«Había ganas de fuegos, fiesta y ambiente»

¿Se acuerdan de aquellas riadas de gijoneses bajando por la avenida de la Constitución o caminando desde la calle de Mariano Pola? Los más valientes, o (ya saben) entrenados, subiendo hasta el cerro de Santa Catalina cargados con bolsas de bebida? ¿Y aquello de no tener mesa para cenar y verse abocados a hacer largas colas en cualquiera de los establecimientos que ofrecen comida rápida y para llevar? Dijeron que la pandemia había dado paso a algo que nunca se supo que era y que bautizaron como 'nueva normalidad', pero lo de anoche en Gijón fue la más viva escenificación de los viejos tiempos, de aquellos de las sonrisas y las ganas de disfrutar la noche por excelencia del verano gijonés. Lo resumían Daniel Pérez y Pilar Magdaleno: «Había muchas ganas de fuegos, de fiesta y de ambiente». Él de Avilés. Ella de Valladolid. Los dos, juntos, en Gijón. Y, por primera vez, viendo los fuegos «porque trabajamos en hostelería y siempre nos habían pillado trabajando».

La noche de los Fuegos es una noche especial donde cada uno, y fueron, como antes, decenas de miles, tiene una historia. O la tendrá y la recordará desde ese mismo momento. Gael nació el 14 de agosto y ayer cumplía 6 años. Su familia vive en distintos puntos del planeta, desde Mallorca hasta Francia. Y él, ya tan pequeño, y con una sonrisa de oreja a oreja, soplaba anoche las velas ya con los primeros fuegos, en el tiempo de descuento. Su familia montó todo un dispositivo para hacer de ese día algo especial. Eso de los recuerdos imborrables. «Llevamos viendo desde las nueve por la webcam del ayuntamiento como estaba la marea, y a las once nos decidimos a bajar». Cuando dice a bajar, háganse una idea, o echen un ojo a la foto de este mismo reportaje: con su mesa, sillas, velas, y todo lo que se puedan imaginar.

La carrera por ser previsores también tiene sus adeptos en una noche como esta. Desde las diez de la noche la barandilla del Muro, de su escalera dos a la 14 ya está ocupada. O los peldaño de la Escalerona, rincones cotizados como pocos, aunque sin reventa. Kenza Choui llegó desde Tánger para visitar a sus amigas. Ellas le habían hablado de los fuegos, y con las mismas, aquí se plantó. «Tenía muchas ganas de verlos». Lo hizo con buenas anfitrionas, porque allí estaban con sus bocatas y su bebida dos horas antes. Para brindar, y todo eso.

Natalia Martínez y Encina Rodríguez también son de las que saben de qué va esto. Porque lo llevan haciendo muchos años. «Con mi padre siempre era tradición ir a comer el perrito y después venir a coger sitio al Náutico para ver los fuegos». Y este año, porque las tradiciones están para cumplirlas, con las mismas, así mismo los hicieron.

También fue un día grande para el 'cascayu', porque siempre se había cortado el tráfico con motivo de la noche de los Fuegos, pero lo que nadie sabía la última vez que lo hizo, la noche del 14 de agosto de 2019 es que, la próxima vez que lo hiciera se diría que estaba haciéndolo por un lugar que algunos han convertido en discordia.

Lo comentado era si este año se verían. Y se vieron. «Ya habíamos visto que con el viento que había eso era bueno», se escuchaba. También, como siempre, quedaba la duda sobre si gustaría. Y gustaron. Y no. Porque si hay algo muy asturiano y de la noche de los Fuegos es que tiene para todos los gustos. Hace décadas, recordarán los más viejos del lugar, incluso con la emoción de si eran mejor los que lanzan de un lado o del otro.

Ríanse de aquello de la distancia de seguridad porque el Muro volvió a vibrar como no lo hacía desde el 2019. Y hoy más, que la Semana Grande quema su último cartucho.

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