
Secciones
Servicios
Destacamos
En Villamayor, frente al ábside de la antigua iglesia de Santa María, al contemplar por última vez la escena de la despedida o del beso del caballero a su dama, quien sigue camino no puede menos de pensar que el jinete, si hubiese cobrado vida para salir galopando hasta el monasterio de San Pedro de Villanueva, donde aparece de nuevo grabado en la misma situación, es muy probable que lo hiciera por el mismo trayecto que nosotros vamos a emprender. Habría pasado a buen trote por Piñera y cruzado la villa de Sevares con los cascos sacando chispas de la calzada para desviarse como el viajero actual hacia la carretera que hoy lleva a San Juan de Beleño. Tal vez habría detenido entonces a su montura para dejar que el animal saciara la sed en las cristalinas aguas del río Tendi antes de emprender el ascenso hasta Villar de Güergu.
.
.
Más información
En ese mismo punto, donde comienza la pendiente, a orillas del Tendi un monumental molino -rehabilitado y en uso para producir harina de maíz- nos sale al paso para recordarnos que no será el único de similar envergadura que nos iremos encontrando más adelante. Es terreno de ríos bravos que bajan de los montes de Ponga, como el Beleño, que nos aguarda no muy lejos de allí. Los amantes de la arquitectura tradicional tendrán ocasión de ver varias muestras de la propia de esa zona fronteriza del centroriente asturiano, con sus galerías de balcones torneados y sus sólidas paredes de piedra. Entre viviendas modernas se puede hallar algún ejemplo en Villar de Güergu, un lugar habituado al tránsito de caminantes que hacen el Camín a Cuadonga desde Gijón o esta misma ruta y donde un monumentu al gochu, de simpática hechura kitsch, evoca grabados los nombres de los campeones que lograron agarrar a uno como él untado en grasa por las fiestas del pueblo. Sobre él, la capilla barroca de Nuestra Señora del Corriellu y la joya que guarda en su interior: la de una talla del siglo XIII de la Virgen sedente con el niño, una de las pocas, sino la única conservada en Asturias.
En Llames de Parres, los vecinos llevan con resignación indicar a los andariegos dónde está su famosa Silla de la Reina y sonríen en similar clave al observar la desilusión de muchos de ellos cuando ven que se trata de una especie de piedrona arrasada por la intemperie del tiempo y la maleza. Ciertamente, cuesta imaginarse que un día sentó allí sus reales posaderas la mismísima Isabel II. La habíamos dejado en la etapa anterior de visita a la Virgen de la Cueva acompañada del Padre Claret y ahora vamos a recorrer el mismo itinerario por el que ambos viajaron con su séquito a Covadonga en 1855, una vía tradicional a la vera del río Piloña, arreglada para la solemne ocasión y que, en la actualidad, marca la ruta senderista llamada Camín de la Reina. El viejo camino nos desvela a la salida de la aldea la mole imponente de la iglesia de San Martín de Escoto, de posible origen prerrománico y en la que hay elementos románicos, góticos y renacentistas. Entre ellos, restos del templo del cercano monasterio de benedictinas que existió en Soto de Dueñas y que dio nombre al lugar. Fue reedificada en el siglo XVI y en su capilla trapezoidal se conservan pinturas al fresco.
Atravesamos Vibañu con su esbelta iglesia, advocada también a San Martín, y un nuevo molino de agua con los rodeznos convertidos en motivos decorativos de sus muros. Comienza a partir de ahí uno de los tramos más bellos de la etapa, con el Camín de la Reina discurriendo entre arbolado en la ribera del Piloña. Un leve ascenso nos lleva a Romiyu y su coqueta capilla de San Lorenzo, para enlazar con el vecino Romiyín y doblar otra ermita de similar encanto, la de San José. En lo alto de la pendiente, entre prados de pasto y pomaradas, podemos contemplar una hermosa panorámica de la vega del Sella y, en su margen occidental, el impresionante monasterio de San Pedro de Villanueva. Más allá, envuelto en la calima del río, el perfil emergente de la villa de Cangas de Onís.
Descendemos a Vega de los Caseros y, al otro lado de la carretera N-625, nos espera, ya en todo el esplendor de un primer plano, San Pedro de Villanueva, en la actualidad un Parador Nacional de referencia. Además del armónico claustro rehabilitado en su interior, la maravilla del antiguo conjunto monacal es la iglesia del siglo XII, con su poderosa torre y su espléndido ábside. En la portada, el reencuentro con la escena del jinete despidiéndose de su dama y ampliada en tres secuencias del momento, como viñetas de un cómic de piedra o fotogramas de un filme que allí soñó labrando un anónimo maestro cantero para honrar el poderío de sus señores los monjes benitos. Un magnífico rincón para tomarnos un respiro antes de afrontar el último trecho del camino, que nos conducirá al fin de ruta en Cangas de Onís.
Publicidad
Samantha Acosta | Gijón, Sara Pérez | Gijón, Aida G. Fresno y Mónica Yugueros
Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.