Siempre estaréis con nosotros
Elena, Antonio, Avelino, Marisa, Gerardo, Javier... Tras las cifras están ellos. EL COMERCIO, junto a sus familias, rinde homenaje a los asturianos fallecidos en esta pandemia
Azahara Villacorta y lucía r. lorenzo
Gijón
Domingo, 5 de abril 2020
Elena, Antonio, Avelino, Modesto, José Luis, Tomás, Gerardo, Javier, Marisa... Tras la frialdad de las cifras de fallecidos por coronavirus en Asturias, están ellos. Hombres y mujeres que contribuyeron a hacer de esta tierra un lugar mejor desde la enseñanza, la investigación, el arte, el deporte, la arquitectura o la espiritualidad. «Gentes imprescindibles que se han quedado en el camino» y que, como reclamaba estos días uno de los primeros diagnosticados, ya dado de alta, «se merecen un gran homenaje». Hoy les recordamos en estas páginas de la mano de sus sus familiares, los mismos que no han podido despedirles como se merecían, porque así de crueles son las leyes que impone el virus.
Avelino Uña (Zamora, 1951)
«Fue un padre para mí»
La primera víctima de la pandemia en Asturias fue Avelino Uña, salesiano y profesor en la Fundación Masaveu. Hoy, justo hoy, 5 de abril, cumpliría 69 años. «Toda su vida y esfuerzos los ponía en el colegio. Amaba lo que hacía. Mi tío se desvivía por sus alumnos y por su familia», destaca su sobrina. «Nos quería mucho a sus cuatro sobrinos. Fue como un segundo padre para mí», relata emocionada.«De pequeños, cuando él llegaba, todo era una fiesta. Tenía una paciencia y un amor que nunca he visto en nadie. Era muy buena persona, buenísima».
Marisa Menéndez (Grado, 1950)
«La recordaré riendo»
Marisa Menéndez residía en el centro de mayores de Grado. Era hija de Luis Menéndez Rivalla, exalcalde del concejo, y tenía seis hermanos, dos de ellos fallecidos en trágicas circunstancias:«Uno falleció atropellado. El otro se desvaneció en la mesa en Nochebuena». Es el hermano pequeño, José, quien habla. De 'Marisina' no olvida «su alegría y sus ganas de vivir. Todo Grado la conocía. Era un cielo. Siempre tenía buenas palabras para todo el mundo. Divertida y dicharachera, siempre la recordaré riendo».
Antonio Sama (Grado, 1966)
«Presumía de pueblo»
Moscón hasta la médula era Antonio Sama, un hombre que «siempre presumía de pueblo:Sama de Grado», recuerda su hermana Zaira, que lo define como «una persona especial, muy sociable. Una gran persona con amigos de todas las edades» y que, «como entrenador de fútbol que fue», disfrutaba muchísimo con un buen partido. Deja una madre y a dos hermanas que solo tienen palabras de agradecimiento para el personal sanitario.
Javier de Faes (Gijón, 1959)
«Un hombre muy querido»
Javier de Faes fue director de programas del Patronato Deportivo Municipal de Gijón. Sara Moro, su sobrina, tuvo una «conexión especial» con él por su pasión con el deporte. «Fue muy querido. Siempre amó Gijón. Lo vivió mucho con su Sporting. Era un hombre serio, pero con un sentido del humor espectacular. Un padre excepcional, muy cariñoso, un marido entregado, alguien que llenaba los espacios donde se encontraba. Un tío increíble, muy querido por sus hermanos y por todos los que le conocían».
Gerardo F. Bustillo (Oviedo, 1940)
«Nos enseñó a valorar»
Gerardo Fernández Bustillo era arquitecto y un hombre enamorado de su familia. Sus hijos, Jimena, Pelayo y Bárbara, tratan de asumir la pérdida mientras recuerdan todo lo que fue: «Un hermano, un marido, un padre, un abuelo, un amigo, un arquitecto, un motero, un montañero, un melómano, un artista, un asturiano humilde, afable, valiente, sincero, divertido, soñador, generoso… y, aunque todas estas palabras le hacen justicia, no son suficientes para describir la gran persona que era y el amor que tenía por su familia y su profesión. Desde pequeños nos enseñó siempre a valorar y a apreciar las cosas por nosotros mismos, haciéndonos comprender que, ante todo, uno debe asumir sus errores sin complejos, con honradez y humildad». El Círculo de Valdediós, el primer planeamiento de Gijón o El Rinconín son algunas de sus obras.
Tomás Gallego (Zamora, 1932)
«Su trabajo era su pasión»
Enamorado de su profesión estaba Tomás Gallego, fundador de Autoescuelas Tomás (toda una institución en Gijón), cuyo hijo, Miguel, cuenta que «el trabajo era su pasión. Y, de hecho, se jubiló a los 75». Eso y «la afición a la finca, donde se pasada todas las mañanas de los domingos en compañía de su hermano, al que estaba muy unido». Tomás dejaba huella: «De hecho, todavía había gente que sacó el carné con él en los años 70 u 80 que llegaban preguntando si aún estaba».
