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Paco Ignacio Taibo II, en Begoña, ante un cartel de la Semana Negra. Arnaldo García

«El promedio de bobos es muy alto»

Paco Ignacio Taibo II. El creador de la Semana Negra prepara nuevo libro para noviembre, escribe sobre Pelayo y confiesa que los homenajes le confunden

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 14 de julio 2023, 02:46

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No pierde el 'punch' Paco Ignacio Taibo II. Este escritor combativo, apasionado y entusiasta que un buen día se inventó la Semana Negra vuelve a ella para hablar de literatura y recibir un homenaje el sábado. No le gusta ese protagonismo, pero se deja querer el amigo íntimo de López Obrador que no es ministro de Cultura de México porque no quiere, que dirige el Fondo de Cultura Económica, la mayor editorial de Latinoamérica, que el sábado acabó una obra autobiográfica y que tiene muy avanzada otra novela con Pelayo entre sus hojas.

-¿Cómo se le quedó el cuerpo cuando vio a su Rufo?

-Inventamos el Rufo de la manera más exótica hace 36 años. Le preguntamos a alguien por ahí 'cómo se llama tú perro', dijo Rufo y se quedó. En 36 años el Rufo ha sido mutante: obispón, gaitero, camarógrafo, Rufa... Cuando en la televisión vi a Ángel levantando el pañuelín y vi que era yo... Me produjo desconcierto. No me merezco ser Rufo.Nadie lo merece. Es un elemento simbólico y yo soy poco simbólico.

¿No le gustan los homenajes?

-No me gustan mucho, me descolocan. Uno está acostumbrado como escritor y director de un festival a subir por los caminos duros, lentamente, la fama te llega con mucho atraso, de repente te descubres a ti mismo diciendo 'he vendido un millón de ejemplares', pero es un 'anda coño', es sorpresa. La Semana Negra fue un hito importante en mi vida, aquí aprendí y enseñé cómo hacer festivales de otro tipo. Cuando nace el festival literario era algo de salón, muy elitista y distante del público llano, y aquí inventamos la fiesta festival, que es todo lo contrario, es la absoluta falta de distancia entre los escritores y la parranda e incluso dijimos 'no es pecado comer un churro con la mano derecha y leer un libro con la izquierda'.

-¿Pero no prefiere el homenaje en vida que en muerte?

-La ventaja de los homenajes en muerte es que no te enteras.

-¿Las medallas sí le gustan? Dos tiene la Semana: el Mérito a las Bellas Artes y la de Gijón.

-Es reconocimiento al fin y al cabo. Hubo años en los que las necesitamos más, cuando estuvimos en medio de las tormentas, cuando una parte de la sociedad gijonesa quería matarnos y descabalgarnos.

-¿La tormenta pasó del todo?

-Creo que ya es muy difícil matar a un festival con tanto prestigio, tantas medallas y tantos años de vida. ¿Cuántas actividades gijonesas tienen eco en Moscú o en Finlandia? Pocas. Hoy en todo el mundo donde hay literatura policiaca, de fantasía, la Semana Negra es un referente.

«A los de Vox hay que dejarles meter la pata siendo como son»

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-¿Recuerda cómo fue el momento exacto en que nació?

-Seguro que miento, porque la memoria es tramposa, es un aparato para mejorar el pasado. Supongo que en una larga conversación con Tini [Areces], que era alcalde de Gijón. Me decía '¿por qué te vas a llevar un encuentro literario a Barcelona si lo puedes hacer aquí?' Entonces la idea de un encuentro literario ya me sabía a poco y dije 'lo que hay que hacer es un festival de nuevo tipo, en el que no tiene que darnos miedo que se contamine de lo festivo'. Tenía unas referencias muy raras: esa idea de cultura popular asturiana proletaria de los años veinte, la Fiesta de la Cultura. El material nutritivo era ese y que la novela negra estaba viviendo un gran momento desde el punto de vista autorial, se estaba editando mucho en España, en Europa iba muy bien y eran autores todos ellos muy ingeniosos, nada pedantes, nada figuritas, gente de infantería, que sabía que el camino de la literatura es el de la búsqueda del lector.

-Decía Vázquez Montalbán que el género negro en España se lo inventó usted en la Semana Negra.

-Manolo casi siempre acertaba en sus juicios. Lo que hicimos fue darle difusión masiva y amarre, pero no había que inventar. Estaban Manolo, González Ledesma, Andreu Martín, Juan Madrid, Julián Ibáñez... Había una producción de muy buen nivel y que empezaba a calar entre los lectores fuerte.

-¿Qué hay ahora?

-Curiosamente, ahora que estoy dirigiendo una editorial en México no tengo la medida de qué está pasando con el género negro. Creo que se popularizó tanto, tanto, que hoy todo el que quiere triunfar que hace novela rosa escribe negra para disimular.

-¿Cambio radical entonces?

