

Secciones
Servicios
Destacamos
Por ponernos en contexto: cuando se fundó este periódico (1878) este obrador, con mostrador y salón de té con veladores de mármol y pie de fundición, ya llevaba 28 años en funcionamiento. ¿Dónde? En la esquina de la plaza Mayor con la estrechita calle Acacia; más fácil: en el lugar que hoy se halla la sidrería La Galana. Era una casita de frente estrecho, con tres alturas más buhardilla y dos accesos: al mostrador y al salón de té.
Era, pues, en toda regla, una verdadera confitería que vino para quedarse a endulzar los miles de paladares de gijoneses, asturianos y cuantos forasteros nos visitaron en unos momentos, que no se le escape a nadie, en que Gijón se convirtió en una de las mecas del ocio de la mitad norte del país, esta perla del Cantábrico se convirtió en una estación balnearia y los grandes espacios de ocio vinieron a continuación. Pues bien, la confitería de Fernando ya existía un cuarto de siglo antes de que las casas de baños recalaran en el arenal de San Lorenzo, por poner un ejemplo e incluso un par de añitos antes de que la reina viniera, como diría el profesor Sendín en su tesis doctoral (1990) «a mojar sus carnes» al arenal de Pando.
La confitería abrió en 1850 en manos de Fernando, era pues la primera y más antigua de Gijón, como también lo sería de Asturias e incluso una de las más vetustas del país. Sus últimos titulares fueron Ángel González y Angelina de la Llana, por eso también fue conocida como la confitería de Ángel González. Otro logro curioso es que tampoco ha sido superada hasta la fecha por otra confitería con un mayor periodo de vida ininterrumpida y sin cambio de local. Si comparamos con Casa Rato (1882-1971), Camilo de Blas (1915) o La Playa (1921): la confitería de Fernando / de Ángel González estuvo en servicio ininterrumpidamente y en el mismo local desde 1850 hasta 1969, es decir, 119 años seguidos abierta en una de las ubicaciones más prestigiadas de la villa.
Los vecinos de Cimadevilla eran clientes habituales, pero todavía son muchos gijoneses los que la recuerdan. A su lado estaba la carnicería de Roberto, en una casa con escudo de armas incluido. Este templo de las llambionadas tenía bastante demanda a las horas de misa en San Pedro y era sobre todo famosa por sus negritos.
Cerró en pleno verano de 1969 y la casa se derribó en 1973. El culpable de que hayamos podido conocer todos estos detalles y quien la inmortalizó fotográficamente fue el adelantado de Gonzalo del Campo y del Castillo, cuya colección de fotos se encuentra donada en el Museo del Pueblo de Asturias, donde también atesoran alguna pieza de la vajilla hecha en la fábrica de loza La Asturiana.
Publicidad
Fernando Morales y Álex Sánchez
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Sara I. Belled y Jorge Marzo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.