El programa de salud mental que conquistó a Europa
Prometeo. Comenzó hace quince años a iniciativa de la Fundación Siloé, Servicios Sociales y el Área V. La Comisión Europea lo ha premiado como buena práctica
EUGENIA GARCÍA
Sábado, 3 de septiembre 2022, 01:17
Prometeo es, en la mitología griega, el titán protector de la civilización humana. Esa perspectiva humanista llevó a la Fundación Siloé, los Servicios Sociales municipales y Salud Mental del Área V a bautizar así al programa de salud mental que pusieron en marcha en 2007. José Antonio García Santaclara y el psiquiatra José María 'Chema' Fernández, idearon Prometeo con la convicción de que la salud mental podía trabajarse desde la integración social.
Han pasado quince años y el tiempo, y ahora incluso Europa, les han dado la razón. Porque la Comisión Europea acaba de valorar al programa como 'Buena práctica en salud pública', reconocimiento que otorga tras evaluar diferentes propuestas y que ha recaído en otras ocho prácticas de Andalucía, Austria, Noruega, Portugal, Macedonia, Holanda, Alemania y Finlandia.
Las personas con trastornos mentales graves, explica el psicólogo Pablo Puente, director de Siloé, tienen más dificultades para «competir» en la vida cotidiana. E históricamente, añade el director de la Fundación Municipal de Servicios Sociales (FMSS) Marco Luengo, las carencias fundamentales de las personas con trastornos mentales graves «no son los tratamientos, sino la autonomía de la vivienda, el empleo y las relaciones sociales». Eso es lo que persigue, y logra, Prometeo: «La integración social, la vida autónoma, siempre con una red». Ello «garantiza una mayor estabilidad clínica» y permite acercar a los usuarios, más estables, satisfechos y motivados, a la consecución de los dos otros pasos.
18 viviendas
En este programa «lo sociosanitario cobra un sentido pleno», dice Puente. Tanto, que «los resultados son espectaculares respecto a los programas tradicionales», añade Luengo, quien considera que se salta «de lo clínico a lo comunitario». Desde que comenzó el programa, ha atendido a 95 personas, en su mayoría hombres. En los últimos diez años se ha triplicado la atención de pacientes y el programa ha pasado de gestionar 3 viviendas a 18.
Se han reducido en un 90% los ingresos hospitalarios psiquiátricos de los participantes, que también mejoran su adherencia al tratamiento, lo que permite controlar las situaciones agudas. El 70% experimenta mejoras en su bienestar emocional, por no hablar de la adquisición de hábitos y destrezas para vivir.
Alberto Fernández es educador social y conoce el programa desde sus inicios. «Al principio eran personas que llevaban mucho tiempo con la enfermedad, aunque ahora acceden más jóvenes en situación de desprotección». Dentro del diagnóstico psiquiátrico, apunta, hay un crisol: esquizofrenia paranoide, trastornos de la personalidad... Son mayoritariamente hombres, con un denominador común, la «situación de alta vulnerabilidad social»: más del 80% tienen ingresos por debajo del mínimo vital y más del 85% carecen de un hogar y grupos estables. «Son personas con pocos recursos, hay quien ha estado un tiempo en la calle, algunos han tenido adicciones... Carecen de grupos de apego seguro y han tenido ingresos psiquiátricos previos», resume.
El programa funciona en dos fases, una intensiva y otra, autónoma, que es «el objetivo real». La primera «no puede durar más de año y medio». Cuando una de las nueve plazas -distribuidas en tres pisos- queda libre, una comisión valora el perfil del usuario. Tanto la coordinadora del programa, Begoña Hernández, como los educadores se entrevistan con él y su equipo terapéutico.
Evaluación cada seis meses
Durante esta etapa, explica Fernández, «hay un tiempo de adaptación en el que se valora quién puede ser su tutor y cómo puede desarrollarse el trabajo», artesanal y completamente a medida, desarrollado por un perfil multidisciplinar y que se pacta con el usuario. A medida que este se adapta a la vivienda se va consensuando un Plan Individualizado de Apoyo. Como indica la coordinadora, «todas las personas participan en las actividades, pero puede haber quien tenga más dificultades. Por ejemplo, casos en los que haya que supervisar cosas como la higiene personal, en los que se pacta que la ducha sea diaria y por las mañanas, objetivo que todo el equipo -siempre hay un educador de mañanas y otro de tardes- conoce, trabaja y supervisa». Conforme se cubren ámbitos básicos se trabajan otras competencias, como las relaciones sociales y familiares o la inserción laboral. Cada seis meses se realiza una evaluación.
4.000 euros por plaza
La segunda fase trata de ubicar al usuario en una vivienda normalizada, compartiendo piso y con acompañamiento, pero de menor intensidad, «poniendo una red en aquellas situaciones más difíciles», como las relaciones sociales o la inserción laboral, prelaboral e incluso formación. «Este año intentamos fortalecer estas áreas y logramos la inserción laboral de cuatro personas», destaca Begoña Fernández. Actualmente hay 48 pacientes, 13 mujeres y 35 hombres.
Para seguir mejorando la vida de las personas, indican, Prometeo necesita la reincorporación de la figura del mediador de formación y empleo en los servicios de Salud Mental. También, a medida que crece y que los usuarios llegan a la fase autónoma, precisa más viviendas -a finales de año prevé incorporar dos- «con alquileres razonables», teniendo en cuenta también que tiene un Servicio de Mediación Vecinal. «Esperamos también que la Consejería de Salud esté a la altura», porque ahora no aporta financiación pese a tratarse de un programa sociosanitario. La FMSS aporta 180.000 euros para la primera fase y la segunda tienen un coste de unos 4.000 euros anuales por plaza, similar al coste de un ingreso de 10 días en una unidad de Psiquiatría. Tras quince años de trabajo silencioso, Prometeo está dispuesto a conquistar Europa.