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Decía aquel anarquista en 'Luces de bohemia', de Valle Inclán, que al final los proletarios acabarían ganando, porque se reproducían como moscas, mientras los patronos ... se reproducían uno a uno y muy lentamente, como los elefantes. Estaba equivocado. Ahora esas moscas proletarias son las que se ven por las aldeas de Asturias; en algunas, totalmente desaparecidas, y en otras quedan unas pocas y aburridas, esperando que el tiempo pase para entornar la última puerta. Las tierras del suroccidente asturiano han perdido en los últimos años la cuarta parte de la población, y algunos concejos del oriente también se aproximan a esa infamia. Si quieren revolver en estadísticas, verán que Asturias es la autonomía con más pueblos desaparecidos por despoblación. Ahora bien, mientras los rurales caen como moscas, los elefantes sentados crecen y se reproducen, vomitando recetas depredadoras para poner el punto final a la aldea. Y el que venga detrás que arree. En las correrías de monte siempre preguntamos, cuántos paisanos quedan y cuánto ganado hay. Generalmente uno o dos o viejos, y en cuanto al ganado, habría mucho más si no estuvieran azotados por las dos plagas que se interrelacionan, y que son los ecologistas y los lobos: «Si no hubiera ecologistas no habría lobos, y si no hubiera lobos tendríamos el ganado pastando por el monte, libre y sin sobresaltos, como siempre estuvo». En los últimos 20 años, 696 núcleos rurales fueron abandonados.
Aparte de la ganadería, las otras cosas por el Occidente no van mejor. La puntilla fue el apagón de la térmica de Soto la Barca. Eso sí, hay un montón de proyectos que encierran los más crueles sarcasmos, como son volver a explotar la antracita, con cientos de miles de toneladas al año, pero toda ella para ser exportada. Carbones la Vega volverá a poner en marcha las minas de Ibias, Rengos y Carballo. De la mina de Pilotuerto esperan sacar 700.000 toneladas anuales, durante 40 años. Con la antracita de Degaña y León, Victorino Alonso se compromete a suministrar y poner filtros a todas las térmicas durante decenas de años. Otra vez los ecologistas, que forman tándem con lo más aguerrido del Gobierno regional; porque este industrial pedía, y pide, la explotación a cielo abierto. Pero le paran los pies con el deterioro del paisaje, la invasión osera y otras gaitas. En realidad, un trabajo menos cruel que el de galerías. Aunque eso sí, con menos mineros en el tajo y por lo tanto menos liberados.
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