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Multitudinario arranque de la Semana Santa entre palmas
La Borriquilla copó de fieles Cimavilla, Begoña y Somió para ver la procesión que recrea la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén
Todo salió a pedir de boca. A las doce en punto de la mañana y bajo un sol que sólo podía augurar un espléndido Domingo de Ramos, el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, salió de la capilla de los Remedios en Cimavilla para bendecir las palmas y laureles de los centenares de personas que se agolparon en el barrio alto. Y así fue. Pequeños y mayores alzaron sus ramos en la plaza de Jovellanos para recibir «el agua de Cimavilla, que tiene la vitamina que da el ser de la villa y hace a los niños más gijoneses», advirtió don Javier, mientras la multitud se desgañitaba pidiendo «¡agua aquí!». Y, a buen seguro, no quedó una sola persona en la plaza de Jovellanos sin bendecir.
Llegó entonces el momento de recibir a La Borriquilla. Al son del himno nacional, interpretado por la agrupación musical Sagrado Corazón de Jesús, los pequeños del paso infantil del Santo Niño del Remedio encabezaron la procesión «algo nerviosos», pero con paso firme y la ilusión que brinda ser partícipes de una tradición tan especial. Allí, a las puertas de la capilla del Remedio, la pequeña Inés aguardaba con ansia, palma en mano, para ver a su primo Mauro, poco mayor que ella, salir en procesión.
Justo detrás del Santo Niño del Remedio, miembros de las tres cofradías de la ciudad transportaban a La Borriquilla, un paso con ruedas «muy fiestero» que imita «la entrada triunfal de Jesús de Nazaret en Jerusalén hace 2.000 años», destacó el párroco. Entre la multitud se encontraba la gijonesa Vanesa Méndez, quien esperaba –como todos los años– junto a sus hijos Fernando y María, de ocho y cuatro años respectivamente, para ver a pasar al burro. «Es el momento que más les presta», señaló. Allí estaba también Antonio Hermida, que sostenía en brazos a su ahijada Carmen, de dos añitos, y presumía sonriente de la palma que acababa de entregarle la pequeña.
Mientras la procesión hacía su recorrido hasta la iglesia de San Pedro, los aledaños de la plaza de Jovellanos también estaban llenos de gente. El Muro, la Plaza Mayor, el Campo Valdés... Decenas de fieles aguardaban a las puertas del templo para asistir, un año más, a la lectura de la Pasión. Gente de todas las edades transmitía su ilusión por comenzar una Semana Santa que este año, al contar con el apoyo de la administración, recupera el protagonismo y relevancia que demandan los feligreses.
El Santo Niño del Remedio y La Borriquilla llegaron a la iglesia de San Pedro y, esta vez, fueron los móviles los que se alzaron para inmortalizar la instantánea. La agrupación musical Sagrado Corazón volvió a interpretar el himno nacional y, a su término, al grito de «¡viva España!» y un sinfín de aplausos, los gijoneses allí presentes cumplieron religiosamente y abarrotaron el interior del templo para «escuchar la palabra de Dios según San Marcos» y prepararse para «acompañar a Jesús» a lo largo de la Semana Santa.
Tradición en Begoña y Somió
La bendición de los ramos y posterior procesión de La Borriquilla es también uno de los actos más multitudinarios en el paseo de Begoña y la parroquia de Somió.
La celebración sacó ayer a las calles a un incontable número de fieles que se juntaron en las inmediaciones de la iglesia de Nuestra Señora de Begoña, así como a lo largo de todo el paseo, para ser bendecidos por el párroco Fidel Gil al ritmo de un joven tamborilero de la parroquia. «¡Ahí la tienes!», gritaba un ciudadano al ver la procesión, mientras los niños esperaban el gran momento con las palmas en alto: «¡Que venga ya!», exigían.
Asimismo, en la iglesia de San Julián de Somió, el párroco Luis Muiña fue el encargado de hacer llegar el agua bendita a palmas y laureles al paso de la procesión.
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