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Una joven aficionada, al término del partido, cuando la locura por el ascenso se trasladó a las calles. fotos de juan carlos román

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Una joven aficionada, al término del partido, cuando la locura por el ascenso se trasladó a las calles. fotos de juan carlos román
Ascenso del Real Oviedo a Primera

«No vamos a cantar más el 'Volveremos'»

Oviedo se paralizó para vivir el ascenso y convertir sus calles en una grada a cielo abierto tras 24 años sin estar en Primera

Domingo, 22 de junio 2025, 00:20

Las calles de Oviedo permanecían en un silencio sepulcral, una quietud solo rota por un estruendo que venía de cada bar y terraza. La ciudad entera se había detenido. Las pantallas de televisión presidían las aceras, convirtiendo la capital del Principado en una grada a cielo abierto para un evento que llevaba 24 años esperando: la posibilidad de volver a Primera. Un sueño para el que hubo que esperar a la prórroga. «Estamos ilusionados, empezamos con fuerza», confesaba Gema García, con la voz cargada de nerviosismo y esperanza, mientras compartía mesa con sus amigos en una terraza abarrotada.

Sus palabras eran el sentir de la 'Marea azul'. Una afición que había teñido la tarde de un color y un anhelo que, si bien al principio comenzó con caras tristes tras el gol del Mirandés, en medio del bajón, una frase, casi un mantra, empezó a recorrer las terrazas. Lo recordaba Fernando Candela analizando el momento con una mezcla de realismo y fe: «Empezamos con fuerza y después de esto bajó mucho, pero el Real Oviedo casi siempre marca en el minuto del añadido. Casi... Así que hay posibilidad».

Esa creencia, forjada en remontadas agónicas, fue el salvavidas al que todos se aferraron y acertaron. Y la fe tuvo su recompensa. El primer gol del Oviedo hizo estallar a la ciudad. Un grito unísono rompió el silencio y los cánticos regresaron con más fuerza que nunca. El «¡vamos Cazorla, vamos!» resonó como un himno de resurrección. La esperanza, que había sido herida, volvía a latir. Aun así, la tensión era máxima. Jorge Parra, un joven aficionado, analizaba el partido con ojo crítico desde su silla. «Al Oviedo le falta energía, me gustaría que fueran más al ataque porque el Mirandés ataca bastante. Hemos subestimado al rival», comentaba, aunque remataba con la frase que todos compartían: «De momento, tenemos esperanza».

Esa esperanza se convirtió en éxtasis absoluto con el segundo gol carbayón, obra de Chaira. La 'Marea azul' estalló en una explosión de energía incontenible. Los abrazos, los saltos y las bufandas al viento certificaron la remontada. El 2-1 devolvía la ilusión a todos, confirmando la profecía de que este equipo, el «equipo del alma», nunca se rinde.

Con el pitido del descanso y la ventaja en el marcador, la atmósfera era otra. El partido se iría a la prórroga, pero ya nada importaba. La desilusión inicial se había transformado en una euforia desafiante. Las camisetas y bufandas se alzaban con más orgullo que nunca en la antesala de un desenlace decisivo. Oviedo se fue a la prórroga ganando no solo en el marcador, sino en la convicción de que, tras 24 años de espera, el sueño estaba, una vez más, al alcance de la mano.

Ya en la prórroga los gritos y los pitidos de los coches indicaban que el sueño estaba cumplido. «Somos de primera», gritaba la afición en un rugir que se escuchaba por toda la ciudad.

La tensión acumulada durante más de cien minutos se liberó en una catarsis colectiva. Las terrazas se convirtieron en un mar de abrazos, lágrimas de alegría y cánticos a pleno pulmón. La cerveza volaba por los aires y las bufandas ondeaban como estandartes de una victoria histórica, mientras desconocidos se fundían en un solo grito que llevaba casi un cuarto de siglo atascado en la garganta.

El Carlos Tartiere ya iba acariciando la fiesta de celebración que los aficionados trasladaron de las terrazas a la Plaza América, donde la Gabinona esperaba en una noche de verano a que los oviedistas celebraran su ascenso, su puesto en Primera. «Nosotros ya vamos bajando porque esto está ganado», decía Alonso Mojete, que, sin dudarlo, agregaba «no vamos a cantar más el volveremos», con un sentimiento que deja entrever el dolor de todos estos años.

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