El economista que restó para sumar
Adrián Pumares. Hijo y nieto de mineros, la carrera de Económicas le ha servido al candidato de Foro para multiplicar el trabajo tras la división de su grupo
Sábado, 13 de mayo 2023, 01:41
Ha restado para sumar. Ha dividido para multiplicar. A buen seguro, los conocimientos adquiridos en la carrera de Económicas, así como un carácter «tranquilo, conciliador, que te da seguridad en los momentos difíciles», dice la presidenta de su partido, Carmen Moriyón, le han servido al candidato de Foro a la Presidencia del Principado para salir a flote de una legislatura en la que su partido se partió por la mitad y le situó en un liderazgo inesperado.
Porque Adrián Pumares (Laviana, 1989) no ha buscado el protagonismo político. Hijo de minero (es un clon de su padre, José Manuel) y nieto de minero (guarda como un tesoro el casco de su abuelo José Manuel), despejó rápido la mina de su ecuación vital, al apostar por licenciarse en Económicas en Oviedo.
Sin vinculación pública con la política, se afilió a Foro en los inicios de ese partido creyendo el mensaje de renovación lanzado por su fundador, Francisco Álvarez-Cascos, que dejó ser el 'general secretario' del PP para convertirse en presidente de Asturias con Foro en la legislatura más corta de la historia de la comunidad autónoma.
En la antítesis de su antiguo jefe de filas, el actual candidato de Foro pudo ocupar, pero renunció a ello, un puesto de concejal en el Ayuntamiento de Laviana. Era 2015, su tocayo y vecino, Adrián Barbón, era alcalde y él decidió seguir en la empresa de logística Cárcaba Grupo.
«Entró como becario, pero pronto se vio que tenía un potencial espectacular. Como trabajador es muy serio y responsable». Quien da fe de ello es su exjefe, Federico Espina, el mismo que vio como en la siguiente cita electoral, la de 2019, el nombre de Adrián Pumares ya no estaba entre los de su plantilla. «Lo sentimos mucho. Él le dio vueltas a la idea, cuando le ofrecieron ser secretario general de Foro. Le dije que se lo pensara y lo hizo. En unos meses nos confirmó que quería dar el salto».
Y saltó, aunque en aquel momento ignoraba la longitud que tendría la zancada. Porque el resultado electoral no fue el esperado y la candidata entonces, hoy presidenta de Foro y aspirante, a su vez, a volver a la Alcaldía de Gijón en la que estuvo ocho años, Carmen Moriyón no recogió el acta de diputada, lo que le convirtió a él en portavoz de un grupo que completaba Pedro Leal.
Uno más uno no son dos
Y las matemáticas volvieron a entrar en su vida. La resta de diputados y la multiplicación de problemas internos se tradujo en la división de la formación. La relación entre el partido y su fundador saltó por los aires, con acusaciones de apropiación indebida que acabaron con Cascos en el banquillo y un grupo parlamentario roto: Pumares, por un lado. Leal, por otro.
Una ruptura que se cargó la regla matemática. De repente, uno más uno dejó de ser igual a dos. Pese a ser expulsado del partido, el segundo de Adrián Pumares, que hizo honor a su apellido a favor de Cascos, permaneció en el grupo durante toda la legislatura, ocupando su escaño y participando en todas las comisiones.
Así, el chaval de Laviana que no quiso ser concejal ni aspirar a presidente del Principado se encontró de frente con la portavocía de su grupo, con su excompañero remando en contra y siendo el blanco de las críticas, algunas sobrepasando todos los límites en forma de cartel publicitario, de la ultraderecha.
«Para mí fue un descubrimiento», confiesa la presidenta de su partido. «Para la juventud que tiene, en los más momentos difíciles siempre supo darnos tranquilidad todos. Incluso cuando pasamos momentos críticos en el partido, siempre estuvo ahí con esa tranquilidad y ese aplomo».
Unas características que ya conocían en Cárcaba. «Aunque en las distancias cortas es una persona muy cercana, que le gusta quedar con los amigos, preparar una paella, trabajando es muy serio, muy profesional. Como trabajador es espectacular», insiste Federico Espina.
Y eso que, lamenta Carmen Moriyón, «estos cuatro años han sido muy duros, ha estado muy solo o, peor, acompañado de un compañero que lo que hacía era ponerle la zancadilla siempre que podía. Ahora está feliz, porque ya no tenemos encima ningún nubarrón».
De ahí que, en esta ocasión, nadie tuviera ninguna duda de que Adrián Pumares sería el candidato de Foro a la Presidencia del Principado. «Es muy buen compañero y muy buena persona. Toda la comisión directiva, todos los concejales hablan con gran cariño de él. Siempre trata de resolver los problemas de la mejor manera posible. Le llaman y siempre está, siempre escucha», asevera Carmen Moriyón.
