Cien años de adaptación del Muro
Inaugurado en 1915, el paseo vivió dos grandes reformas en 1951 y 1991, para adecuarse a los gustos y necesidades de la ciudad
IVÁN VILLAR
Domingo, 23 de agosto 2020, 00:18
Era una vieja aspiración de la ciudad, pero no fue hasta 1915 cuando Gijón vio concluidas las obras de construcción de su paseo marítimo junto a la playa de San Lorenzo, el Muro, que más de un siglo después es una de sus principales señas de identidad. Por eso cualquier actuación que se lleva a cabo sobre él no está nunca exenta de polémica, como se ha visto estas semanas con la nueva reordenación de espacios entre vehículos, ciclistas y peatones. El Ayuntamiento promete someter en septiembre a debate en el Consejo Social de la Ciudad la conveniencia o no de mantener como definitivos los cambios acometidos al calor de la crisis sanitaria e incluso si es necesaria una reforma integral.
Sería, de ejecutarse, la tercera gran remodelación de un espacio que a lo largo de cien años ha ido adaptándose a los gustos y necesidades de cada época, buscando la relación más adecuada entre la ciudad y la que en el siglo XX, tras la popularización de los balnearios de finales del XIX (La Favorita, Las Carolinas, La Cantábrica, La Sultana...) y con el progresivo crecimiento de Gijón hacia el este, se consolidó como la playa preferida de locales y visitantes, tomando el relevo de la de Pando, hoy Poniente. Tras haberse descartado otros proyectos anteriores, el 3 de junio de 1907 comenzó a construirse el Muro siguiendo el diseño concebido por Miguel García de la Cruz. El entonces arquitecto municipal retomaba una idea previa de Mariano Medarde para levantar un frente de contención frente al mar que se prolongara hasta el río Piles (el puente actual se construyó en 1914, en sustituión de una pasarela de madera), con escaleras y rampas de bajada a la arena frente a cada una de las calles que desembocaban en San Lorenzo. Sobre él concibió una vía de 30 metros de anchura -a la que en 1910, aún en obras, se acordó dar el nombre de Rufo García Rendueles por la contribución al proyecto del entonces subsecretario de Obras Públicas- pensada para ofrecer «un amplio lugar de esparcimiento y un sitio de reunión a donde acudir cuando las pleamares no consientan permanecer en la playa».
Contaría con zonas diferenciadas para «el movimiento rodado» y los peatones, disfrutando estos últimos de una acera de cinco metros de ancho junto a la playa, un paseo entre árboles de siete metros de ancho contiguo a ella y otra acera de cuatro metros en el lado de los edificios. Para vehículos quedaron 14 metros. Como elementos destacados del paseo, un diseño de barandilla que pervive aún un siglo después y unos bancos de hormigón retirados en los años 40 pero de los que aún se conservan algunos en el parque de Isabel la Católica, adonde fueron trasladados.
El carril bici que no fue
En 1933 nació la Escalerona, en 1940 se adjudicó para la construcción del bar Náutico el espacio que ocupaba el desaparecido Hospital de Caridad y en 1942 se proyectó una prolongación del paseo desde el Piles hasta los merenderos de Casablanca, (que no se inició hasta 1950). En 1951 se diseñó la primera gran reforma del paseo, que incluyó la renovación de todo el pavimento, la instalación de elementos como las populares pérgolas de hormigón -concebidas para usos hosteleros y derribadas en 1982- y una nueva distribución de espacios que tenía en cuenta el creciente uso del coche, para el que se reservaron nuevas zonas de aparcamiento y una calzada de seis carriles. En esa actuación de mediados de siglo llegó a proyectarse un carril bici por el centro medio de la calzada que finalmente no se ejecutó.
Casi cuatro décadas después, el Ayuntamiento daba una nueva vuelta al diseño del Muro, que firma el arquitecto Diego Cabezudo. Las obras se desarrollaron entre 1991 y 1993, periodo en el que también se reformaron los jardines del Náutico. Se renovó de nuevo todo el pavimento, se instalaron elementos como los parasoles y las marquesinas y se ganaron cuatro metros de anchura para peatones, a costa de 400 plazas de aparcamiento. La calzada, que estrenó mediana, quedó reducida a cuatro carriles.
Su configuración ha variado poco desde entonces. En 2010 el cruce con la avenida de Castilla se transformó en glorieta y en 2013 el tráfico hacia el centro perdió un carril para cederlo a las bicis. Ahora estas han sido desplazadas al otro lado de la mediana, dejando para uso exclusivo de los peatones 25 metros de anchura junto al mar y reduciendo el tráfico a un carril hacia el Piles.