-Sí, y la Semana Negra ha sido un foco de referencia tremendo. Estuve en Colombia y Argentina este año y es inevitable que en una conversación que dure más de una hora se oiga 'Gijón', 'Semana Negra'. Es un orgullo para esta ciudad, porque el festival tiene el reconocimiento en la raigambre popular. También ha sabido crecer: empezó con el género negro, se abrió al cómic, a la novela histórica, a la fantasía y la ciencia ficción. Eso le permite no ahogarse.

-¿Pero el género negro puro tampoco existe ya?

-Afortunadamente. Dígamelo a mí que cada vez contamino más mis novelas.

-Vox en el Ayuntamiento de Gijón y un montón de gobiernos.

-La verdad, la verdad, la verdad es que el promedio de bobos en España es muy alto. Que alguien pueda pensar que la salida para una sociedad pueda estar en formas retrógradas de pensamiento, habla mal de una parte de esa sociedad. Pero está bien, porque va a ser reactivo. Deja que sigan prohibiendo obras de teatro, festivales, que digan que no se puede cantar tonada porque eso es pecaminosamente asturiano primitivo, deja que metan la pata siendo como son.

«El sábado acabé un libro que se publicará en noviembre»

-¿No hay que hacer nada pues?

-Sí hay que hacer. Si dejas que te censuren una obra estás jodido. El debate político en los próximos años va a ser cultural.

-Dirige la editorial más grande de Latinoamérica. ¿Le da tiempo a escribir?

-Un rato por las noches. Dirigir una editorial es de una riqueza notable. Publicamos un libro y medio al día, pero es que además tenemos 120 librerías en México y otras treinta más en países hispanoparlantes, contamos con librerías móviles, con 12.000 clubes de lectura. Es una editorial muy fiesta, muy festival.

-¿Le gusta la gestión? Yo no le veo sentado en un despacho.

-Es que logré no tener un despacho. Cambio todos los días. Tengo en la Ciudad de México una docena de lugares de trabajo y despacho donde me da la gana, como en la puerta de una librería. Hago oficina abierta en México y en otras partes de América. Me lo paso bien porque puedo trabajar como yo entiendo la cultura, como un un servicio a la sociedad. Cada vez que gano un lector es un día de fiesta y gano lectores continuamente, muchos de ellos adolescentes.

-¿Son compatibles la lectura y el reguetón?

-¿Por qué no? El problema es decirle a una generación entera de jóvenes algo que ignoran: leer es muy divertido.

-Y leen poco.

-Sí, y van hacia formas de diversión más rápidas y superficiales. Es lo que hay. Yo estoy en conflicto con eso de 'apaga la tele y abre un libro', es 'enciende la tele y lee un libro'.

-¿Qué pasa cuando enciende la tele y se encuentra a su detective Belascoarán en Netflix?

-Desconcierto. Al final me gustó. Tenía mis dudas y tuve que adoptar una posición: 'Es su película y es mi novela, déjalos que lo hagan como le dé la gana'.

-Se está forrando...

-No, gané mucho más con un millón de ejemplares vendidos de la biografía del Che y 300.000 de Pancho Villa.

-¿Qué está escribiendo?

-Terminé una novela el sábado. Se va a llamar 'Los alegres muchachos de la lucha de clases' y es una memoria generacional que empieza con un niño de cinco años en Begoña y termina anteayer. Es una novela que no es novela, es un testimonio que no es testimonio, es un libro de historia de una generación que lo es y no lo es.

-Pero es realidad, no ficción.

-Es no ficción al 90%, prácticamente una autobiografía. En noviembre estará en la calle en México. Y estoy con otro libro muy avanzado, porque siempre escribo varias obras al mismo tiempo, una novela que tiene a Pelayo como personaje. Me estoy divirtiendo mucho, porque es un Pelayo que sabe lo que van a hacer con él los futuros historiadores de la Reconquista.

-Es amigo de López Obrador...

-Somos cuates, sí.

-En muchos jardines se mete con España. ¿Está de acuerdo?

-En algunas polémicas entro y en otras paso. No es mi tema central ese tipo de cosas.

-¿Por qué no quiso ser su ministro de Cultura?

-Porque uno tiene que saber cuáles son sus límites. Yo puedo ser útil dirigiendo una editorial, que es como ser viceministro de Cultura pero más divertido, porque tienes menos ataduras. Ahora que vamos a volver a ganar las elecciones a ver cómo me escapo de la oferta. Quiero seguir dirigiendo el Fondo otros seis años.

-¿Qué le queda por hacer?

-Seguir escribiendo y procurar que no me hagan homenajes en los próximos años porque me demuestran lo viejo que me estoy volviendo.

-Más viejo, más sabio.

-Quiero ser sabio sin ser viejo. La experiencia de lo bailado es de una riqueza enorme, pero, pese a la sabiduría, tienes menos imaginación.

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