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Alex Piña
Premios EL COMERCIO: Acción Social

Adolfo Rivas y su sonrisa eterna

Guerrillero de lo social. El director de la Fundación Vinjoy lleva décadas comprometido con los más vulnerables

Ana Ranera y Rafael Francés

Oviedo

Jueves, 26 de octubre 2023, 18:03

Hace veintiséis años, la mirada azul de Adolfo Rivas se posó, por primera vez, en la Fundación Vinjoy. Este vizcaíno, nacido en Barakaldo y licenciado en Psicología, llegó al Naranco, después de mucho tiempo vinculado a la intervención socioeducativa. Había sido educador, profesor y presidente de diversas instituciones, pero en 1997 se sumergió en el microcosmos de Vinjoy y todavía no ha cesado su periplo. En este centro, encontró su lugar en el mundo porque allí se fijan en todas esas personas a las que casi nadie mira, a las que muchos les evitan la mirada. Y todo lo que allí dentro hacen merece que Rivas reciba el premio a la Acción Social, que concede cada año este diario.

Y, para entender mejor los méritos de este vasco, hay que saber que, en Vinjoy hacen de todo, gracias a los noventa trabajadores que cada día pelean por ayudar a las más de 1.700 personas que forman parte de sus programas. Programas de casi cualquier tipo porque esta entidad va mucho más allá del Instituto de Atención Temprana y Seguimiento, que casi todo el mundo conoce. En ese espacio, atienden a los niños nacidos con sordera y los ayudan a descubrir el mundo, al tiempo que apoyan a las familias, perdidas ante tanta incertidumbre.

Pero la labor que desempeña Vinjoy, con Rivas a la cabeza, va mucho más allá y cuenta, en sus instalaciones, con el Centro de Intervención Socioeducativa con Menores y Jóvenes. Hasta este lugar, llegan chavales con el alma machacada por infancias injustas y el director, junto a todo su equipo, pelea porque estos chicos cambien la calle y los problemas por un futuro normal. «Este centro empezó por la insistencia de Adolfo, en que había que incorporar el planteamiento de la intervención socioeducativa en el mundo educativo formal, es decir, en colegios e institutos», explica el coordinario de esta sección, Pedro Antuña.

Un porvenir prometedor es lo mismo que necesitan los miembros del Centro de Apoyo a la Integración, en el que Rivas también pone todos sus esfuerzos. En él, las personas con discapacidad intelectual encuentran un hogar, donde llevar a cabo, diversas actividades y donde no sentirse de menos. Allí todos son iguales y todos los profesionales luchan por la dignidad de quienes estudian en estas aulas. Así lo hace la coordinadora Aurora Logedo, quien recuerda que este centro empezó de cero y de la mano de Adolfo. «Luchamos mucho y picamos muchas puertas para aumentar el grupo de sordos que teníamos e incluir a personas con discapacidad intelectual. Pasamos de 0 a 111 los que son ahora», recuerda, al tiempo que aplaude la labor de su jefe. «Es visionario, ve las cosas a largo plazo. Es una persona que se empeña en las cosas y las saca adelante».

Con eso está totalmente de acuerdo Rocío González, una de las participantes del CAI, quien destaca de Rivas que es «una persona maravillosa, que está siempre con una sonrisa en la cara. Tiene muy buen corazón y nos demuestra que nos quiere».

Imagen principal - Adolfo Rivas y su sonrisa eterna
Imagen secundaria 1 - Adolfo Rivas y su sonrisa eterna
Imagen secundaria 2 - Adolfo Rivas y su sonrisa eterna

Bien merecen ese amor, igual que merecen un empleo las personas más vulnerables. De ellas se encarga el Servicio de Orientación e Inserción Laboral y, de aquellos que tienen problemas de salud mental, se hace responsable el Centro de Normalización a través del Arte. Está claro que allí hay de todo porque también imparten los ciclos de Mediación Comunicativa y de Audiología Protésica para que nadie se quede atrás en el futuro.

En Vinjoy son muchos frentes los que tiene abiertos Rivas y los lleva a cabo, además, con muy pocos recursos. «Nosotros estamos dispuestos a trabajar en precario porque queremos ser la muestra tangible», reconocía en el año 2020, en una entrevista a este periódico. En su opinión, a la sociedad le falta conocimiento sobre todo lo que ellos hacen porque «si conocieran todos los programas que llevamos a cabo, todo el mundo querría que estuviéramos», contaba también aquella vez.

Él, por eso, se considera «un guerrillero de lo social» y está convencido de que Vinjoy es la obra de su vida. Cuando llegó a ella, la fundación se estaba muriendo y él tenía el objetivo de cerrarla dignamente, pero aquello pasó de ser un final a ser un nuevo comienzo. Pasaron literalmente de 0 a 100 y lo hicieron, a base de muchísimo trabajo que ahora se ve recompensado con este galardón que deja claro que, gracias a Rivas un lugar vacío, se convirtió en un microcosmos lleno de vida, en el que nadie está fuera de lugar.

A sus sesenta años, a Adolfo le queda todavía mucho por hacer. De la mano de la Fundación, seguro que seguirá desarrollando proyectos de los que él se sentirá orgulloso, al igual que el resto de Asturias se sentirá orgullosa de tener en su sociedad un lugar como Vinjoy.

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