Cien años del sanatorio de las Dominicas

El Sanatorio Covadonga lleva un siglo prestando sus servicios a los gijoneses en lo alto del barrio de El Coto, pero pocos son los que saben cómo se gestó este centro sanitario y cómo fue su historia. Todo comenzó con la figura de Aquilino Hurlé (Gijón, 1880/Oviedo, 1955), quien en 1902 se licenció en Medicina por la Universidad de Valladolid y, tras trabajar como médico en la Fábrica Metalúrgica de Mieres y con el profesor Marfán, en París, se doctoró en 1912 en la Universidad Central de Madrid. En 1919 decidió retornar a Gijón y fue, junto a los doctores César Alonso y Arturo Toral, cuando decidió fundar un centro sanitario, dedicado a Nuestra Señora de Covadonga, para mejorar la atención médica en la villa.

La solución la encontraron en un viejo caserío del coto de caza del general Suárez Valdés y quisieron contar con la colaboración de las hermanas de la congregación de las Dominicas de la Anunciata, que ya habían desempeñado labores similares en Turón y Sama. Fue el 1 de marzo de 1920 cuando llegaron las seis primeras, con la madre provincial, Jacinta Maciá, a la cabeza, y la madre Dolores Ayats como primera superiora de la comunidad.

El éxito que tuvo el sanatorio desde un primer momento hizo necesario que más religiosas acudieran a colaborar con la labor asistencial. Tal fue así que la congregación llegó a considerar al Sanatorio Covadonga como algo de su propia identidad, por lo que en 1928 decidieron adquirirlo «a un precio muy especial que en aquel momento se podía sufragar» y ya con un importante proyecto de ampliación en mente. Las obras se desarrollaron entre 1929 y 1932, construyendo nuevos pabellones, lo que les permitía atender a más enfermos, incrementar las consultas y reducir las esperas. En 1936 las Dominicas de la Anunciata acometen otra obra, en esta ocasión con el objetivo de dotar de un espacio más digno a la propia comunidad. Pero el estallido de la guerra civil echó al traste con los planes y las hermanas debieron cerrar el centro, al tiempo que las religiosas se refugiaron en Deva. Un mes después del inicio de la guerra tuvieron que dispersarse en parejas entre familias vinculadas de una u otra manera al sanatorio que les dieron cobijo.

La guerra civil pasó una dura factura al Sanatorio Covadonga, pues fue bombardeado, incendiado y saqueado, quedando prácticamente en ruinas. Parecía que sería en final del centro. Pero el final de la guerra y la situación en la que había quedado la población gijonesa, con numerosos heridos y enfermos, no supuso sino un aliciente para las religiosas para reconstruir el sanatorio y retomar su labor asistencial. No les resultó fácil, ya que tuvieron que solicitar un préstamo de 100.000 pesetas para acometer las primeras obras de reconstrucción.

Desde entonces, con sucesivas ampliaciones y reformas, se ha convertido en uno de los centros sanitarios referentes de Gijón y el único de carácter confesional de Asturias. Atiende entre 300 y 400 personas cada día con casi un centenar de profesionales trabajando. Además, una de sus características es que, al tratarse de una fundación, no tiene ánimo de lucro y sus beneficios se reinvierten en incrementar la oferta asistencial.

En 2017, la comunidad de las Dominicas de la Anunciata del Sanatorio Covadonga fue cerrada y las hermanas enviadas a otros destinos. Hubo varios intentos de venta de este centro, pero el conocido en estos meses, a la sociedad local CK supondrá a priori la marcha definitiva de las hermanas.