El campeón amante de lo 'vintage'
Marcos Granda es una apasionado de la gasolina y la carburación que se abre camino en unas competiciones de motos clásicas poco arraigadas en nuestro país
En muchas ocasiones se dice que las pasiones se heredan de padres a hijos, siendo la cultura por las motos uno de los claros ejemplos de estas palabras. Marcos Granda, langreano de nacimiento, pero gijonés de adopción gracias a un piso que tenían sus abuelos enfrente de la escalera 8 de la playa de San Lorenzo, da fe de que su amor por estas máquinas de dos ruedas le viene de su progenitor.
«Me acuerdo de bajar a Jerez de la Frontera de paquete con él, montado atrás, en la moto», recuerda Granda, quien reconoce, en cambio, que sus primeros escarceos con la competición no fueron sobre dos ruedas, sino en un coche, con el que disputó varias pruebas del Campeonato de Asturias de Rallys entre 2004 y 2008. Hasta que su principal patrocinador decidió cancelar su apoyo.
A partir de ese momento, este gijonés decidió centrarse en sus estudios, pero sin abandonar nunca su pasión por el motor. Especialmente, por las monturas clásicas. «La cultura 'vintage' me viene también por mi padre, del que tengo todavía alguna de sus motos», explica Granda. «Me gusta mucho la mecánica y todo lo que sea gasolina y carburaciones. También la melancolía de todo lo 'vintage', que parece que cada vez queda menos. Todo coche y moto a gasolina, sea antiguo o moderno, me gusta», hace hincapié el piloto.
Esta afición le ha llevado a contar con un garaje repleto de auténticas joyas, como el icono del motocross, una Honda CR 500 de 1993; del asfalto, una BMW R90 s Scrambler del 74, que fue la primera moto de pasar los 200 kilómetros por hora, y una Suzuki Hayabusa del 99, que fue la primera en superar la barrera de los 300. Además, no solo acumula vehículos de dos ruedas, ya que tiene como otro de sus ojitos derechos un Chevrolet C10 V8 del 75 que trajo de California.
Esa vida rodeada de gasolina le llevó en 2017 a debutar en un tipo de pruebas poco arraigadas en nuestro país: las 'flat track'. Carreras que se disputan sobre óvalos de tierra y en las que las motos no llevan frenos delanteros.
«Es un deporte que está pegando fuerte en muchos países de Europa y, especialmente, en Estados Unidos. Estuve el año pasado allí viendo algunas carreras y es un gran espectáculo», dice el gijonés, quien es autodidacta ya que ha construido en su casa un circuito de 'dirt track' para poder perfeccionar sus dotes sobre la moto. Hoy afronta uno de sus grandes retos deportivos, que no es otro que lograr la victoria en el Hipódromo de San Sebastián, donde se celebra la prueba de 'flat track' enmarcada en el Festival de Wheels & Waves, que se viene desarrollando desde este miércoles en Biarritz, Hondarribia y Donostia.
«Llevo varios años quedándome a las puertas y me gustaría ganarlo este año, aunque la competencia va a ser dura, con rivales franceses e ingleses», apunta Granda, quien el miércoles inició su andadura en el festival revalidando, ante más de cien pilotos, su triunfo de 2023 en la prueba de velocidad Punk's Peak Sprint Race, a lomos de su R90S, en las laderas de Jaizkibel.
En el horizonte de este nostálgico del motor aparece el sueño de que se cree un campeonato de España y poder lograr el título.
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