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Un prodigio asturiano de 19 años a la caza de melanomas

Un prodigio asturiano de 19 años a la caza de melanomas

Sergio Díaz en junio acabará el grado en Ciencia e Ingeniería de Datos en la EPI mientras desarrolla un programa inteligente para detectar tumores

María Agra

Gijón

Lunes, 28 de abril 2025, 06:55

Siempre le gustaron los ordenadores y con once años creó su primer videojuego utilizando un lenguaje de programación. «Aparecían zombies cada cierto tiempo en un plano delimitado y tú tenías una pistola que lanzaba balas y los tenías que matar para ir sumando puntos», explica. Era «algo muy sencillo», pero ya hacía sus primeros pinitos. Sergio Díaz (Piedras Blancas, 2005) tiene ahora 19 años y, pese a su edad, está cursando el último cuatrimestre del grado en Ciencia e Ingeniería de Datos en la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón. Culminar etapas más rápido de lo normal no es nada nuevo para él.

Con 14 años terminó la Educación Secundaria y con 17 recién cumplidos empezó su carrera universitaria. Desde que empezó el instituto ya veía que «podía hacer todo lo que demandaban de ti y no tenía mucho problema», así que hizo todo lo posible para pasar menos horas en clase y poder dedicar el tiempo a lo que verdaderamente le estimulaba. «Fui un pesado durante dos años», reconoce. Estudiaba en el IES Isla de la Deva, en Piedras Blancas (Castrillón), y su tutora de entonces, que a su vez era profesora de asturiano, «luchó durante mucho tiempo por ello».

Así logró que, en mitad de segundo de la ESO, los profesores empezasen a darle apuntes de años posteriores. Sergio se lo llevaba a casa, lo estudiaba y cuando llegaba el examen tenía la parte general, como el resto de sus compañeros, y una parte extra únicamente para él. «Solían ser un par de apartados, a veces más», recuerda, y aunque sus notas «bajaron un pelín», los profesores «veían que estaba pillando lo que se enseñaría en años posteriores a través de estudio propio y yo me lo estaba pasando genial». Fue la primera vez que ocurrió algo así en Piedras Blancas.

Videollamada con Polonia

Cuando acabó la ESO, Sergio Díaz se fue al IES Jovellanos a estudiar el Bachillerato Internacional. Durante dos años, estuvo yendo y viniendo de Piedras Blancas a Gijón todos los días, con dos horas diarias de desplazamiento y un itinerario muy exigente. «Demandan un montón de ti, dormía cuatro horas al día y estaba grogui», relata. De hecho, «me acuerdo muy poco de ello porque era muy estresante». Pero los viajes le sirvieron para embarcarse en temas que le interesaban mientras iba en el autobús.

Un día, husmeando por internet, encontró la compañía Listonic, que ha desarrollado tres aplicaciones de utilidad (Listonic, para la lista de la compra; Momly, para hacer un seguimiento del embarazo, y Waterful, un recordatorio para tomar agua) y en aquel momento estaba buscando traductores. «Me metí en un sitio web de 'crowdsourcing' (modelo de producción basado en la contribución colectiva) y empecé a hacer traducciones». Llegó hasta el punto de que acabó «haciendo una llamada de Quality Assurance (garantía de calidad) con los dueños de la empresa», que tiene su sede en Polonia. «Fue muy divertido», asegura. Tenía 15 años, estaba en primero de Bachillerato y de ahí vino todo lo demás.

Al año siguiente, en segundo, entró en contacto por primera vez con la inteligencia artificial. Tuvo que realizar un trabajo de investigación de 4.000 palabras y decidió hacerlo sobre las posibilidades de la IA. Apoyándose en un modelo específico que se llama CycleGAN (algoritmo que permite transformar una en otra), cogió imágenes de Google Maps e imágenes de un videojuego basado en una ciudad real y lo entrenó desde cero para transformarlo e intentar que esa imagen sea lo más realista posible. No solo lo consiguió, sino que «publicaron en un libro una versión muy acortada de ello y, más tarde, lo pusieron de ejemplo en clase en tercero de carrera».

Ya en la universidad, las cosas «fueron normales durante un año». Al acabar primero, en lugar de matricularse de los créditos correspondientes a un año, empezó a coger créditos correspondientes a un año y medio. Y le fue muy bien. Nota media de 9,03 y cinco matrículas de honor.

Trabajo en Arcelor

Fue precisamente gracias al trabajo que hizo en segundo de Bachillerato como consiguió hacer sus primeras prácticas en Arcelor. «Se lo pasé en una entrevista y decidieron darme un puesto específico con un tutor que no hablaba español», cuenta. Estuvo desde julio hasta finales de agosto y aquello fue «un salto de entusiasmo y positividad» porque «pasé de hacer trabajos que te mandan a solucionar problemas que realmente tienen propósito y que aún no ha resuelto nadie».

Así reafirmó lo que ya sabía: «Aprender haciendo es lo más emocionante del mundo». También que «programar y escribir código es una pasada». Ahora, a punto de terminar la carrera, está desarrollando un programa para la detección de melanomas, que es el quinto cáncer más común en hombres y el sexto en mujeres.

Aprovechando el trabajo que hizo en Arcelor, volcó lo aprendido en la detección de melanomas. «Hay unas competiciones de la International Skin Imaging Collaboration (ISIC) que intentan hacer un diagnóstico muy temprano de este tipo de enfermedades», comenta. «Tienen como 400.000 imágenes de varios hospitales (entre ellos el Hospital Cínic de Barcelona, que aportó unas 20.000 imágenes) de las que quizá 1.000 son melanomas y el resto lunares raros». Lo que él está haciendo es «crear un programa al que le das una imagen y te dice si es un melanoma o un lunar normal» con una precisión superior al 90%.

Mientras lo termina y se prepara para el mundo laboral, ya sienta cátedra: «Quiero hacer cosas que aporten valor».

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