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Inicio de la cabalgata de los Reyes Magos en Gijón. Fotos: Damián Arienza / Vídeo: EC Audiovisual
Cabalgata de los Reyes Magos

Un cálido y multitudinario recorrido de los Reyes Magos por Gijón

Los pajes patinadores y los acróbatas, entre lo más aplaudido junto a unos aclamados Melchor, Gaspar y Baltasar

E. C.

Gijón

Domingo, 5 de enero 2025, 17:58

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Gijón brindó este domingo a los Reyes Magos una de las bienvenidas más cálidas de los últimos años, con 20 grados en los termómetros a la salida de la Cabalgata y miles de gargantas desgañitándose al unísono cada vez que los niños veían aparecer a lo lejos alguna de las carrozas principales. Y es que muchos llevaban desde casi una hora antes del inicio guardando un sitio privilegiado en primera línea de acera, siendo las de la avenida de la Argentina las primeras en poblarse de familias. Algunas con taburete plegable para hacer más cómoda la espera. Y hubo más de un susto cuando, con el tráfico aún abierto, había quien apuraba demasiado su posición. Y es que la contención parecía imposible. «Los coches, Tania, cuidado con los coches», arengaba una madre a una pequeña que, sentada en el bordillo, se afanaba en abrir su bolsa de confeti. Los Reyes aún no habían salido de su cuartel general, y ya había serpentinas haciendo sus vuelos de prueba.

Y por fin, entre aplausos, la banda de gaites Villa de Xixón se encargó de iniciar la marcha desde el pabellón Mata Jove interpretando con gaita, pandereta y tambor 'El camino que lleva a Belén'. Y es que los villancicos y las canciones infantiles (desde 'Heidi' y 'El rey león' hasta 'El patio de mi casa') fueron una constante a lo largo de la inmensa comitiva, ya fuera a cargo de las agrupaciones musicales de distintas cofradías (algunas llegadas de León y Ferrol), con las batucadas de las charangas o con otra banda de gaitas, Saxum, que cerraba el desfile.

Abriendo paso al resto de la cabalgata iban una veintena de miembros de la Guardia Gijonesa, con uniformes rojiblancos que emulaban a los de los Beefeaters británicos, pero sobre los que lucían una gran escarapela con el escudo de la ciudad. Tras ellos, medio centenar de pastores, sin ganado, y la carroza del Belén, donde un pequeño niño Jesús viviente («¡Es de verdad!», exclamaron muchos al paso del pequeño Gael de dos meses), iba alternando la cuna con el regazo de María (Sara) y José (Iván), durmiendo y ajeno a la algarabía durante gran parte del recorrido pero sin perdonar el biberón antes de que arrancara la marcha.

La siguiente carroza era la de la Estrella, ya clásica en esta cita y que representa además un homenaje a la astronomía y a la investigación aeroespacial, con un gigantesco telescopio, un transbordador espacial, un vehículo de exploración lunar… Y a continuación, otro clásico de la cabalgata gijonesa, un grupo de pajes patinadores que en algunos tramos deleitaron a los espectadores formando círculos en los que giraban a toda velocidad. Las tribus orientales daban paso después a la carroza de la paz, presidida por una gigantesca paloma.

Las tribus árabes y la corriente del príncipe Abdeladid, que desfilaba a pie, abrieron paso a la primera de las carrozas principales entre gritos de «¡Aliatar, Aliatar!». Pero era tras un nutrido grupo de patricios y soldados romanos cuando la pasión se desbordaba. Aparecía el Rey Melchor, al que algunos recibían incluso con pancartas, lanzando besos desde una carroza de estreno y decorada con dromedarios. Detrás de un grupo de tuaregs y del séquito de Gengis Kan, llegado desde Mongolia, le seguía en un gigantesco barco blanco y dorado un animoso Rey Gaspar. El Rey Baltasar, que iba precedido de un numeroso grupo de africanos con coloridos trajes tradicionales, cerró el trío mágico saludando desde un trono decorado con la gigantesca cabeza de un tigre y grandes columnas de mármol con capitel dorado.

Pero la comitiva seguía por detrás. Egipcios, visigodos y marroquíes eran la antesala de una carroza presidida por una gran pirámide y un obelisco con jeroglíficos, que no obstante a mitad de recorrido sufrió un percance con la iluminación. A continuación, otra novedad, la carroza del Árbol de la Vida, con un enorme dromedario, un árbol de luz y las siluetas de osos, lobos, águilas… La de los dulces llevaba, junto a enormes piruletas y magdalenas, una gran casa de jengibre que mostraba por detrás una reproducción de la fachada del Teatro Jovellanos. Y el espectáculo lo cerraban, acaparando aplausos y continuas peticiones de «¡Otra, otra!» un grupo de acróbatas que no paró de hacer saltos, piruetas, torres humanas…

Los regalos llegaron en una última carroza decorada con una cúpula que emulaba a las de la catedral de San Basilio de Moscú y despertaban un murmullo con comentario casi unánime: «¡Mira, ese es el tuyo!». Las luces y las sirenas de la Policía Nacional, la Policía Local, Protección Civil y la ambulancia marcaban el cierre de una comitiva que recorrió La Calzada, El Natahoyo y la zona Centro de Gijón durante casi tres horas, hasta finalizar en los Jardines de la Reina pasadas las 20.30 de la tarde.

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