José Luis Regadera (Oviedo, 1953)
«Los demás, por delante»
«Para mí, se ha ido un padre y un amigo. El mejor padre, marido, abuelo y amigo», intenta condensar su hijo Jorge la figura del abogado José Luis Regadera, alguien que «siempre tenía una sonrisa en la cara, siempre de buen humor»:«Era muy irónico y te sacaba una risa cada instante». Pero, además, «era detallista, generoso, siempre dándose a todo el mundo». Yasí lo han dicho también sus compañeros, que coinciden en que «llevaba la lealtad por bandera». ¿Sus pasiones?«Le gustaba mucho la naturaleza y escaparse a Mestas de Con, su pueblo. Pasear. Y el Real Oviedo, con el que sufríamos juntos y al que quería volver a ver en Primera».
Elena Figaredo (Gijón, 1953)
«Mi madre era luz»
A Madrid fue a buscarse la vida Elena Figaredo, una mujer que, para su única hija, Loreto, era más que eso. Mucho más. «Era mi amiga, mi compañera, mi confidente, mi amiga. Todo». Y allí la encontró la muerte «demasiado pronto». Deja tras de sí una dilatada carrera tras las cámaras. Trabajando en el FICXo con los más grandes. «Ella era luz». Lo único que agradece hoy Loreto, que siempre sintió el orgullo de ser su hija, es haberle dicho miles de veces «te quiero» a quien era puro amor: «Una persona que siempre tenía abierta la puerta para todo el mundo, siempre mirando por los demás». Y, en el trabajo, «una máquina». Una mujer de esas que, «pasasen los años que pasasen, se quedaba en el corazón de los que compartieron algo con ella».
José Luis García (Bustiello, 1941)
«No lo tuvo nada fácil»
Fue uno de los más brillantes pioneros de la antropología social y cultural en España. José Luis García, catedrático emérito de la Complutense falleció en Madrid.Le recuerda su colega María Cátedra, que destaca su «calidad y calidez humana» y «su enorme generosidad». Un hombre que, como recuerda su sobrino Marcos, «no lo tuvo nada fácil», porque se quedó huérfano de padre cuando entró a rescatar a varios compañeros tras un accidente en la mina Tarancón. A partir a ahí, José Luis, solo con su madre y cuatro hermanos, demostró que tenía «una mente brillante», becado de internado en internado, llegó hasta Munich para doctorarse cum laude en Filosofía y Letras y cursar luego Antropología y convertirse en «un académico honesto e íntegro», en «un amigo discreto y afectuoso». Pero, además, remarca su sobrino, «en una de esas bellísimas personas de las que nadie habla mal. Un enamorado de su trabajo y de su familia». En la imagen, el antropólogo –a la izquierda–, con sus colegas María Cátedra y James W. Fernández, autores del libro 'Los inicios de la antropología en Asturias. Tres testimonios autobiográficos' (2016).
Modesto García (León, 1922)
«Era un todoterreno»
Modesto García, decano de los curas ovetenses, «disfrutaba mucho de Los Barros de Gordón, donde lo mismo trabajaba en la huerta que construía algo», el pueblo donde había nacido como el mayor de seis hermanos y donde vivió «una infancia muy dura, porque su madre murió en el parto de su hermana y luego vino la guerra», narra su sobrino Leonardo. «Así que él fue siempre la referencia familiar, un auténtico superviviente y un todoterreno» que, con el correr del tiempo, supo convertirse también en luz para la Diócesis de Oviedo. En la imagen, a la derecha, el sacerdote, con su hermana y su sobrino.
José Luis G. Novalín (Nava, 1929)
«Disfrutaba de Tresali»
Ytoda una institución en la Iglesia asturiana y testigo de excepción de varios papados, José Luis González Novalín –cuenta su primo, también José Luis– «disfrutaba mucho» de las visitas a su Tresali natal y de los paseos por Luanco, Candás o Gijón, donde vivía tras regresar de Roma este eminente teólogo, que, para José Luis, era y es su «tío Pepe», con quien compartía largas charlas y paseos. «Ya le estoy echando de menos». En la imagen, el sacerdote naveto (a la derecha), en un homenaje de la Diócesis.
Nuestro compromiso editorial, de acuerdo con las familias, es continuar recopilando la memoria de aquellas personas de quienes apenas hemos podido despedirnos. Todas aquellas familias que quieran sumarse pueden enviarnos su foto y sus palabras a este email digital.co@elcomercio.es y por whatsapp al número 679 480 005 dirigido a la sección 'Siempre estaréis con nosotros'.