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Autor. Sebastián Miranda, junto al retablo de más de dos metros de altura y cinco de largo. FOTOS: ARCHIVO ABC
Un instante de Cimavilla, medio siglo plasmado en la madera

Un instante de Cimavilla, medio siglo plasmado en la madera

Retablo del mar. La obra de Sebastián Miranda cumple cincuenta años en el Museo-Casa Natal de Jovellanos

MARCO MENÉNDEZ

Lunes, 16 de enero 2023, 16:20

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A las seis y media de la tarde del 15 de enero de 1973 se descubrió en las paredes del Museo-Casa Natal de Jovellanos la obra más carismática del espíritu 'playu', el 'Retablo del mar'. En ese solemne acto participaron el escultor, Sebastián Miranda Pérez-Herce (Oviedo, 1885-Madrid, 1975); el alcalde de Gijón, Luis Cueto Felgueroso, y el gobernador militar de Asturias, el general Verd Moner. Pero muchas vicisitudes tuvo que pasar esta obra para que los gijoneses pudieran disfrutar de ellas durante los últimos 50 años.

Todo comenzó en 1931, cuando Sebastián Miranda tomó sus primeros esbozos de una sesión de rula en la lonja local. Pasaron frente a sus ojos hasta 161 personajes populares de Cimavilla, a quienes pagó 1,50 pesetas a cada uno para que posaran para él. Después, en unos almacenes cercanos al dique de Lequerica, comenzó el trabajo de cincelado para confeccionar un retablo que finalmente quedaría expuesto, el 15 de mayo de 1933, en la Biblioteca Pública del Instituto Jovellanos. Entonces, todo Gijón podía contemplar a personajes de lo más reconocibles, como Piñolín, Peñes Pardes, La Gala, La Bexiga, La Barrabasa, Elvira 'La Tapina', Manolita 'La Príscula', Carola 'La Plomá', Xuan Güisqui, El Balanchu, Pinpón, La Gaviota, El Candasu, La Camperina, El Pintu, La Tarabica, la nieta de La Membrilla, la hija de Carola la de Pedrón y así un largo etcétera de populares vecinos del Barrio Alto.

Pero, ¿por qué hizo Sebastián Miranda este trabajo? La idea le surgió en 1929, paseando por el Muelle junto a su mujer, Lucila de la Torre. Quería demostrar tanto a su esposa como a los críticos de arte que era un hombre con fuerte voluntad y constante en su trabajo.

Pero la guerra civil conllevó la total destrucción de un retablo que había sido expuesto también en el Paraninfo de la Universidad de Oviedo y en Casa Lizárraga (Madrid), donde incluso acudieron a su inauguración el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, y políticos como Indalecio Prieto y Teodomiro Menéndez. Sebastián Miranda, a su regreso de su estancia en París tras el conflicto bélico, tomó la firme decisión de reconstruir su obra. Pero en Gijón encontró una firme oposición y ni siquiera pudo conseguir un local en el Muelle donde poder trabajar. Se fue a su casa de Madrid y comenzó a trabajar en un nuevo retablo, culminándolo en 1972, aunque la muerte de algunos de los personajes originales redujo el número de representados en la obra a 156. En esa época lo presentó en la exposición nacional de arte contemporáneo. Y regresó a Gijón, al que sería su destino final.

Lo que llegó a pagar el Ayuntamiento de Gijón por esta obra fue cinco millones de pesetas. Sebastián Miranda había dejado claro el día de su inauguración que el retablo tenía que estar en la ciudad. «Haré todo lo posible, pero hay que darse cuenta de que yo vivo de esto», dijo, según relata la crónica de aquel día en EL COMERCIO. Y el alcalde, Luis Cueto Felgueroso, estaba decidido a que así fuera: «Aquí es donde le corresponde estar». Es más, añadió que esta obra era «famosa desde antes de la guerra. Es una manifestación artística que ha de llevar el nombre de Gijón por todos los rincones del mundo. Dios quiera, don Sebastián, que a usted le queden muchos años de vida para contemplar su magistral obra, pero que sea aquí». Otros autores aluden a la estrategia negociadora del artista, al asegurar que «tuvo la habilidad de engatusar a la Corporación municipal», a pesar de que fuera «mediante una valoración bastante alta impuesta» por el escultor.

El 'Retablo del mar' representa una instantánea de la vida cotidiana en la rula local. Está dividido en dos pisos. Abajo se puede ver un buen ejemplo de la cantidad de especies de pescado que se subastaban entonces, así como las puertas abiertas de la lonja, por las que se vislumbra el barrio de Cimavilla. En la parte superior se distingue a hombres y mujeres en plena subasta.

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