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Clase particular en la Universidad

Clase particular en la Universidad

El grado de Marina es el de menor matrícula: solo doce alumnos de nuevo ingreso | Los estudiantes valoran el trato directo con los profesores y una cercanía que facilita la participación en el aula. «Es como si volvieras al colegio»

laura mayordomo

Domingo, 25 de noviembre 2018, 05:54

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Las estadísticas oficiales tienen registrados doce alumnos de nuevo ingreso en el grado de Marina, lo que lo convierte en el de menor matrícula de la Universidad de Oviedo. Estudios clásicos y románicos suma quince, mientras que Ingeniería Geomática por un lado y Geografía y Ordenación del Territorio empatan a 19. Son doce, pero en las aulas de la Escuela Superior de Marina Civil aún no han coincidido nunca. De hecho, ni los propios alumnos que acuden habitualmente a las clases saben que son 'tantos'. «Normalmente, en las clases expositivas estamos cuatro o cinco. A las prácticas ya viene alguno más». Pero no más de ocho, que son los que se conocen, ya comparten grupo de 'whatsapp' y hacen piña dentro y fuera de las aulas. Espacios que ellos, los de máquinas, comparten con los de puente, los del grado de Náutica y Transporte Marítimo (21 de nuevo ingreso este curso), porque los dos primeros cursos de ambas carreras son comunes.

«Es curioso, porque en mi época los estudios que tenían más tirón eran los de máquinas y ahora en cambio es a la inversa», cuenta el director, Rubén González. Y no es algo que ocurra solo en Gijón, sino también «en las siete escuelas» de Marina Civil del país. No encuentra explicación a este hecho, como tampoco entiende los altibajos de matrícula que registra el grado de Marina, al que el curso pasado se incorporaron 26 alumnos (hay 30 plazas), pero hace dos no llegaron ni a la decena. Apunta, no obstante, dos posibilidades. La primera, la sentencia judicial que obligó a prescindir de la palabra 'ingeniería' en la denominación del título -aunque a todos los efectos sí es un ingeniería- y que «vestía más de cara a buscar una salida profesional en tierra». La segunda, que la oferta académica del centro sigue siendo «desconocida» entre los alumnos de Bachillerato, pese a las muchas acciones de promoción, y a que «somos una región que mira al mar».

Inserción laboral plena

Lo que no ha variado en los 28 años de existencia de la escuela es la elevada inserción laboral de sus egresados. «La demanda de oficiales siempre es alta. Tenemos una tasa de empleabilidad prácticamente plena», constata González, que destaca además que los titulados en Gijón «están muy bien reconocidos».

Precisamente ésta es la razón por la que muchos de los alumnos de primero de Marina eligieron este grado. «Se supone que es un sector en auge, por el tema del transporte global, y siendo pocos como somos tengo la esperanza de que haya bastante demanda de este perfil», comenta Carlos García. «A mí siempre me dijeron que era de las que más posibilidades de empleo tenía», refrenda el gijonés Pablo González. «Las opciones de trabajo son más variadas y más numerosas que en Náutica, por ejemplo. Además, los de máquinas estamos muy bien vistos», apunta el leonés Rodrigo Prieto, que se cambió a Marina tras cursar dos años de Ingeniería de Telecomunicaciones.

«Ser pocos en la carrera es un plus tanto en las clases como en las salidas profesionales», coinciden todos. Porque en clases en las que es raro el día que se sobrepasa la veintena de alumnos, los profesores los conocen a todos por su nombre, les dispensan una atención «muy individualizada», las clases son más abiertas a la participación y el debate, y no hay problema si uno detiene la explicación para plantear una duda. El compañerismo que reina en las aulas de la Escuela Superior de Marina Civil también se extiende más allá de ellas. «Tienes más facilidades para compartir experiencias y conocer a los alumnos de cursos superiores», destaca Guillermo Cimas, que cambió Administración y Dirección de Empresas por Marina y define lo que cada día vive en estas aulas «como una vuelta al colegio».

Lo que sí echan en falta es una cafetería. «Sabemos que es difícil poner una con tan pocos estudiantes en la escuela, pero podían resolverlo de otra manera que no sea poner una máquina en el vestíbulo», se quejan.

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