en Oviedo y otras treinta ciudades
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Martes, 15 de septiembre 2020, 02:54
El próximo jueves los profesionales del espectáculo llevarán a la calle su protesta por la situación del sector motivada por la covid-19. Será una movilización simultánea en 28 ciudades españolas, entre ellas Oviedo -donde la cita está convocada a las 19.30 horas en la plaza de la Catedral-, controlada y limitada en asistencia mediante tickets e inscripciones por motivos de seguridad, en la que el movimiento reunido en la plataforma Alerta Roja reclamará un rescate urgente para uno de los colectivos más perjudicados por la pandemia y diversas medidas destinadas tanto a los trabajadores como a las empresas. Los convocantes pretenden visibilizar una situación que califican de «límite» y el reconocimiento de la «vulnerabilidad clara» del sector.
En Asturias, uno de los gremios que están resultando particularmente afectados es el de los músicos de orquestas. Hugo Antuña, de Nueva Banda y secretario de la Asociación de Orquestas de Asturias (Adoa), habla de la problemática de un ámbito profesional «que emplea a un millar de trabajadores y que en torno a las verbenas mueve al año entre 16 y 17 millones de euros». «Estamos sin poder trabajar porque nos lo prohibieron. Según nuestros datos, entre un 60 y un 70% de los profesionales están cobrando un subsidio y el resto, sin percibir nada. Las empresas hemos tenido que recurrir a créditos ICO para afrontar los gastos fijos y tendremos que pagarlos en abril o mayo de 2021, endeudándonos más. Muchos de nuestros músicos han tenido que buscarse la vida en otros sectores y tampoco podremos contar con ellos entonces. La situación es alarmante», afirma. Sus reclamaciones a la Administración pasan por «acceder a la mesa de protocolos de Sanidad de cara al próximo año para exponerles cómo es posible hacer fiestas con seguridad». También por una ayuda al sector, «que podría ser de 4 o 5 millones, un 30% del dinero que mueve, con el que es factible sobrevivir», aunque recalca: «En todo caso, no aspiramos a limosnas, sino a que nos dejen trabajar».
Marga González, del grupo Tekila, también subraya: «No queremos que nos paguen por estar en casa, sino desarrollar nuestra actividad e impedir que acaben con un sector y toda una cadena que hay alrededor». Para la artista, «hay formas de poder hacerlo de forma segura. No entendemos que se permitan otros espectáculos o que los centros comerciales estén llenos. Lo pagan todo con el ocio nocturno y nos incluyen ahí, cuando es posible cambiar las costumbres: una verbena puede empezar a las ocho de la tarde, por ejemplo. Es cuestión de hacerlo bien. Para eso, al menos, deben escucharnos». Su colega, Luismi Fernández, de Assia, remarca: «No somos cuatro amigos que se juntan para coger unes perrines en verano, somos pymes que tributamos como las demás y nos sentimos abandonados. Hubo ayudas, pero muchos no pudieron acogerse y es un sector donde es difícil encajar un ERTE. A ello se suma que ya estábamos tocados, porque el modelo de fiesta de prau lo está. Ahora parece claro que va a haber un antes o un después. Y la desprofesionalización e intrusismo es otra pandemia que ya arrastramos hace años. Espero que nos dejen trabajar a quienes nos dedicamos a la música, aunque temo cómo será el año que viene», expresa. René Rodríguez, de la Orquesta Dominó, califica la situación de «caótica, como es lógico en unas empresas con cero ingresos ya no desde marzo, sino prácticamente desde octubre de 2019 y como mínimo estaremos así hasta abril de 2021. Eso, si mejora la pandemia». Reconoce que, desde el punto de vista sanitario, «es un sector complicado, pero habrá que buscar protocolos para que no resulte imposible trabajar y deben con nosotros. También se requiere una ayuda urgente. Son muchos meses ya y esto es insostenible».
Otro sector especialmente dañado por la crisis de la pandemia es el de las artes escénicas. Miguel Quiroga, presidente de la asociación que agrupa a las 26 compañías profesionales de Asturias, EscenAsturias, afirma que «incertidumbre es la palabra que mejor resume la realidad. Ya arrastrábamos una precariedad anterior y a corto plazo no vemos medidas para reactivar el sector. Si no hay un revulsivo de inversión pública como el que han inyectado otras comunidades no sabemos qué va a pasar». Ve con preocupación que haya instituciones «como el Ayuntamiento de Siero que han suprimido toda su programación cultural. Es inaudito, como si se les ocurre cancelar la educación. La cultura también es un derecho constitucional y un bien esencial», declara. Que también es segura, como proclaman sus profesionales, lo tiene claro: «Todos estamos de acuerdo en que haya medidas de control, pero las actuales son desproporcionadas si las comparamos con el transporte u otros ámbitos. No ha habido un solo reporte en una función teatral, el protocolo se cumple a rajatabla y el público es ejemplar».
Alberto Ortiz, de la Asociación Profesional de Técnicos del Espectáculo de Asturias, alude igualmente a «una situación caótica y lamentable. La mayoría de los trabajadores se han quedado fuera de las ayudas y las empresas en ERTE no saben si sacar a sus empleados de él o no, porque no hay garantía de poder trabajar». Relata que han expuesto en la Consejería de Cultura sus problemas, «que en parte desconocían, pero, aunque haya voluntad de solucionar las cosas, la sensación es de que les ponen palos en las ruedas y no vemos avances». Observa con inquietud que en otros ámbitos como el municipal «los presupuestos para contratación en actividades culturales los trasvasan a ayudas, que es desnudar a un santo para vestir a otro, o lo sucedido con los festejos: hay eventos que se aplazan, las fiestas se eliminan directamente. No veo solución y el próximo año estaremos igual si no hay vacuna, con un tejido cultural aún más deteriorado», zanja.
No mejor es el panorama que vislumbra el promotor José Luis Quirós, de Producciones Mestizo: «Desde marzo sin ingresos y el problema es no tener una perspectiva clara de lo que va a suceder en el futuro inmediato. No se pretende que nos vengan a sacar las castañas del fuego, porque nunca te las han sacado, pero sí que podamos trabajar. En nuestro caso, al hacer cuentas de un evento tratas de meter cuanta más gente mejor y ahora se trata de lo contrario, aunque los costes son los mismos. La solución es difícil», admite. Su reflexión es que «tal vez, en lugar de pensar en parches cortoplacistas, haya que ir más allá, utilizar a las personas que ahora están paradas en generar ideas, nuevas formas de comportarse. Deberíamos poner a actuar la inteligencia colectiva. Todo el mundo debería plantearse de qué manera, conjuntamente, podemos salir de esta situación, que, lejos de ir solucionándose, se agrava, uniendo a la sanitaria una crisis económica y social sin precedentes».