«Pepa Osorio es una de las figuras más icónicas que ha dado Gijón»

Si Pepa Osorio siguiera viva, tendría ya sobre sus hombros el peso de 101 años de andadura. Esta artista nació hace más de un siglo y, sin embargo, parece que sus obras son fruto de la actualidad. El Antiguo Instituto acogió ayer la inauguración de la exposición 'Confidencias a grito pelado', que deja ver el universo creativo de esta pintora que, a ratos, también fue grabadora, articulista y hasta diseñadora.

Hoy en día se diría que Pepa fue una artista multidisciplinar y, por eso, Anina Hood, la organizadora de la muestra, recordaba que, con esta actividad, «estamos recuperando a una de las figuras más icónicas que ha dado Gijón a nivel artístico». Ella fue una mujer de vanguardia y su hijo, Pedro Guerra, agradecía «la dedicación, esfuerzo y creatividad» del Ayuntamiento para sacar adelante esta propuesta.

Una propuesta que recorre la historia de esta mujer «que transitó por numerosos caminos expresivos», tal y como rezan las paredes de la sala. Sus inicios, de la mano de Eugenio Tamayo, estuvieron vinculados a la tradición del paisaje asturiano, que pronto quedó atrás para mutar en expresionismo. A Pepa le gustaba experimentar con técnicas y materiales y también reflexionar sobre la sociedad. Por eso mismo, a mediados de los años sesenta, reflejó en sus piezas las condiciones vitales y laborales «menos favorables, a través de gente de la mar, del campo y de los suburbios, así como de los mineros».

La preocupación por estos últimos la llevó incluso a bajar dos veces a la mina «para transmitir sin filtro las penalidades soportadas por ellos», explica Anina Hood. Pero su carrera evolucionó y, ya en los setenta, empezó a fijarse «en la informática y los bancos de datos al servicio de un sistema de poder económico».

Esa inquietud sigue plenamente vigente hoy en día y, en los ochenta, volvió al grabado, «la que fuera su primera faceta artística antes de comenzar a pintar». Y siguió su camino con obras de gran contenido simbólico, hasta que en los noventa presentó su colección «más incomprendida», en la que incluso tuvieron cabida los collages.

Tiempo más tarde, siguió junto a los desfavorecidos con la serie África Llora, en la que «pone de manifiesto la situación humanitaria del continente». En 2004 hizo sus dos últimas exposiciones, justo antes de recibir la medalla de plata de las Artes de Asturias, con la que puso el broche a una carrera artística que fue siempre de vanguardia.