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pLos alumnos disfrutaron ayer de una jornada para festejar la primera decada del centro. J. C. TUERO

Diez años de enseñanza sin exámenes

Andolina. El colegio, que ofrece un modelo basado en el desarrollo individual de cada niño, cuenta con 74 alumnos de Infantil y Primaria: «Venimos a clase con ganas todos los días»

LUCÍA BARRIO

Domingo, 21 de noviembre 2021, 16:41

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Sin duda, haber logrado crear este colegio es un sueño hecho realidad. Solo éramos un grupo de madres que empezamos a tirar del hilo sobre una enseñanza más respetuosa y que no estábamos del todo de acuerdo con el modelo educativo tradicional». Es a la conclusión a la que, diez años después de la fundación del colegio Andolina, llega Isabel Álvarez, una de las madres que formó parte de la creación de este centro y cuyos tres hijos han pasado por él. Fue en 2010 cuando un grupo de familias comenzó a recabar información y, poco a poco, pusieron en marcha este proyecto. Ellos se encargaron de la parte legal así como de la búsqueda de los docentes y del espacio adecuado.

Tras meses de trabajo y de compromiso por parte de ese grupo de familias, en 2011 nació Andolina, con un total de 40 alumnos por aquel entonces. Mateo, el hijo mayor de Álvarez, que ahora se encuentra cursando tercero de la ESO en un instituto público, fue uno de los alumnos que formó parte de ese inicio y que aún sigue añorando esta etapa. «Se llevan como un plus la curiosidad, la frescura y esas ganas de aprender», explica Álvarez. Aunque admite ser consciente de que este novedoso modelo educativo puede causar cierto recelo entre las familias, ella ha comprobado en primera persona que los niños que pasan por este centro «no tienen ninguna carencia académica respecto a los que estudian en colegios tradicionales».

Ni un solo examen

Siguiendo esa idea de que el ritmo de desarrollo de cada niño es diferente y, por tanto, sus necesidades no son las mismas, en Andolina emplean un método de trabajo en el que cada alumno se organiza su horario según sus necesidades individuales.

Tampoco hay exámenes, los docentes, que son siete en total -dos para el alumnado de Infantil y cinco para el de Primaria- elaboran un informe que se les entrega al final de cada curso en el que se detalla la evolución de cada niño, en qué destaca, qué debe mejorar, qué le cuesta más... Además, el colegio al ser una cooperativa compuesta por las propias familias tienen una comunicación constante.

El centro, que cuenta con parte exterior e interior, se divide por espacios de trabajo. En el interior del mismo el alumnado trabaja diferentes áreas según el espacio en el que se encuentre, desde una sala una dedicada al juego simbólico y a las construcciones hasta una en la que trabajan la psicomotricidad u otra orientada al estudio del lenguaje y matemático.

La zona exterior, uno de los principales reclamos por parte del alumnado y el cual los docentes tratan de «priorizar al máximo», también cuenta con diversos espacios, desde un taller de carpintería hasta un huerto ecológico. «Siempre que podemos tratamos de que los niños estén por fuera, tienen botas, trajes de agua y de todo. Valoramos mucho el contacto con la naturaleza», explica Belén Beltrán, directora y docente del centro.

Goretti Avello, cuya hija de cuatro años comenzó en el centro hace el pasado curso, está «encantada» por poder educar a su hija en un lugar en el que se sigue «un modelo de crianza consciente y respetuosa». «No ve el colegio como una institución y está sacando su faceta más social y colaborativa», explica.

Silvia, de nueve años, llegó a Andolina hace apenas un curso, procedente del colegio San Miguel: «Cambia mucho, aquí me lo paso genial y vengo al cole con ganas todos los días», admite.

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