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Luis Postigo, Dolores Pascual, Montserrat Maestre y Blanca Álvarez, durante la entrega de la Medalla de Oro del Principado a las víctimas del 11-M en 2004. PALOMA UCHA

Asturias se tiñó de negro ante la barbarie yihadista

María José Álvarez, las hermanas Marta y Nuria del Río Menéndez y el joven Iris Toribio Pascual fallecieron de camino a sus puestos de trabajo El atentado dejó cuatro muertos y dos heridos con raíces en la región, que se sumió en el luto tras el brutal ataque

Ó. PANDIELLO

GIJÓN.

Lunes, 11 de marzo 2019, 02:45

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La herida cicatriza lenta y será tremendamente difícil que se cierre del todo. Ya han transcurrido quince años desde la barbarie del 11-M y, pese al paso del tiempo, las imágenes de aquella mañana de marzo resultan ya imborrables para todo el país. Las 193 víctimas mortales y los casi 2.000 heridos han sido recordados en numerosas ocasiones a lo largo de los tres últimos lustros. Las distintas asociaciones creadas por los afectados, asimismo, han luchado incansablemente por la justicia y la reparación completa por los múltiples daños causados.

A Asturias la tragedia llegó a través de varios frentes. Cuatro de los fallecidos y varios heridos tenían raíces en la región, lo que supuso un fuerte golpe emocional para familiares y seres queridos. El mismo año del atentado, el Principado dedicó su Medalla de Oro a las víctimas. Al Auditorio Príncipe Felipe acudió una nutrida representación de estas víctimas vinculadas a Asturias. Todas ellas rindieron su más sentido homenaje a los heridos durante la explosión y, sobre todo, al recuerdo de los fallecidos: María José Alvarez, Nuria y Marta del Río Menéndez e Iris Toribio.

La primera, natural de Villallana, en Lena, acudía a su puesto de trabajo en la Viceconsejería de Educación de la Comunidad de Madrid cuando estallaron las bombas. Vivía con su hijo de 23 años en Alcalá de Henares, a donde se había mudado allá por 1978. Fuertemente vinculada con el Principado, frecuentaba el Centro Asturiano de Alcalá, donde solía invitar a unas botellas sidra a su círculo más cercano.

Su funeral, celebrado en su localidad natal, fue multitudinario. Más de 2.000 personas arroparon a los seres queridos de Mari Jose, procedentes de todos los puntos del concejo. El acto, convertido en un clamor contra la barbarie terrorista, fue un buen ejemplo de la solidaridad que emanó, espontáneamente, de todas las regiones españolas en repulsa del ataque.

Hermanas

Marta del Río Menéndez, de madre avilesina, tenía 40 años cuando murió asesinada por las bombas de los yihadistas. Trabajaba como administrativa en el Instituto de Comercio Exterior (ICEX) y, como muchos otros días, acudía a su puesto de trabajo junto a su hermana, su pareja y otra compañera de trabajo. Los cuatro fallecieron. Marta era madre de una niña de once años y de un niño de seis.

Nuria, su hermana, estaba casada y tenía una niña de cinco años. Pese a que había estudiado Periodismo, se encontraba trabajando para una empresa de seguros. Estaba en uno de los puntos más felices de su vida y planeaba seguir aumentando la familia. Sus proyectos de futuro, sin embargo, quedaron truncados esa mañana de marzo a causa del estallido de las bombas en la calle Téllez.

También subió a recoger la Medalla de Oro del Principado, en aquel acto de homenaje a las víctimas asturianas, Dolores Pascual, madre de el joven de 20 años Iris Toribio. La familia tenía previsto trasladarse a Asturias antes de la tragedia. El atentado, sin embargo, se llevaría por delante la vida del joven, que hacía sus pinitos en el fútbol madrileño y ya comenzaba a mostrar sus habilidades a los platos. La música electrónica era una de sus grandes pasiones. Tras la muerte de Iris -llamado así ya que a sus padres les pareció en su momento un nombre agradable y hippy-, Dolores y Pablo, se mudaron a Nava para comenzar una nueva vida. «Por Iris y por todos los que han fallecido en Madrid», afirmó la madre del joven, visiblemente emocionada, al recibir la medalla.

El avilesino Luis Postigo permaneció ingresado varias semanas a causa de las graves secuelas producidas por la explosión. La gijonesa Montserrat Maestre, por su parte, casi pierde el oído. Para ellos, el atentado fue un duro punto de inflexión en su vida. Un vuelco dramático que esperan que nadie tenga que experimentar de nuevo en el futuro.

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