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Manolo Álvarez, en una foto reciente.
De Somió a Cimavilla

Manolo Álvarez 'El cazador'

Testigos y vivencias de cien navidades

Janel Cuesta

Gijón

Lunes, 8 de diciembre 2025, 00:00

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Es digno de estudio el que en esta época de clara proliferación de gobiernos y una sociedad, ya sea agnóstica, aconfesional o laica, curiosamente cada año se celebran más las Navidades, tanto en lo referente a su duración y luminosidad como en las manifestaciones artísticas en nacimientos, belenes, canciones, villancicos y no digamos el negocio ya sea comercial o gastronómico que 'se cuece' en los finales y comienzos de cada año, cuando, pese a quien pese, lo que históricamente hablando se celebra es el nacimiento del Niño Jesús.

Tampoco descubrimos nada si nos paramos a pensar lo que ha cambiado, tanto el mundo en general como las formas de celebrar la Navidad, desde aquel día (mejor dicho noche) en que nos recuerdan que una estrella se detuvo ante un portal en Belén, a la que grandiosamente iluminada disfrutamos en los jardines del Náutico en Gijón, por citar un claro y próximo ejemplo. Y nada mejor que aprovechar la oportunidad de hablar con Manolo Álvarez González, nacido en la parroquia de Santa Cruz de Jove el 2 de octubre de 1925, y nos relate sus memorias de cien navidades. Recuerda perfectamente aquellos años veinte del pasado siglo en que al llegar diciembre o nevaba o hacía un frío que obligaba a usar guantes, bufanda y pasamontañas para acudir a la escuela del maestro Rufino García Sotura y, al salir de clase, visitar casa por casa y tienda por tienda con sus amigos, cantando y pidiendo el aguinaldo.

Manolo recuerda a sus cuatro o cinco amigos, cantando y tocando unas castañuelas hechas por ellos mismos de tablas de madera, una pandereta también de fabricación casera, y si se unía otro con su armónica, aquello ya era todo un orfeón. La cena de Nochebuena era buena de verdad, porque su padre, Manuel Álvarez Fonseca, era el chófer de Alberto Paquet, consignatario de buques y cónsul de Francia, y pescaba buenos 'pexes' en El Musel; pero eso sí, después de la cena todos a la Misa de Gallo que siempre se celebraba a las doce de la noche del 24 de diciembre.

Como Manolo, nuestro personaje de hoy, tenía buena letra, su padre le encargaba escribir el medio centenar de felicitaciones que enviaba a sus amigos y familiares. Del turrón, Manolo solo recuerda de aquellos años 'lo duro' de almendra y 'lo blando' de Jijona, que muchos creían que ese nombre procedía de Gijón. Llegada la noche de Reyes, muy pronto a la cama para madrugar y descubrir lo que habían dejado en el zapato, pero solo para los rapacinos. Eso de Reyes para los mayores vino muchos años después.

Escopeta de corchos

Manolo recuerda disfrutar de una pelota de goma o de un parchís con el que se iban turnando para jugar todos los amigos del barrio. Un año le echaron una escopeta que disparaba corchos. Todo un acontecimiento. De ahí cree que le nació la afición a la caza, ya que con solo 14 años comenzó a trabajar en las oficinas que Sabino Felgueroso tenía en El Musel y ya con una escopeta de verdad se fue a cazar con unos amigos con tan mala suerte que le explotó un cañón y en la cura de urgencia en la Casa de Socorro perdió un dedo pulgar, con el consiguiente drama familiar, por lo que tuvo que aparcar la caza y dedicarse a la pesca en El Musel y en el Cabo de Torres, amén de las playas del Tallerín y el pedreru de Monte Coroña, cuando echaba la caña y acudían los peces en bandadas o llegaba a casa con la cesta llena de andariques.

Trabajó con Julio Paquet

Mas no todo fue felicidad para Manolo Alonso el recuerdo de las Navidades. El Día de Reyes de 1949 fallecía su padre, que para él lo fue todo en la vida y en su futuro profesional. Tras su fallecimiento comenzó a trabajar con Julio Paquet, del que dice que además de un gran empresario era un padre para los empleados. Les pagaba los estudios tanto a ellos como a sus hijos, les compraba el piso, algunos iban a estudiar idiomas al extranjero... Vamos, que Manolo Alonso dice que todo cuanto tiene se lo debe a sus padres y a don Julio, quien, después de haber trabajado en una consignataria formada por Bertrand y Ruiz de Velasco en El Musel, un buen día le llamó para trabajar de capataz de Aduanas de Paquet, S. A. en la Comisaría de El Musel, donde transcurrió toda su vida profesional.

Además de su entrega profesional a la empresa, que le permitió vivir en primera persona la gran evolución de El Musel, Manolo Alonso siempre tuvo momento para disfrutar de sus dos aficiones, la caza y la pesca. Ahora, con sus cien años bien llevados y con plena lucidez mental, lo que más recuerda son a sus amigos Alfonso Ruiz, Antonio Moreda, Máximo Carneado, Laureano Pérez Carrio, Félix Prendes, Manolín el de 'El Trole', Ovidio el del Hotel Robledo y Juan su yerno, sin olvidar a Ramonín 'El de Rape', que está ahí para contarlo. Y como comenzamos hablando (escribiendo) de las Navidades, Manolo nos enseña la agenda que conserva para llamar a los pocos amigos que le quedan, porque cien años y cien Navidades son muchos. Pero sí tiene muy claro que eso del roscón de Reyes y el árbol de Navidad antes no existía, aunque a decir verdad, tampoco está mal, porque adorna mucho la casa y aporta belleza y alegría. Así que bienvenido sea todo lo que nos aporte felicidad y esa paz que tanto necesitamos, porque la vida es un soplo y si lo dudan pregúnteselo a nuestro personaje de hoy, que ya ha vivido más de un siglo y los años le han pasado volando.

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