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La historia de una «empresa ejemplar» hecha documental

'Costuras abiertas': las mujeres de IKE

Documental de EL COMERCIO. Confecciones Gijón, que cerró hace 35 años, fue la historia de cientos de mujeres en defensa de su puesto de trabajo

Viernes, 7 de marzo 2025, 21:19

Confecciones Gijón, más conocida como IKE, por la marca de las camisas que fabricaba en ciclo completo, se fundó en 1952 por el empresario Enrique López. Con sede en el barrio gijonés de El Coto, llegó a emplear a 700 personas, el 90% mujeres. Durante los años sesenta y setenta su crecimiento fue espectacular. Las crónicas del momento se fijaban en la actividad del Salón Nacional de la Confección y en la Exposición 'Pret a porter' de París. La industria textil progresaba adecuadamente. En 1968 EL COMERCIO calificaba a Confecciones Gijón como una «empresa ejemplar» y «la primera de España» de la que salían al año un millón de camisas. La publicidad del momento hizo famosos eslóganes como «Para IKE no todos los españoles son iguales. Adquiera su camisa IKE a medida» o «IKE primera marca nacional de camisas». Y es que, cuando nadie lo hacía, fabricó camisas con tres largos de manga por talla y se convirtió en un referente nacional e internacional de la moda masculina.

Hasta principios de los años ochenta entrar a trabajar en Confecciones Gijón era un sueño para muchas jóvenes, algunas casi niñas, que con 13 años veían la fábrica como la salvación económica de su familia. La democracia daba sus primeros pasos y las mujeres se incorporaban a un mercado laboral muy masculinizado. El textil era uno de los pocos gremios que acogía mano de obra femenina. Lo normal era que las mujeres trabajaran hasta que se casaran o que su trabajo se considerara un ingreso complementario al sueldo que ganaba su marido. En Confecciones Gijón sólo el 10% de la plantilla estaba compuesta por hombres que ocupaban puestos de dirección o almacén, las mujeres desempeñaban la producción y muchas trabajaban a destajo.

En 1982 el sector textil europeo empezaba a sentir el azote de la crisis provocada por los bajos precios de las producciones procedentes de China. Se aprobaron planes de reconversión para ser más competitivos y se concedieron ayudas a la empresa sin que se cumplieran las condiciones que se exigían. Se iniciaron recortes salariales, bajas incentivadas, jubilaciones anticipadas y despidos. La mayoría de las trabajadoras de Confecciones Gijón tenían 40 ó 50 años, eran jóvenes para jubilarse, pero mayores para acceder de nuevo al mercado laboral. La amenaza real de la pérdida de sus puestos de trabajo despertó la conciencia de unas mujeres que se vieron abocadas a la lucha. Lo hicieron emulando a los hombres procedentes de sectores como la minería o el naval. Con ellos aprendieron a colocar barricadas o a cortar el tráfico. Pero crearon un estilo propio y demostraron una unión y solidaridad sin límites.

En 1986 se exoneró al empresario de todas sus operaciones a cambio de que cediera las acciones a la Consejería de Industria, que colocó al frente de la fábrica a un equipo directivo con la concesión de nuevos créditos. El fracaso se hizo palpable en un año y la Consejería ofreció a la plantilla constituirse como sociedad anónima laboral.

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Las trabajadoras de IKE se enfrentaron a la gestión empresarial, al poder político e incluso a la división sindical. Se encerraron en el Ayuntamiento de Gijón, en la Consejería de Industria y en la Embajada de Cuba en Madrid. Protagonizaron cientos de protestas en las calles, boicotearon actos públicos, hicieron escraches a la entonces consejera de Industria, Paz Fernández Felgueroso y al presidente del Principado Pedro de Silva, se encadenaron en la vías, secuestraron un autobús, tomaron un barco en el puerto de El Musel, inundaron la Plaza Mayor de Gijón y hasta se presentaron a las elecciones municipales. Todo era poco para salvar sus puestos de trabajo y evitar que su lucha cayera en el olvido.

Ningún plan funcionó, nunca se consiguió la viabilidad de la empresa y en 1990 en medio de una protesta las trabajadoras recibieron la noticia del cierre y el cese de la actividad. Decidieron ocupar el edificio de la empresa para que «con el bicho dentro», como ellas mismas decían, fuera más difícil acabar con el conflicto. Y así 180 mujeres vivieron un encierro de casi cuatro años. En ese tiempo hicieron turnos, trabajaron con el excedente de telas para seguir vendiendo camisas y con el dinero que obtuvieron crearon una 'caja de resistencia' para paliar los momentos de mayor dificultad económica. Muchas llevaron a sus hijos al encierro y los hicieron partícipes de sus vivencias en manifestaciones y acciones reivindicativas. Mantuvieron encuentros de mujeres y pusieron en común sentimientos y experiencias que daban aliento para sobrellevar la carga. El 5 de mayo de 1994 abandonaron el encierro después de que les fuera adjudicada la propiedad del inmueble en subasta pública. Un edificio que consiguieron vender a una constructora no sin dificultades.Tardaron más de un año en cobrar el precio acordado. Las trabajadoras de Confecciones Gijón que estuvieron encerradas repartieron el dinero y entregaron más de tres millones y medio de pesetas que tenían en el fondo de solidaridad a organizaciones no gubernamentales. Sin duda, las trabajadoras hicieron de IKE una «empresa ejemplar».

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