Y de eso, de que le llaman «y siempre escucha» tiene buena prueba una repostera valenciana que vino a Asturias para un trabajo temporal y acabó dando el sí quiero a la región... Y al candidato de Foro a presidirla.
«Vine en 2018 a un trabajo temporal, para conocer la repostería asturiana, y pensaba volver a Valencia al final del verano, pero ya le conocí en Gijón y todos los planes cambiaron». Silvia Rodríguez, cónyuge de Adrián Pumares desde julio pasado, no sabía «que se dedicaba a la política» cuando conoció a su hoy marido.
Pero sí le apoyó en su decisión de dedicarse a pleno rendimiento a su labor en la Junta y en el partido. «Y ahora somos tres: él, yo y su móvil», una actividad tan intensa que «no recuerdo la última vez que estuvimos tiempo para una cena o una salida juntos, pero, desde luego, el móvil siempre está», bromea.
Confirma ella que la seriedad y la discreción son innatas en Pumares. «Es muy serio, muy tranquilo, pero eso no significa que no sufra la tensión que le genera lo que le rodea, que lo hace». Pero no lo expresa. «Yo, a veces, cuando me enfado doy alguna voz. Adrián no. Siempre me dice 'Tranquila, Carmen, ya lo arreglaremos'», confirma Moriyón.
Una seriedad que no significa «que no sea, a la vez, una persona muy cercana con la que te lo pasas muy bien», apunta Rodríguez, aunque en el último año y, sobre todo, en esta campaña, «apenas tenga un respiro», confirma su cónyuge.
«Es infatigable»
Recuerda ella que la únicas vacaciones en todo este tiempo «fueron nuestra luna de miel» y este año «la cosa está difícil, porque no solo son las elecciones y lo que ocurra después, sino que mi profesión y la suya tienen horarios incompatibles. No puedo coger vacaciones en agosto ni en festivo o navidades», explica.
Los comicios y las posteriores combinaciones electorales que de los resultados surjan son los culpables de que el regalo sorpresa que ella tenía pensado para el 34 cumpleaños de él «en junio próximo» quede pendiente. Tanto que hasta se puede desvelar: «Quería regalarle un viaje a Nueva York, pero tendremos que esperar a un momento mejor, que no sé cuándo será», bromea.
Un viaje que le da menos vértigo que lo que pueda pasar el día 28. «No sé qué ocurrirá. Aprovechamos cada minuto para estar juntos. De hecho, voy con Adrián a muchos actos, porque no hay manera de vernos», dice entre risas mientras confiesa su gran timidez. «Voy con él, pero me escondo de las cámaras».
Y en esas citas ve lo mismo que Moriyón: «Es infatigable». Tanto que roba horas al sueño para leer «lo hace a diario y a una velocidad increíble», dice Silvia Rodríguez. Para leer la guía de Nueva York tendrá que volver a multiplicar. Esta vez, días de vacaciones.
Podría ser una pelota de rugby, de las que tanto atrapó, pateó y, casi literalmente, machacó en su época de jugador del equipo Pilier Rugby Club de Grado. Podría ser una calculadora, la que utilizó durante la carrera de Económicas y, después, en la empresa de logística en la que trabajó. Incluso podría ser un libro, de los que, según cuentan quien más le conocen, devora a una velocidad inusual.
Pero, Adrián Pumares, hijo de minero y nieto de minero, no podía tener otro objeto fetiche que un casco de minero. Y no uno cualquiera. «El casco de mi abuelo, minero en el pozo El Candín». Un tajo en el que se empleó a fondo su abuelo José Manuel y su padre, que heredó el nombre y la profesión de su progenitor. Un casco en el que está grabado el nombre de su referente. Del que fue picador, allá en la mina.
«El casco de mi abuelo, minero en el Pozo Polio»
Podría ser una pelota de rugby, de las que tanto atrapó, pateó y, casi literalmente, machacó en su época de jugador del equipo Pilier Rugby Club de Grado. Podría ser una calculadora, la que utilizó durante la carrera de Económicas y, después, en la empresa de logística en la que trabajó. Incluso podría ser un libro, de los que, según cuentan quien más le conocen, devora a una velocidad inusual. Pero, Adrián Pumares, hijo de minero y nieto de minero, no podía tener otro objeto fetiche que un casco de minero. Y no uno cualquiera. «El casco de mi abuelo, minero en el Pozo Polio». Un tajo en el que se empleó a fondo su abuelo José Manuel y su padre, que heredó el nombre y la profesión de su progenitor, aunque en El Candín. Un casco en el que está grabado el nombre de su referente. Del que fue picador, allá en la mina.