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Alfonso Fuente Vega posa por última vez tras el mostrador de La Puerta del Sol. J. M. Pardo
Ultramarinos de más de 100 años

El definitivo adiós de La Puerta del Sol en Gijón

La jubilación de Alfonso Fuente marca el final del histórico negocio La Puerta del Sol de Gijón, que llevaba ya dos años cerrado. Ahora le espera un traspaso

Miércoles, 25 de diciembre 2024, 09:35

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La familia Fuente Vega, tras 103 años al frente del ultramarinos La Puerta del Sol, ha echado el cierre definitivo al histórico negocio ubicado en la esquina de San Bernardo con la Costa de Gijón. Alfonso Fuente Vega, actual propietario, se jubiló hace apenas tres semanas y, tras dos años con el negocio cerrado por motivos de salud, anuncia oficialmente el final de este referente gijonés con su paso a la 'reserva' «a disfrutar de la vida». El local mantiene abarrotadas de bebidas sus vetustas estanterías de madera desde el suelo hasta el techo. Sus paredes siguen llenas de productos envasados, cajas de madera de sidra, latas antiguas y frascos de cristal.

Sobre el macizo mostrador de madera se apoya Alfonso para recordar con nostalgia los tiempos en los que este emblemático negocio era el escenario del cotidiano recado de ir a la tienda del barrio. Es un local en extinción. La Puerta del Sol hunde sus raíces en 1903. En 1921, su abuelo José Vega, recién llegado de Cuba, asumió el traspaso del negocio, por aquel entonces un bar tienda. Después llegaron su tío Ico y su madre Araceli, esposa del histórico sportinguista Faustino Fuente, quien también era primo del Tarangu. «Se echaban las partidas hasta que los paisanos gritaban tanto que asustaban a la clientela», recuerda Alfonso.

Resistir el pulso urbano

El local, cerrado desde hace dos años, está lleno de reliquias. Tantas que durante la visita de EL COMERCIO un coleccionista irrumpe en la tienda para comprar algunas piezas. No ha lugar. «Quiero ponérselo fácil al siguiente inquilino para que mantenga la esencia y la idea de negocio. Está todo montado para que así sea», apunta Alfonso. Es casi un deseo onírico que su negocio resista el pulso a la jungla urbana que hoy dibujan las grandes cadenas también ya en las pequeñas ciudades.

Lo ideal, apunta, sería un alquiler, un traspaso o incluso una venta con la intención de encauzar un giro que «dé un plus» al centenario negocio de Begoña. Su tío, recuerda, lo reorientó «con mucha visión» hacia la cestería, los accesorios para el campo y la pesca o los productos de la huerta. «El producto asturiano está de moda, aunque, para mi gusto, algo masificado», lamenta el veterano tendero (ya ex), quien, por cierto, aprovecha el foco para criticar la «proliferación de eventos gastronómicos que perjudican a los negocios que estamos doce meses dando el callo».

Arriba, estanterías repletas aún de objetos; a la izquierda, paellera con imanes, cestería y escanciadores y a la derecha, imanes asturianos y al fondo una lechera tradicional. J. M. Pardo
Imagen principal - Arriba, estanterías repletas aún de objetos; a la izquierda, paellera con imanes, cestería y escanciadores y a la derecha, imanes asturianos y al fondo una lechera tradicional.
Imagen secundaria 1 - Arriba, estanterías repletas aún de objetos; a la izquierda, paellera con imanes, cestería y escanciadores y a la derecha, imanes asturianos y al fondo una lechera tradicional.
Imagen secundaria 2 - Arriba, estanterías repletas aún de objetos; a la izquierda, paellera con imanes, cestería y escanciadores y a la derecha, imanes asturianos y al fondo una lechera tradicional.

«Agradecimiento eterno»

Alfonso Fuente habla sin tapujos de los problemas de salud mental que le alejaron del mostrador. «La pandemia fue dura. Entré en una depresión que me arrancó las ganas y la ilusión. No fui capaz de encontrar la motivación», asevera. Ahora, retirado muchos días en su finca de Careñes, busca la tranquilidad mientras disfruta, entre otros, de la calidad futbolística de su sobrino Martín: «Apunta maneras. Salió al abuelo».

La Puerta del Sol busca propietario. Y Alfonso, «con ganas de vivir la vida como se merece», quiere mostrar su «agradecimiento eterno a todos los clientes y proveedores que hicieron posible nuestra trayectoria». Aún sin recuperarse de la pérdia del Savoy de la calle Covadonga, Gijón certifica la pérdida del centenario negocio que alimentó a generaciones de parroquianos.

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