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Asistentes a la falsa inmobiliaria, atendidas por una supuesta comercial.

Se alquila: infravivienda compartida

Sensibilización. Mar de Niebla monta una falsa inmobiliaria para mostrar la realidad de las personas sin hogar y concienciar sobre sus problemas

EUGENIA GARCÍA

Martes, 7 de diciembre 2021, 01:00

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Lucas tiene 59 años. A raíz de la crisis de 2008 perdió su empleo en la construcción tras treinta años cotizados y pasó a depender de la prestación por desempleo. La prestación dio paso a un subsidio de 426 euros mensuales y los problemas económicos y el desgaste acabaron con su matrimonio. Sin dejar de buscar empleo, trató de alquilar una vivienda para comenzar su vida independiente, pero llamada tras llamada, la respuesta es la misma: «Tus ingresos son inembargables y no tienes avalista: no hay opción de arrendamiento». Así que tiene que buscarse un plan B y, aunque no le guste la idea, alquilar una habitación por la que le piden 230 euros sin incluir los gastos de luz y gas. Él, que lo que menos imaginó en su vida fue que iba a tener que sentarse a pedir en la puerta de un supermercado para completar sus ingresos o acudir a comedores sociales, lo hace.

La suya es una de las seis historias reales, con nombres ficticios, que la asociación Mar de Niebla ha dado a conocer en una campaña para sensibilizar a la población sobre la realidad de las personas sin hogar. Una realidad que en Gijón afecta a Isabel, Ramón, Lucía, Jose, Tania y otras muchas más personas -en un conteo realizado en noviembre de 2019 se contabilizaron 439 personas sin hogar, de las que 142 pernoctaban en la calle y el resto en casas o naves abandonadas, chabolas o infraviviendas- y que trataron de acercar con una curiosa acción realizada el pasado 9 de noviembre.

Dos de los participantes en la campaña comparten impresiones.

«Nos cedieron el local de una antigua inmobiliaria y una agente instruyó a quienes realizaron la acción», explica Andrea Vega, una de las responsables del programa Eslabón. Tirando de imaginación redactaron anuncios transformando, por ejemplo, un cajero en un espacio con «calefacción, aire acondicionado y puerta blindada» o una nave industrial de El Natahoyo en un «loft de 150 metros cuadrados con posibilidad de 5 habitaciones, baño y garaje». Seis parejas se interesaron por las supuestas viviendas y, tras conocer sus prioridades, se les ofreció un tour virtual. En lugar de los hogares que esperaban, se les mostraba una infravivienda real de la ciudad que comparten varias personas. A los impactados participantes se les explicó que se trataba de una acción de concienciación y entonces llegaban las reacciones, que iban de la sorpresa a la empatía: «Esas condiciones no son aptas para vivir», reflexionaba un chico. «No te lo imaginas, hasta que no lo ves no te das cuenta», decía una mujer, mientras que otra participante apuntaba: «Si para alquilar una vivienda te exigen un montón de papeles, no me imagino a una persona que vive en la calle...».

Como explica Andrea, la historia de Lucas no es única: «Hay personas que quieren dejar su situación de sinhogarismo y buscar una vivienda, pero como no tengas ingresos embargables o avalista no hay manera de acceder a un contrato y muchos, aunque tengan ayudas, acaban pagando hasta 250 euros por habitaciones de alquiler en infraviviendas y sin contrato y, por tanto, sin posibilidad de empadronarse para acceder a otras prestaciones». Cuando empezaron a trabajar en esto, dice, querían denunciarlo. «Ahora nos encontramos incluso preguntando si no tienen alguna otra habitación disponible, porque a veces es la única alternativa a la calle».

Una de las estancias de la infravivienda mostrada en el vídeo. imágenes: mAR DE NIEBLA

Un hogar es más que un techo

En estos lugares «a veces viven varias personas que entran y salen y a menudo hay conflictos o desalojos», pero en vidas en las que el largo plazo no existe a veces son las soluciones más estables. Al fin y al cabo los recursos temporales son limitados: al albergue, por ejemplo, solo se puede recurrir siete días al mes.

Detrás del sinhogarismo, que no es solo la falta de un techo sino de un lugar donde «hacer un proyecto de vida, guardar tus cosas y construir recuerdos», suele haber vidas truncadas. «No conozco a nadie que viva en la calle porque quiera. Todo va sumando: la falta de ingresos, la inestabilidad, la salud mental, el consumo de sustancias... Va encadenado». Y para poder salir de situaciones así de complejas, el primer paso es una vivienda digna.

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