Hoguera de San Juan en Oviedo: fuego para quemar lo malo y multiplicar lo bueno
Miles de ovetenses se congregaron en la Plaza Porlier para cumplir con el rito del fuego en la noche más corta del año
La noche veraniega prometía magia y purificación en Oviedo. A las 22:47 los más previsores ya guardaban su sitio en primera fila frente a la pira de madera en la Plaza Porlier. Aguantaban estoicos, con más de una hora de espera por delante, para no perderse ni un detalle del ancestral rito del fuego.
La gente comenzaba a agolparse, cada uno con sus propios anhelos y un papel en el bolsillo. La tradición de quemar lo malo seguía viva. Mientras algunos estudiantes se preparaban para arrojar los apuntes de un curso ya superado, otros, como Ángeles Méndez, oriunda de Cadavedo pero residente en Oviedo, buscaban cómo plasmar sus deseos a última hora. «No traía bolígrafo, pero sí papel. Voy a quemar lo malo», confesaba con una sonrisa mientras esperaba en un banco a que un alma caritativa le prestase con qué escribir- véase esta periodista-. A media hora del encendido, la multitud ya era un mar de cabezas expectantes, ansiosas por ver sus deseos arder.
La tradición manda arrojar a las llamas todo aquello que se desea dejar atrás, un ritual de limpieza para empezar de cero. Y para muchos, el sentimiento era claro. «¡Aquí quemo yo el descenso del Oviedo!», declaraba con fervor José Antonio Fernández. «Quemo esta tristeza y esta decepción para que no volvamos a pisar la Segunda División nunca más. ¡Esto es para que el Tartiere solo vea victorias y para que el año que viene estemos celebrando no el ascenso, si no la permanencia!».
Sin embargo, otros seguían una filosofía distinta: la de quemar lo bueno para que se multiplique o regrese con más fuerza. Era el caso de Laura Menéndez, que sostenía con una sonrisa una pequeña fotografía. «Esta es la foto del día que adopté a mi perro. Lo traigo para quemar, pero no para olvidarlo, sino con el deseo de que la felicidad tan grande que sentí ese día se repita muchas más veces en mi vida», explicaba.
A las 23:51, el espectáculo de los «Viajeros de la oscuridad» dio la bienvenida al momento cumbre. Luces y fuegos artificiales iluminaron la plaza, calentando el ambiente minutos antes de que las llamas tomaran el protagonismo.
Finalmente, a las doce en punto y tras una emocionante cuenta atrás, el fuego hizo su aparición. La música se fundió con el crepitar de la madera, y una columna de humo y llamas se elevó hacia el cielo ovetense. La Plaza Porlier quemó así los deseos, buenos y malos, de todos los presentes. Entre el crepitar de la madera y las esperanzas de la gente, la hoguera de Oviedo consumía por igual lo malo y lo bueno, convirtiendo los anhelos en humo y ceniza bajo la noche más corta del año.
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