La previa de la previa para el Real Oviedo - Mirandés
Las terrazas son gradas improvisadas y las calles un hervidero de nervios y una fe inquebrantable a solo unas horas del partido
Un rumor creciente, una electricidad palpable, un solo latido. Oviedo ha dejado de ser una ciudad para convertirse en un sentimiento. Bajo un sol de justicia que parece bendecir la jornada, sus calles y plazas se han transformado en la antesala del cielo o del infierno deportivo. A solo unas horas de que el Real Oviedo juegue el partido más importante de los últimos 24 años, la capital es una sala de espera a cielo abierto, un hervidero de nervios y un mar de camisetas azules. Cada caña en una terraza es un brindis por un sueño; cada conversación, un análisis táctico improvisado; cada mirada, un reflejo de la misma esperanza. La ilusión más pura, la que no conoce el escozor de viejas derrotas, se personifica en las generaciones más jóvenes.
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Un aficionado, Pablo Fernández, enfundado en la codiciada camiseta que se agotó en cuestión de horas, representa a miles. «Si sube a Primera, ya estoy ahorrando para ser socio. Nunca lo vi en Primera, así que la ilusión es máxima», confiesa con la voz entrecortada por la emoción. Su plan para la victoria es el de la pasión desbordada, la que no atiende a vallas ni a protocolos. «Voy a ir al campo a saltar, ¡todos al verde!», proclama con una convicción que ignora el triple dispositivo de seguridad desplegado para un partido declarado de alto riesgo. Él no solo quiere ver la historia, quiere ser parte de ella, pisarla, sentirla. Frente a este bautismo de ilusión, se alza la experiencia de los que sí recuerdan. Alejandro Vázquez Martínez, un guardián de la memoria oviedista, luce una clásica camiseta rosa, reliquia de otras batallas. Él ya sabe lo que es sufrir y celebrar en la élite. Su optimismo, por tanto, es más reposado, más sabio. «Un 2-1, para ir más seguros», pronostica, como quien pide un gol de ventaja para calmar el corazón. Su análisis es el de quien ha visto de todo en el fútbol. «La gente está convencida del ascenso, pero sabe lo que hay con el Mirandés que es muy buen equipo. Si no ganamos en casa, es que no merecemos subir», razona con una lógica aplastante.
Su plan es estratégico, pensado para la celebración inmediata: «Lo veré por la plaza Pedro Miñor, porque imagino que, por si acaso, algo tendrán preparado». La nostalgia aflora en sus palabras. «Yo vi al Oviedo en Primera. Fui socio su último año y me tocó ver al Barça de las estrellas». Para él, el futuro es sólido: «Tenemos plantilla segura, solo habrá que dar retoques». Con una sonrisa que denota el disfrute del momento, sentencia: «Esto es la previa de la previa». La fiebre azul no entiende de lugares de nacimiento; es un sentimiento que se adopta y se hace propio. María Perea, bilbaína de origen pero con el corazón asturiano tras 15 años en Oviedo, lo vive como la más carbayona. Su pronóstico es rotundo y busca evitar sufrimientos. «¡Ascendemos, por supuesto! Un 2-0 y prontito, para no andar con agonías», vaticina. Su ritual ya está en marcha. «He quedado con la cuadrilla en el barrio de La Ería y he comprado pinturas en spray azul... ¡Preparada y a tope!» declara con la esperanza de ascender ya que su pareja es de aquí y «le haría mucha ilusión», dice. Aunque a primera hora de la mañana notaba cierta calma — «lo que me extraña es que no veo muchas camisetas por la calle»—, a medida que el reloj avanza, la ciudad se rinde a un ritual cromático imparable.
La marea azul se hace densa, visible. Un grupo de colombianos lo confirma desplegando banderas, bufandas y camisetas en plena calle. La pequeña Ariana, de tan solo seis años, ya agita su bufanda y anima a su equipo con la camiseta y por supuesto con una energía contagiosa. Su padre, que trabaja en un bar de la plaza Pedro Miñor, se prepara para una noche que promete ser histórica. «Aquí se va a armar», asegura con una mezcla de nervios y expectación, sabiendo que su local será uno de los epicentros de la fiesta, como cada día de partido.
Mientras tanto, la ciudad entera muta. Las fuentes se tiñen del azul de la esperanza y los oviedistas preparan sus mejores galas para la gran cita. El partido aún no ha empezado, pero en las calles, terrazas y plazas, la victoria de la ilusión ya se está celebrando.
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