La avenida de Castilla estaba cruzada por el río Cutis y se empezó a habitar hace 70 años
Esta vía era el extrarradio en 1921, tuvo una fábrica que absorbió El Gaitero y no comunicaba con Castilla, estaba estrangulada. Aquí nació el gran parque asturiano.
Rafael Suárez Muñiz
Viernes, 22 de marzo 2024
Va a sorprendernos, sobre todo a los que hayan nacido después de 1967, la cantidad de curiosidades que esconde la avenida de Castilla para ser una vía tan corta (4 tramos) y para no haber tenido caserío en su lado de los pares y haber sido muy escaso en el de los impares.
El extrarradio y el Cutis
Por un lado, esta avenida partió el primitivo barrio de La Arena en dos: el ensanche decimonónico para vivienda burguesa se definió en la mitad occidental hasta la calle Capua y la previsión de espacios públicos abiertos hasta la orilla del Piles, donde se hicieron el parque de Isabel la Católica y El Molinón. Las Ordenanzas Municipales de 1921 determinaban que los límites del casco urbano eran la avenida de la Costa por el sur, la avenida de Castilla por el este y la calle Pedro Duro por el oeste. En ese perímetro estaba la ciudad medianamente consolidada, aunque la avenida de Castilla ni eso: era puro extrarradio. Como dato a tener en cuenta: hacia 1930 el grado de «edificación» (de altura media) se localizaba entre las calles la Playa y Premio Real.
En marzo de 1920 recibió el nombre de avenida Pérez Galdós, posiblemente en honor a las dos visitas que el literato rindió a Gijón; pero, desde agosto de 1941 fue bautizada como avenida de Castilla. Seguramente coincidiendo con la inauguración parcial del parque de Isabel la Católica.
Este era el camino tortuoso con el cruce de la avenida de la Costa. Las casitas de la izquierda se derribaron para ensanchar la avenida al igual que se derribó el murete perimetral del jardín de la fábrica de sidra.
Ahora que está de moda devolver cosas sustraídas del Ayuntamiento, el que suscribe ha podido acceder a verificar cómo en el Plano de Gijón de Miguel García de la Cruz de 1913, que no se encuentra en el Archivo Municipal, por la avenida de la Costa y de Castilla bajaba el ramal oriental del río Cutis a desaguar a las charcas del Piles. Algunos de nuestros mayores recuerdan ver este arroyo y tener que saltarlo incluso en la década de 1940.
Primitivamente, lo que hoy es la avenida de Castilla era un camino estrecho y de barro que conducía desde el puente del Piles a la antigua carretera de Villaviciosa (hoy avenida de la Costa). Por su margen occidental quedaba totalmente rebasado por las fincas de Calixto Alvargonzález, que son las que hubo que condonar para ensanchar la calle y posteriormente hacer el parque de Isabel la Católica. Hacia el sur quedaba totalmente estrangulada por una manzana de chalets y palacetes preciosos que habían sido de los altos mandos de la Compañía de Tranvías (detrás estaban las segundas cocheras de los tranvías, convertidas luego en parque). Esas casas se derribaron hacia 1975 para prolongar la avenida por la neonata General Suárez Valdés hasta El Coto.
A la derecha de la confitería Moka, justo donde nació el que suscribe, había una casita con un anuncio de Martini que fue derribada para definir la alineación final de la calle. PD: ¿quién no recuerda y se ha pegado a los escaparates de Moka con los huevos de pascua? Enfrente, ocupando toda esa manzana hasta la calle Ezcurdia, desde lo que hoy es un bazar chino hasta la jamonería de Geras, estaba la fábrica de sidra achampanada Vereterra y Cangas, fundada por los hermanos Rafael y Pedro Cangas Valdés y por Luis Vereterra Estrada en 1896. Ahí también se hicieron las famosas galletas de coco Diamante. Sus sucesores renunciaron a la propiedad en 1967 y fue absorbida por la empresa Valle, Ballina y Fernández, del grupo El Gaitero.
Justo en esa esquina par con la Costa hubo un quiosco de aluminio, enfrente del parque de Cocheras y del famoso semáforo que siempre tiene palomas encima. Otro misterio del que algún día expondremos varias hipótesis. Donde el actual Más y Más, pocos lo recordarán, hubo otra cosa curiosa, entrabas por ese pronunciado pasillo hacia un aparcamiento interior con suelo de botones de goma de color rojo y a la izquierda te adentrabas a un supermercado mayorista IFA, es decir, en el centro-este de Gijón también había un «Supercash».
