Más de 130 kilómetros a pie sobre el hielo: la travesía del montañero avilesino Manolo Taibo
Completa en solitario una travesía de cinco días para cruzar el lago glaciar más profundo de Norteamérica
Caminar con y sin esquís más de 130 kilómetros sobre el décimo lago más grande del mundo que cubre un área de 28.400 kilómetros cuadrados y tiene una profundidad de hasta 614 metros está al alcance de muy pocos. Si además lo haces en solitario y tienes que arrastrar una pulka con el material necesario, la aventura es ya para expertos. El avilesino Manolo Taibo lo es, en este tipo de retos y en muchos más, por eso es una voz autorizada en el mundo del montañismo en España.
«Tenía muchas ganas de volver a hacer expediciones en solitario», recuerda Taibo. Esta fue su travesía polar número doce, la primera desde 2005, cuando atravesó un campo de hielo en el sur patagónico, «y en ese momento estaba realmente por encima de mis posibilidades, tenía que haber tenido más experiencia para hacerla. Mi trabajo, también en la Federación Española, había sido la seguridad, quiero que sean lo más seguras posibles, y para esa me faltaba experiencia. Era un terreno muy duro y muy peligroso, y también en solitario».
El lago Tinde'e es el lago glaciar más profundo de Norteamérica y permanece congelado durante ocho meses al año. La travesía para atravesarlo tiene aproximadamente 150 kilómetros de sur a norte, «aunque depende de dónde te deje la avioneta, en mi caso fueron algo más de 132 kilómetros», matiza el montañero avilesino.
Para afrontar una aventura así de cinco días no sólo hace falta ser un experto en técnicas de orientación. «La planificación me lleva mucho más tiempo que la realización, y si no es así estamos haciendo algo mal. Esta me costó muchísimo, poco más de un año, para cinco días», explica Taibo. En ese proceso se analiza todo lo que conlleva una travesía sobre un lago helado, desde la logística de materiales, la comida, y, por supuesto, la meteorología, porque lo normal es sufrir en esa zona de Canadá hasta -40 grados de sensación térmica.

«Tuve cinco días brutalmente buenos que nunca había tenido en mi vida. Sé que es poco épico, pero es verdad, no pasé de -27 grados bajo cero de sensación térmica. La agenda de la expedición va en función de los recursos que puedes obtener en ese momento. Sé que el lago hasta junio está perfectamente congelado, y los últimos seis kilómetros me coincide con carretera de hielo», explica.
En esas condiciones favorables el tiempo no fue un problema añadido, aunque la orientación con un horizonte siempre igual no parece fácil. «No sé si desde siempre, o lo he desarrollado, tengo una capacidad de orientación muy buena. Para no saber dónde está el norte es muy difícil. Llevo un dispositivo satelital, que es mi sistema básico de seguridad con el que me puedo comunicar si hay algún problema, y GPS, pero también brújula y plano», añade.
¿Cómo se gestiona el miedo a caminar sobre un lago helado? ¿Es una cuestión de fe? Taibo lo tiene claro: «Fe era la que tenían las personas que entraron en el Lago de La Ercina congelado, empezaron a pegar botes dentro y se hundieron. Los he cruzado todos en Asturias, con esquís, raquetas, desde veinte a cuatro centímetros de espesor como mínimo... En el caso del Tide'e, en los últimos kilómetros hay una carretera. ¿Se puede abrir? Sí, pero tenemos estrategias para cruzar las grietas que se abran. Al ser tan grande, casi funciona como una banquisa de hielo, también las corrientes forman placas, crestas de presión...».
Dormir solo en medio de un lago helado debe ser otra aventura dentro de la travesía, aunque la zona es tan inhóspita que no invita a llegar lejos ni a los posibles depredadores. «En medio del lago hay fauna cero. Es una zona de osos, reserva de bisontes, caribous o renos, pero no entran. La primera noche hice unos 20 kilómetros, el resto de días más, una media de 28. Me encontré con un zorro ártico, de pelaje blanco, y me extrañó mucho», recuerda.
Las noches en solitario
La dificultad de la noche es más bien otra: «La parte más dura no es caminar, sino montar el campamento, deshacer el hielo para tener agua, prepararte la comida, el agua del día siguiente para el termo, dormirte, levantarte, hacerte el desayuno, desmontar la tienda...».
Tampoco es fácil encontrarse con humanos. «Es difícil, nunca me ha pasado encontrarme con otra expedición, sí con gente con trineos de perros, pero en este caso no me encontré con nadie hasta últimos seis kilómetros».
Una de las cosas que más ha «enganchado» a Manolo Taibo de este tipo de expedición es «la falta de orografía, la falta de paisaje diverso. También el poco sonido, muchas veces me molesta el ruido que hago al arrastrar en la nieve la pulka y los esquís, pero esta falta de estímulos exteriores es una de las cosas que más me atrae. Tengo que mantener la concentración en lo que hago, pero a la vez empiezo a tener una percepción interior profunda. Tengo compañeros que dicen que es una especie de yoga».
En la vida de un montañero no cabe el miedo. «No se trata de ser valiente o temerario, pero el conocimiento hace que no te afecte el miedo», reflexiona Manolo Taibo, que ya piensa en su próximo reto, «porque es un veneno, sé que muchos cartuchos no me quedan. En junio cumplo 65, nuestra generación no es la anterior, hemos tenido una mejor vida, el deporte ha evolucionado, la mentalidad y este tipo de actividades requieren experiencia, paciencia». Ya tiene perfiladas tres posibles aventuras, aunque a corto plazo le gustaría que este último proyecto se extendiera a los colegios avilesinos, como algo divulgativo, pero también para formar a las nuevas generaciones.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.