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HUCA. La jefa de la UCI, Lola Escudero. ÁLEX PIÑA

La dura vida de los jefes de la UCI en Asturias

Los jefes de las UCI asturianas han tenido que adaptarse «sobre la marcha» al nuevo escenario desde que el primer paciente de COVID-19 llegase al HUCA el 29 de febrero

Domingo, 19 de abril 2020, 02:25

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Hace ya varias semanas la rutina de los asturianos cambió por completo. También la de ellos, aunque de forma distinta. Si sus vidas ya se desarrollaban prácticamente en el hospital, desde entonces el poco tiempo de desconexión es para estar en permanente contacto mediante el teléfono móvil. EL COMERCIO reúne las impresiones de los jefes de las UCI de los cuatro centros que albergan pacientes graves de COVID-19 en la región: HUCA, Hospital de Cabueñes (Gijón), San Agustín (Avilés) y Valle del Nalón (Langreo).

El jefe de la UCi del Valle del Nalón, Luis Velasco.

Las formas de organizarse saltaron por los aires a principios de marzo. «Piensa que esto ha sido el caos mayor que ha habido en cualquier sistema de salud del mundo, nadie está preparado para una avalancha de pacientes de esta forma», explica Lola Escudero (HUCA). Este hospital fue, en un primer momento, el único de referencia. Pronto, la realidad obligó a ampliar la red. «Nuestra UCI era pequeña -seis camas- que hemos ido ampliando hasta ocho, pero hemos necesitado de personal de apoyo para afrontarlo; en concreto el servicio de anestesia y médicos intensivistas del HUCA», señala Luis Velasco (Valle del Nalón). En su caso, como en el de San Agustín, contaron con cierto margen de maniobra. «Tuvimos tiempo para prepararnos pero la sorpresa es la propia enfermedad en sí, todos los días uno aprende más de ella», añade Manuel Valledor, jefe de la UCI del hospital avilesino. Su unidad se transformó íntegramente para pacientes COVID-19 con un total de 14 camas. Lola Escudero recalca que «cada día te tienes que poner las pilas y adelantarte a la situación, todo ha ido tan rápido que 'ayer' ya es el pleistoceno».

El jefe de la UCI de San Agustín, Manuel Valledor, el primero por la izquierda junto con su equipo.

Superado ya -y en ello están de acuerdo todos- el estrés para adecuar las instalaciones y los recursos humanos, toca preguntar: «¿Hasta cuándo?». Maite Antuña (Cabueñes) nos responde con una de cal y una de arena: «Sé que lo vamos a superar, estamos poniendo todo el empeño en ello; otra cosa es lo que suceda dentro de unos meses, porque aún no hay vacuna, y yo creo que el coronavirus ha venido para quedarse». Con las ampliaciones, su UCI suma 27 camas para estos pacientes. Sobre esta disponibilidad de plazas, Manuel Valledor añade: «En Asturias no nos hemos visto nunca sin camas, no se ha vivido una situación dramática», lo que nos es óbice, continúa, «para ese importante desgaste físico que se suma al cansancio emocional». Ese personal sanitario, aclamados estos días desde los balcones, también sienten y tienen sus miedos, como todos. «Es que es un estrés continuo, nadie está libre de poder contagiarse y eso genera cierta angustia; no obstante, tenemos que capear con ello», apunta Luis Velasco.

La jefa de la UCI de Cabueñes, Maite Antuña. J. P.

La pandemia ha cambiado unos hábitos ya de por sí frenéticos. Somos testigos de ello. Durante la charla, una llamada, una consulta o pendientes del reloj porque deben asistir a una reunión. «¿En casa es igual?», les preguntamos. Maite Antuña levanta la mano: «Yo intento distraerme estudiando, leyendo o haciendo labores en casa, pero te confieso una cosa, lo de desconectar es difícil, cuando está mal porque está mal, y cuando está tranquilo porque no sabes hasta cuándo». Luis Velasco, nos da un poco de envidia porque «tengo la suerte de vivir en una casa con un poco de jardín donde puedo airearme alguna tarde». Pronto cambia su gesto y, con melancolía, señala que «no poder ver a mis nietos es durísimo». «A mí me siguen emocionando ver los balcones, te sirve de refuerzo positivo», apunta Valledor. Lola Escudero intenta refugiarse en la lectura. «No perdono mis 25 páginas diarias».

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