Una cárcel y un cine
Lo que hubiera cambiado nuestro barrio de La Arena de haberse situado, como propuso Calixto Alvargonzález en enero de 1895, la cárcel del partido judicial enfrente de la esquina con Rufo Rendueles. La avenida de Castilla sería la calle que limitaría la cárcel por el oeste y la cárcel ocuparía el cuadrante noroccidental del parque Isabel la Católica, teniendo como límite meridional la calle Manso. Estaba a más de 250 m de las casas de la población, pero tenía una superficie menor a la solicitada por el Ayuntamiento en el concurso. Calixto les regalaba las tres calles al Ayuntamiento a cambio de hacer ahí la cárcel y también acarrearía con el 50 % de las obras de llevar el paseo marítimo hasta el puente del Piles.
Justo donde contacta la rotonda con la peatonalizada avenida de El Molinón hubo un fielato. ¿Qué era fielato? Pues era una microarquitectura, una caseta de consumos y arbitrios donde un hombre controlaba un fiel. Allí se revisaban todas las mercancías que se introducían en la población tales como bebidas alcohólicas, carne cruda, materias muy perecederas… todo se pesaba y se pagaba en función del acceso. Eran las aduanas de la época a pie de calle. Por eso la Ería del Piles se configuró como el lineal de merenderos-restaurantes que sigue siguiendo hoy, porque se situaban a espaldas del fielato para no gravar más, se quedan en territorio no urbano. Esto lo detallaremos cuando llegue la entrega de la avenida García Bernardo.
En agosto de 1947, enfrente del fielato y ante el Kilometrín, se puso un monumento de piedra en honor a las Brigadas Navarras que por ahí entraron a la ciudad, el 21 de octubre de 1937, para poner fin a la Guerra Civil en Gijón. El costeo del mismo corrió a cargo de la 4.ª División Navarra y la orden de hacerlo fue por parte de Alto Estado Mayor del Ejército. Su firmante fue el doctor arquitecto Manuel García Rodríguez, en el momento que se pudo descubrir que también había sido concejal de obras públicas de Gijón.
En los años 50 de la pasada centuria, varios chalets y palacetes moteaban este entorno, y en la avenida de Castilla hubo varios. Uno de ellos donde estuvo Telepizza y otro que dejó su huella daba a Marqués de Urquijo y tenía bastante jardín perimetral. Por esa razón nos encontramos el vacío respetado en la manzana que ocupó tantos años la tienda de mobiliario y camas de Luis Garcíablanco.
En el punto intermedio se encuentra la zapatería Llorens haciendo esquina con Emilio Tuya, que lleva ahí desde que se hizo el edificio, pero antes fue un solar que conoció una de las cosas más singulares que se vieron en Gijón: el Cinerama. Era una gran carpa semiesférica que recaló en nuestra ciudad en junio de 1973 y en donde se proyectaba con tres cámaras sobre una gran pantalla panorámica cóncava. Tenía una capacidad para 1.032 espectadores. El creador de este ingenio plegable con forma de cúpula fue el arquitecto valenciano Emilio Pérez Piñero.
Justo antes de Llorens estuvo el quiosco de Dulcireino, inolvidable por aquellos caramelos dobles de anillos de naranja y limón, y a su lado la cafetería Mónaco (segunda ubicación) donde un servidor probó por primera vez, en lugar de croissant a la plancha, mojí relleno de jamón york y queso y unas rosquillas inmejorables. Delante, algo impensable para la época, en pleno carril sin parada oficial, paraba el bus del colegio Río Piles, y en la acera de enfrente estuvo el restaurante mejicano Mariachi, recordado por no ser precisamente una referencia gastronómica de calidad pero sí que será recordado en el barrio por ser uno de los primeros que haya tenido Gijón.
¿Quién de la generación de los 80-90 no recuerda la pescadería de Cholo donde asombraban sus peces espada en el escaparate o el pequeño quiosco de Jose o el bar Ulises que aún sigue tal y como quedó al cerrar o la tienda de Moka, de enfrente, que vendía bombas fétidas y polvos de estornudar?
De ser un camino embarrado, tortuoso, cortado y enfangado por las crecidas sobre la ciénaga del Piles a ser una avenida de cuatro carriles. De una importante fábrica de sidra champanizada y las clásicas galletas de coco a tener el primer gran pulmón verde de Asturias o a haber acabado por aquí la Guerra Civil con las llamadas «fuerzas de la liberación». Eso fue la avenida de Castilla, el extrarradio oriental. Esperemos que les guste la próxima entrega. ¡Nos vemos en las calles!