37 años de 1988: el último ascenso del Real Oviedo
Asturias se echó a la calle para celebrar el que fue, hasta este sábado, el último regreso del Real Oviedo a la Liga de las estrellas, logrado un 4 de junio en Mallorca
Por momentos brillante y desacomplejado, muy pocos clubes cuentan con un relato tan sabroso y generoso como el Real Oviedo. La historia del club azul, resultado de la fusión de los dos equipos de la ciudad –el Real Stadium Club Ovetense y el Real Club Deportivo Oviedo–, ha sido contada por muchos escritores y periodistas y se actualiza constantemente a partir de un fondo común asumido como auténtico desde su fundación oficial como club de fútbol el 26 de marzo de 1926.
EL COMERCIO hablaba en su portada de aquel 4 de junio de 1988, día que los aficionados azules jamás olvidarán, de la inauguración en la calle de Corrida de la cuarta edición de flores y plantas, de la atleta asturiana Patricia en lo más alto del podio de la prueba de 300 metros contrarreloj individual de alevines en el Campeonato de España de patinaje celebrado en Gijón, del pésame asturiano a la minería alemana por un accidente mortal en una explotación germana que dejó varias víctimas mortales, y del tenor español José Carreras, que preparaba su reaparición en Viena. La temperatura exterior oscilaba entre los 19 grados, con cielos nubosos, con riesgo de precipitaciones.
«El Real Mallorca dispone de todos sus hombres para enfrentarse al Real Oviedo en partido de vuelta de la promoción a Primera División, que se disputará a las 20 horas con arbitraje de Sánchez Arminio y televisado en directo por la segunda cadena de TVE. El primer partido terminó con resultado favorable a los oviedistas por 2-1». Con estas palabras comenzaba la previa del encuentro en las páginas de EL COMERCIO en un día que se convertiría en el escenario de una epopeya extraordinaria.
El Real Oviedo, que se ejercitó en la localidad de Inca, a unos veinte kilómetros de la capital mallorquina, sabía que tenía aquella jornada, tras el examen superado previamente en el Carlos Tartiere, ubicado entonces todavía en Buenavista (2-1, con goles de los delanteros Julià y Carlos), una oportunidad de oro para dar el salto a la Liga de las estrellas. La que se daba a aquellos conjuntos que venían remando desde atrás. Y no la desaprovechó.
Aquel día, treinta y siete años hizo el pasado 4 de junio ya de ello, la fiesta fue completamente azul. El Oviedo, con el 2-1 logrado en casa, alcanzó la gloria en el antiguo estadio mallorqúin Luis Sitjar al mantener el empate inicial (0-0) en un compromiso en el que se mostró más entonado, más firme y con mayor proyección que su rival, y dio el ansiado salto. La élite del fútbol español conoció aquel 4 día el regreso del club oviedista a la máxima categoría del balompié nacional.
Fue un duelo quizás menos sufrido de lo esperado deportivamente el de los hombres de Vicente Miera –titular del banquillo azul aquella temporada y que se había incorporado con el aval de haber sido el artífice del último ascenso del Real Oviedo a Primera– en Palma de Mallorca, aunque sí muy tenso por el ambiente infernal que se encontraron. Más mérito para un cuadro ovetense que combatió cualquier posible ansiedad con valentía, siempre mirando la meta rival. Aquel once inicial, formado por Zubeldia, Murúa, Gorriarán, Luis Manuel, Sañudo, Bango, Berto, Tomás, Hicks, Carlos y Julià –tendría en el tramo final unos minutos también Tocornal–, siempre creyó en sí mismo, se vació, logró la enorme recompensa final y con ella puso fin a una etapa en Segunda División que se prolongaba ya doce temporadas.
Los sueños, dicen, se cumplen cuando se cree y se trabaja para ello, y, con aquella plantilla –que completaban Viti, Vili, Herrero, Elcacho, Conde, Tallos, Thompson, Blanco, Hevia, Llabrés, José, Paco, Borja y Heres–, cincelada con gran acierto, resultó más fácil que pasara lo que tanto anhelaban unos y otros.
Asturias se echó a la calle para celebrarlo. El trayecto entre el aeropuerto de Asturias y Oviedo –más concretamente, el Ayuntamiento de la capital del Principado–, tras aterrizar la expedición azul, se vio inundado por un río de gente y coches, en medio de un enorme ambiente festivo. Tal fue así que, colapsados los accesos a la instalación aeroportuaria, muchos aficionados optaron por estacionar sus vehículos en los arcenes de las carreteras por las que transitó el autocar. Incluso en las banquinas de la autopista 'Y'. Todo ello alargó el tiempo que necesitaron los azules, que se prolongó varias horas.
La gesta de Vicente Miera
Vicente Miera fue, sin duda, el artífice de la gesta, aunque a un amante del fútbol como él seguro que no le gusta esa palabra. Una temporada antes, el Oviedo había tocado fondo en la conocida como Liga del 'play off'. El equipo descendió en los campos, pero, ante el fracaso de esta competición, la Segunda se amplió a veinte equipos y el conjunto azul se salvó en los despachos. La directiva escarmentó. Fichó a una cara conocida y de garantía para el banquillo como Vicente Miera, que había sido el artífice del último ascenso, para un proyecto pensando a medio plazo, que finalmente no fue así, y armó, a su alrededor, un bloque, un equipo, lo que calmó los ánimos.
Se incorporaron jugadores como los defensas Murúa y Sañudo y los delanteros Hicks y Carlos (este cedido por el Barcelona), que se sumaron a canteranos como Viti, Vili, Berto y Luis Manuel. El puzle se completó con piezas de poco nombre, pero excelente rendimiento, como Gorriarán, Julià, Elcacho y Tomás. Y el Real Oviedo, con esa plantilla de perfil bajo, regaló entonces fútbol.
Aquel cuadro mantuvo el ritmo peleón de principio a fin. La fórmula funcionó. De hecho, el delantero Carlos se hizo con el título de máximo realizador de Segunda División con 25 goles. El equipo marchó firme. Firmó un inicio espectacular, pasó algunas dudas a continuación, pero, desde la decimoquinta jornada, su posición osciló entre la tercera y la, finalmente, cuarta posición. El broche lo lograría ante el Mallorca aquel recordado y mítico 4 de junio de 1988.
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