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La escritora posa con su novela, 'La Yihad de Almanzor', que acaba de ser publicada, ante el retrato de su marido.

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La escritora posa con su novela, 'La Yihad de Almanzor', que acaba de ser publicada, ante el retrato de su marido. FOTOS: CAROLINA SANTOS

En casa de Matilde García-Mauriño

Madre y escritora. Matilde García-Mauriño vive rodeada de recuerdos en la casa donde crecieron sus trece hijos y en la que sigue escribiendo novelas a sus noventa años

CARMEN DEL SOTO

Domingo, 15 de noviembre 2020, 01:34

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Ayer mismo cumplió noventa espléndidos años tan radiante y activa que nadie diría que ha pasado los últimos meses recuperándose de las secuelas de un accidente de coche y de un percance doméstico sobrevenido a continuación. Así que no podía haber mejor regalo que poder soplar las velas con la salud restablecida y con su nueva novela en la mano.

Las inquietudes literarias de Matilde García-Mauriño, madre del concejal gijonés Eladio de la Concha, ya estaban latentes en su juventud, pero pronto quedarían aparcadas para dedicarse de lleno a su gran familia. Nada menos que trece hijos -en realidad catorce, aunque uno de ellos, una niña, falleció al nacer- fueron el fruto de su matrimonio con el pediatra Eladio de la Concha. Un médico muy querido fallecido en 1977, por lo que Matilde hubo de sacar adelante a su familia -a la que se han sumado diecisiete nietos y cuatro bisnietos más otro en camino- compaginando sus quehaceres domésticos con el trabajo al frente de una administración de lotería.

En resumidas cuentas, que hubieron de pasar muchos años para que retomase su vocación de escritora, con un primer libro de cuentos, conmemorativo de los veinticinco años de la apertura de la lotería. Al que siguieron tres novelas con el apoyo encontrado en el pintor Juan Méjica, convertido en su editor. Siempre con un trasfondo histórico relativo a la monarquía asturiana y a la Reconquista y que en esta cuarta, 'La Yihad de Almanzor', que acaba de ver la luz, recrea las andanzas de este caudillo musulmán en sus incursiones por el norte de la España cristiana.

Escribe en su casa, un chalet de la gijonesa Colonia del Piles en el que ha vivido desde su construcción. De hecho, es la vecina más veterana y la única que queda de aquellos pioneros que se asentaron en una zona por aquel entonces llena de praos y sin ningún tipo de servicios.

La vivienda unifamiliar consta de dos plantas unidas por una escalera interior en cuyo descansillo se ha construido una biblioteca. En la principal se encuentran salones y comedor, este con chimenea y piano. Dado que el patriarca de la familia había sido un gran mecenas y gozaba de numerosas amistades entre músicos y pintores, no faltan obras de reconocidas firmas como Rubio Camín y Aurelio Suárez. A este último pertenecen las doce láminas -seis de cada lado- que decoran unas puertas correderas. Y no falta el arte sacro a través de una imagen de San José de la Montaña -heredada de su bisabuelo Eduardo Caballero de Tineo- que reposa sobre una peana tallada y policromada; una figura de San Sebastián rescatada de un anticuario y una colección de navetas litúrgicas en plata.

Antigüedades como un bargueño que proviene del Palacio de Priesca; un sofá imperio tapizado en adamascado del siglo XIX; una cama con dos cisnes tallados como pies; muebles del Palacio de Niévares, también de la familia, y cientos de fotos enmarcadas forman parte de su entorno. Como ella dice: «Son las cosas que me acompañan».

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