Música Antigua al calor del hoy
La OCAS, Abraham Cupeiro y Héctor Braga inauguran el festival y estrenan dos instrumentos recreados a partir iconografías de iglesias asturianas
La música y los músicos están presentes en las iglesias asturianas no solo poniendo melodías a la liturgia. También se dejan ver en la iconografía. En San Miguel de Lillo, joya única de nuestro prerrománico, se observa un laudista; en las iglesias románicas de Villaviciosa es común advertir a una pareja tocando una viola medieval él y un pandero ella, y en todas es común que aparezcan cuernos. Uno de ellos, el de la iglesia gijonesa de San Andrés de Ceares que lleva años luciéndose en un capitel, se ha hecho realidad a través del proyecto Canteros del sonido. Se ha construido el instrumento siguiendo los dictámenes que corresponderían a aquella época. Y ayer sonó y se vio por vez primera, junto a la rota de Arlós, que se halla en un templo de Llanera, en el concierto que con homónimo título y con el subtítulo de 'Entre cuernos y cuernas' sirvió para inaugurar el Festival de Música Antigua de Gijón. Fue en el patio del Centro de Cultura Antiguo Instituto de la mano de la Orquesta de Cámara de Siero, Abraham Cupeiro, un magnífico solista haciendo magia con karnyx, corna, frula, tilinca, gaida, duduk, kaval, cornetto, y Héctor Braga, que mostró su destreza y magisterio con nyckelharpa, vihuela de arco, rota, gaita de rabil y gaita medieval.
Sonó música anterior al siglo XVIII y sonó un estreno mundial: una obertura orquestal compuesta para la ocasión por el compositor cubano Flores Chaviano, basada en melodías de las Cantigas de Alfonso X el Sabio.
Entre el público presente, Tina Cuadriello, quien se ha afanado a investigar la presencia de iconografía musical en los templos asturianos y quien previamente había ofrecido una conferencia en la Biblioteca Jovellanos de Gijón. En ella mostró con imágenes todas esas presencias en iglesias románicas que van de Villaviciosa –con notables ejemplos en San Juan de Amando o Santa María de Lugás– a Sariego, Pola de Siero, Langreo o Mieres. Ella estudió todo ese arte y publicó años atrás un libro ad hoc. Pero –sostiene– queda mucho por estudiar: de 1800 en adelante no se ha hecho nada: «Aquí ya empieza a haber cartelería, fotografía, hay mucho grabado, hay muchísimo», apunta y lanza el guante.