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Todas las rutas tienen algo pero si hay algo que le sobra a esta, que la convierte en especial, es que tiene mucha, muchísima alma. Ese tipo de encanto que, como en las personas, cautiva de una forma intensa desde la primera mirada: ese tipo de buena vibra, tranquilidad, belleza pausada y hechizo que te cautiva desde los primeros pasos. Eso a lo que llaman aura.
Tipo de ruta: Circular
Dificultad: Fácil
Distancia aproximada: 13,35 km
Tiempo aproximado: 4 horas
Desnivel aproximado: 613 m
Además, no se trata de un trazado complicado sino de una circular asequible de 13 kilómetros que transcurre en ligero sube y baja durante un primer tramo para hacerse al bosque siguiendo el curso del agua hasta dos cascadas. Desde ahí, comienza a subir, primero por una calzada vieja de piedra y luego sumergiéndose en hayedos y tramos de espesura autóctona para encaramarse a un alto a 1200 metros, otear el paisaje y regresar –dando un paseo tranquilo por pista- al punto de partida.
Y aunque tradicionalmente la subida al Coalnegro se suele realizar desde la Pola del Pino, este recorrido la alarga alrededor de 4 kilómetros partiendo de Felechosa para así aprovechar a visitar más pueblos, etnografía, senderos rurales, fuentes, molinos… Merece la pena: el alargamiento apenas conlleva esfuerzos y se adentra por recodos encantadores que son el entrante perfecto a los profundos bosques y las grandes vistas que esperan arriba.
En definitiva, que proponerse un plan de ruta para visitar el pico Coalnegro no pasa sólo por llegar a ese alto y asomarse a mirar con gusto: desde los primeros pasos, y por un paisaje idílico que se vuelve más salvaje a medida que ascendemos, esta ruta regala un precioso paseo por los especiales territorios de bosque y montaña de Aller, proporcionando una escapada senderista perfecta y tranquila, apestada de buenos paisajes, recodos encantadores y un aura inolvidable.
Primer lugar del día por el que se camina: Felechosa, pueblo perteneciente a la parroquia allerana del Pino en el que esta ruta comienza. Desde la plaza principal del pueblo, los primeros pasos son por las calles del lugar, un pequeño paseo rural que nos conduce al inicio de la senda verde que va al Molín de Peon, primero de los destinos de este día
Desde los primeros pasos, la senda resulta sumamente agradable e idílica, así como muy sencilla de caminar: un sendero nos va llevando en pequeños subes y bajas hasta la zona del molino, actualmente reconvertido en un centro de alevines de trucha.
Rebasando la construcción molinera, la senda nos invita a tomar la estrecha carretera que va hacia el pueblo de el Pino, por la que se van encontrando algunas fuentes bien cuidadas en las que se puede recargar agua fresca.
Tras el pequeño tramo por carretera, se alcanza la población de El Pino: hay que cruzar sus calles con aroma a chimenea encendida y cruzar el río por un puente para tomar ahora la traza de una antigua calzada real que se adentra al bosque y comienza a trazar un agradable recorrido en sube y baja asequible hasta alcanzar un nuevo núcleo de población, la Pola del Pino o Pola la Vieya.
Transitando despacio por sus calles no tardaremos en encontrar las indicaciones para tomar una nueva senda: es la que se dirige a la Collada Linares y pasa por dos saltos de agua de enorme belleza siguiendo un sendero que avanza dirección a la espesura.
No resta más que seguir las indicaciones y adentrarse sin prisa por los tramos de bosque, siguiendo el curso del río, paralelos al desfiladero que durante años han excavado las aguas del Rozaliego.
Así, entre el murmullo acuático, sombras de bosque amplias y espesas y por un buen camino, se avanza de manera rápida sintiendo el ruido del agua en aumento: es el rumor de la cascada (o pinganón) del Castro, un salto de agua que sorprende escondido entre la arboleda y presume de anchura y potencia mientras adorna el paisaje de un relente mágico.
Tras disfrutar del concierto y el espectáculo saltarin del pinganón de Castro, se sigue ruta dejando la cascada escondida entre los árboles para tomar ahora el claro camino que avanza hacia arriba: un tramo empedrado que da gusto recorrer y que va subiendo tranquilo rumbo a una mayada pastora. Alrededor, lentamente, como si se fuera descorriendo un telón enorme, el paisaje se va abriendo
Tras recorrer el vetusto camino de piedra a través del monte, se alcanza un pequeño cruce en el que hay que coger el ramal de la derecha para –enseguida- hallar la segunda de las cascadas de esta preciosa ruta: el pinganón de L.larin, bellísimo salto de aguas cristalinas enclavado en la espesura en el que –aunque apenas se ha subido- vale la pena hacer un descanso largo, dejándose arrullar por el ambiente de hadas que rodea este lugar.
Puede decirse que, a partir de aquí, comienza la segunda parte de este recorrido: se acaban los caminos anchos y se comienza a seguir un sendero estrecho que va a meterse de lleno en zona de bosque. Para tomarlo, hay que cruzar un puente de madera sobre las aguas y empezar ya a subir de manera más intensa y continua, internándose en la espesura con cada paso nuevo y ganando en silencios y bellezas con cada metro de avance.
Constantemente, las señales de madera van marcando el rumbo y adentrándose en el bosque de Coalnegro, territorio de hermosas y sabias hayas por el que el camino avanza
Así, en constante subida y sin abandonar ya el sortilegio envolvente del bosque de hayas, tras unos 2 kilómetros se recala en la Collada Linares (Cotxada L.linares), ya a 1000 metros de altitud sobre los valles alleranos. El lugar, contrasta fuertemente con el paisaje seguido para alcanzarlo: de la espesura se sale a una amplia pradería que ejerce de balcón panorámico regalando guapas vistas: el pico Cuchu (un mítico) se divisa muy bien desde aquí, así como los clásicos Torres y Toneo, que desde este punto semejan enormes pirámides nevadas.
Una vez en la collada, para alcanzar el pico Coalnegro toca seguir la ancha pista principal hasta encontrar un cruce: a mano derecha un sendero se abre ascendiendo la ladera. Es por ahí. Tomandolo, enseguida se da a parar ante una portilla: hay que cruzarla y, tras ella, se encaran los últimos metros de ascensión.
No hay pérdida: el sendero se introduce primero en un entornado bosque de hayas por el que asciende maravillado entre gigantes hasta un pequeño collado. A partir de ese punto, un reguero de jitos va orientando al que camina y guiándolo sin problemas a través de las alturas del lugar para concluir en el Coalnegro, bien marcada su cima, a 1222 metros de altura y con magnificas vistas.
Para regresar, volveremos a bajar por donde subimos para llegar al cruce de pista, con la diferencia de que ahora hay que seguir bajando por ella sin salirse.
El camino va rodeando la cumbre del Coalnegro en dirección descendente y con buenas vistas. Se encuentra con algún cruce pero hay que ignorarlo: si no se abandona nunca la traza de la ancha pista, pasaremos por la collada Roces y seguirá el descenso intercalando tramos de hormigón y de tierra que acaban por recalar en Felechosa, parroquia en la que empezó este periplo y en la que ahora se cierra, poniendo punto final a esta preciosa y boscosa ruta por el concejo de Aller.
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Fernando Morales y Álex Sánchez
J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
Sara I. Belled y Jorge Marzo
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