Leonor o la pasión por el destino
La Princesa de Asturias cumplirá 18 años el martes 31. Ante ella, una vida de servicio
El año pasado una indisposición le jugó en Asturias una mala pasada. Sin embargo, Leonor aguantó estoicamente buena parte de la visita al pueblo ejemplar. Pálida y algo cariacontecida saludó, estrechó manos y atendió a las peticiones de fotografías de los vecinos de Cadavedo. Después, su cuerpo dijo basta y tuvo que ausentarse. Viene al caso el recuerdo de lo que ahora es afortunadamente solo una anécdota para describir con un ejemplo la personalidad que vamos descubriendo de la Princesa. Un elevado sentido de la responsabilidad, resiliencia y educación son tres de las cualidades demostradas ese día por la Heredera. No cabe duda. Ni un mal gesto, ni una sombra de duda sobre su conciencia de servicio del lugar que estaba ocupando con solo 16 años.
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La presencia pública de Leonor se ha ido multiplicando desde aquella última visita a Asturias. Las fotografías cedidas por la Casa Real de su periodo de formación castrense muestran a la dama cadete Borbón como una más entre sus compañeros. En el fango realizando maniobras, con ropa militar, el pelo recogido en un sobrio moño, Leonor descubrió en esas semanas de ingreso en la Academia de Zaragoza otra forma de vida muy distinta a la que está acostumbrada, pero que con dimensión trascendente la unirá a su destino en el mando supremo de las Fuerzas Armadas españolas.
Otras imágenes más espontáneas, las captadas esta vez por los profesionales de los medios de comunicación, también ayudan a dibujar un retrato de la Princesa. Se la ve conversando, riendo, natural, muy cómplice con otros cadetes… Feliz. La joven se integra con el grupo de nuevos compañeros tal como nos han contado que se relacionó en el colegio de Gales, el centro en el que cursó el Bachillerato y donde ahora estudia su hermana, la Infanta Sofía. Las imágenes son toda una revelación de una manera de comportarse que se forja poco a poco y que desconocíamos en gran medida puesto que de su niñez y adolescencia apenas trascendieron documentos gráficos más allá de los registrados en actos oficiales y en escenas familiares de medido cálculo.
Todo eso cambia a partir de ahora. La agenda de la Princesa adquiere otro nivel este mismo mes y lo hará para los años venideros porque Leonor entra en la mayoría de edad el próximo 31 de octubre y, a partir de ahí, será Heredera de pleno derecho, es decir su sucesión será inmediata en el hipotético caso de que falleciera o abdicara el Monarca sin necesidad de una figura regente. El destino ha querido que en este octubre de 2023 se concentren algunos de los momentos históricos más relevantes en su camino al reinado para el que lleva formándose desde que nació: la jura de bandera tras su formación castrense como acto de mayor relevancia para un militar el pasado día 7 y en el que se comprometió a dar su sangre por España; el 31 de octubre, como queda dicho, su 18 cumpleaños, y, ese mismo día, acatará de manera simbólica el mandato dado por los españoles en 1978 con la jura de la Constitución. Después recibirá de manos del Rey Felipe el gran collar de la Orden de Carlos III, que sumará al Toisón de Oro, la condecoración más prestigiosa de la Corona y que le fue impuesta el 30 de enero de 2018 coincidiendo con el 50 cumpleaños de su padre.
Hasta que ese instante llegue todas las miradas estarán puestas hoy en el Principado, adonde ha regresado acompañada de su familia. Se entregan sus premios, un hito más en este otoño histórico, al que la Princesa está habituada desde niña y que, no obstante, cobra este año mayor significado y emotividad para la joven y el conjunto de la Familia Real. Porque si la tradición se cumple puede ser la última que presida acompañada en el escenario central por los Reyes. Cuando Felipe de Borbón llegó a la mayoría de edad, sus padres optaron por pasar a un segundo plano. Don Juan Carlos dejó de asistir a la ceremonia y la Reina Sofía, quien nunca ha faltado a su cita con Asturias, la sigue desde uno de los palcos del Campoamor. La transición desde el punto de vista emocional no será fácil. Don Felipe lleva viniendo a Oviedo desde 1981, por eso, su ausencia en próximas ediciones, de cumplirse, supondrá un antes y un después para los asturianos. Más allá de sentimentalismos ese paso encarnará un serio gesto de lo que en realidad estamos hablando. En la Monarquía los gestos son símbolos cargados de rigor y ese cambio también constituye una garantía de continuidad dinástica. La agenda de la Princesa irá creciendo y su proyección pública seguirá madurando, pero si algo parece reflejarse en su actitud es que la energía, determinación y verdadera pasión que el Rey le exigió para servir a los españoles ya guían su conducta.